Este post se publicó originalmente el 13/11/2020 y ha sido actualizado en fecha 12/09/2024
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia exclusiva, preferiblemente materna, hasta los seis meses. Después de esta fecha ya se podría comenzar con la alimentación complementaria (AC), es decir: ofrecerle al lactante alimentos sólidos o líquidos distintos de la leche materna o de una fórmula infantil. Esos sí, siempre como complemento (¡y NO como sustitución!) de esta.
Aunque en los últimos años las recomendaciones han cambiado numerosas veces, y generaciones anteriores han recibido consejos muy distintos, actualmente tanto los organismos internacionales como la Asociación Española de Pediatría mantienen que en torno a los seis meses el bebé está preparado para comenzar a alimentarse con sólidos.
No obstante, cuando se llega a este momento, hay que comprobar que el bebé cumple una serie de requisitos que nos indicará que está preparado para que le ofrezcamos alimentos sólidos. Si además darle los alimentos en estado sólido (no triturados o en papillas) habría que comprobar un requisito más… ¡Vamos a ver cuáles son estas exigencias y de qué depende!
¿Por qué esperar hasta alrededor de los seis meses?
Es en este momento cuando los bebés adquieren otras habilidades necesarias para poder comer sólidos. Para ingerir alimentos diferentes a la leche, es conveniente que el organismo tenga la maduración necesaria a nivel neurológico, renal, gastrointestinal e inmune.
«Se considera que un bebé está preparado cuando adquiere las destrezas psicomotoras que permiten manejar y tragar de forma segura los alimentos», así lo asegura la Asociación Española de Pediatría. Pero no es el único indicativo de que el bebé está preparado. Según este organismo, se precisa:
- Presentar un interés activo por la comida.
- La desaparición del reflejo de extrusión (expulsión de alimentos no líquidos con la lengua).
- Ser capaz de coger comida con la mano y llevarla a la boca (coordinación visomotora).
- Mantener la postura de sedestación con un ligero apoyo (ser capaces de mantenerse sentados con la espalda recta).
Aunque lo normal es que esto ocurra a los seis meses, no podemos olvidar que no todos los niños van a adquirir estas habilidades al mismo tiempo. En general estos cambios suelen ocurrir en torno al sexto mes, pero es necesario observar a nuestro hijo y respetar sus ritmos.
El bebé que muestra interés por la comida, ¿ya está listo para ingerir sólidos?
Uno de los motivos por el que muchos padres pensamos que nuestro hijo está preparado para empezar a probar otros alimentos, es porque notamos que nuestro hijo tiene interés por la comida. Quizás la palabra interés es demasiado amplia…
A veces el bebé sigue con la vista el recorrido mano-boca de nuestros alimentos, intenta coger lo que estamos comiendo, llevárselo a la boca… Estas actitudes pueden considerarse por interés por la comida. Sin embargo, esto puede ocurrir mucho antes de los seis meses, ¿entonces qué está pasando? Pues que a veces lo que los padres interpretamos como interés, desde el punto de vista de la alimentación, solo es curiosidad.
Los recién nacidos se relacionan con el mundo exterior a través de la vista, el tacto, el olfato y del gusto. Por eso, es frecuente que tu bebé te toque ¡o incluso te lama! Eso no quiere decir que te quiera comer, como tampoco cuando intenta meterse un trozo de pan en la boca a los cuatro meses. No por eso debemos adelantar la alimentación complementaria.
Sin embargo, llegará un momento en el que no habrá dudas. El niño tiene interés en la comida. Verás que es consciente de que los adultos se están alimentando y él también quiere probar. ¡Y lo deja bien claro! Comprobaremos cómo nos observa al comer, sigue la comida con la mirada, intenta cogerla e incluso lloran si no se les deja alcanzarla. Entonces sí tienen interés por la comida ¡y es para comérsela!
Hasta entonces, los primeros contactos con la comida son más lúdicos y exploratorios que alimenticios. Esta práctica puede beneficiar al peque, ya que le enseña a introducirse las cosas en la boca y después echarlas. Además, también aprende a mover la comida dentro de la boca. Con todo esto, aprenden los pasos previos a tragar. Pero esto no puede tomarse como un indicativo fiable del inicio ni de la AC (alimentación complementaria), ni tampoco del BLW o alimentación complementaria dirigida por el bebé.
La desaparición del reflejo de extrusión
Una de las grandes preocupaciones cuando los padres empiezan a pensar en darles alimentos sólidos a sus hijos es que se atraganten. Se trata de un temor lógico. Sin embargo, una vez más la naturaleza es sabia. Los bebés poseen un acto reflejo que se conoce como «reflejo de extrusión».
Este hace que el recién nacido expulse con su lengua cualquier cosa que no sea el pezón o la tetina de su biberón. Es un mecanismo de defensa ante el peligro de ingerir algo que no sea leche y que puede perjudicarle, ya que su sistema digestivo aún no está preparado.
Con este reflejo activo, es imposible que un bebé pueda tomar sólidos. Por ello la existencia o no de este es un indicativo de que el bebé está preparado o no para comenzar la alimentación complementaria.
Mantener la postura de sedentación
Antes de ofrecer sólidos a nuestro hijo, es importante que pueda permanecer sentado. «No se mantiene, pero le sujeto a la trona y se queda recto». No, no es suficiente. El correcto desarrollo de la musculatura del tronco no solo implica que su cuerpo se sujeta, sino también es un reflejo de que el desarrollo de las capacidades digestivas es el adecuado y podrá digerir alimentos sólidos sin problemas.
Asimismo, el desarrollo de la musculatura también es imprescindible para que el bebé pueda toser adecuadamente y esto a su vez es necesario ante un posible atragantamiento. Por tanto, para comprobar si el bebé cumple este requisito, debemos observar que se mantiene erguido con un ligero apoyo en la espalda y dejando las manos libres para poder coger los alimentos y llevarlos hasta su boca.
El bebé puede alimentarse a sí mismo
Si tu hijo cumple estos tres requisitos está preparado para alimentarse con sólidos, pero tendrá que cumplir uno más si queremos además escoger como método el BLW o alimentación guiada por el niño. Se trata de que el bebé pueda alimentarse a sí mismo. Para esto es preciso que tenga coordinación ojo, mano, boca. Solo así podrá coger el alimento y llevárselo a la boca.
Si solo cumple los tres requisitos anteriores, puede ser suficiente para darle los alimentos triturados o en papilla, pero no es suficiente para que se le pueda ofrecer alimentos en estado sólido. Para poder hacer esto, el niño debe poder coger con sus manos la comida, conseguir introducirla en la boca, masticarla y tragar.
Esto implicará el grado de autonomía e independencia necesario para practicar BLW. Es más, incluso entre varios alimentos posibles, desarrollará la capacidad de elegir. Además, otro beneficio es que el bebé podrá decidir cuánto quiere comer por sí mismo.
Evidentemente, con el BLW los niños empezarán comiendo con sus manos. A medida que se vayan desarrollando las habilidades motoras con la práctica, pasarán a usar los cubiertos sin ningún problema. Esto sucede cuando van desarrollado la psicomotricidad fina.
¿Y si adelantamos o retrasamos la alimentación complementaria?
Según la Asociación Española de Pediatría, la introducción precoz de la alimentación complementaria puede conllevar a corto plazo posibilidad de atragantamiento, aumento de gastroenteritis agudas e infecciones del tracto respiratorio superior, interferencia con la biodisponibilidad de hierro y zinc de la leche materna y sustitución de tomas de leche por otros alimentos menos nutritivos.
Además, a largo plazo los inconvenientes pueden ser mayor riesgo de obesidad, de eccema atópico, de diabetes mellitus tipo 1 y tasa más elevada de destete precoz (con los riesgos añadidos que esto conlleva).
¿Y por qué tampoco se debe retrasar más allá del séptimo mes? Los riesgos de la introducción tardía de la alimentación complementaria son las carencias nutricionales, sobre todo de hierro y zinc, el aumento del riesgo de alergias e intolerancias alimentarias, peor aceptación de nuevas texturas y sabores, y mayor posibilidad de alteración de las habilidades motoras orales.
No obstante, por lo general todos los niños habrán desarrollado todas las destrezas necesarias para empezar a alimentarse con sólidos sin ningún problema a los siete u ocho meses. Lo mejor es no obsesionarse, porque las fechas concretas en cosas de niños no sirven. Quien dice a los seis meses, dice a los siete o incluso a los ocho. ¡Y no pasa nada!En la Tribu CSC dietista-nutricionista de Criar con Sentido Común, Rebeca Pastor, puede responder a todas vuestras cuestiones. Si llegados los ocho meses el bebé no ha desarrollado estas capacidades, es aconsejable llevarlo a un especialista para que valore si hay algún motivo concreto para ello y si el bebé necesita algún aporte. Eso sí, no a los seis meses y un día, (¡que nos conocemos!), sino a partir de los ocho meses. Y sin olvidar que cada niño tiene su ritmo.
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Hola, mi bebé hace siete meses en breve y lo que es interés en la comida más bien poco o ninguno, le hemos ofrecido trozos para hacer BLW pero además de poco interés es «fino» y no le gusta nada tocar comida, con un dedo la deja al borde de la trona y te mira con cara de para ti mamá…. Después de varios días probamos con triturados y de eso sí come tres, cuatro cucharadas y ya… Es normal??