Día Mundial de la Escucha: La escucha activa en la crianza, su importancia y consejos para llevarla a cabo

El método de escucha activa se basa en escuchar primero la parte emocional de un mensaje y, en segundo lugar, la racional

Una correcta comunicación es fundamental para un óptimo crecimiento, desarrollo del lenguaje y bienestar emocional, y por ello es muy importante que practiquemos con nuestros hijos lo que se denomina escucha activa.

Imaginémonos por un momento que estamos hablándole a un gigante. Es probable que sintiéramos que toda o parte de la información que le estamos enviando, no le llega. Quizá sintiéramos que tenemos que elevar la voz o repetir varias veces lo que queremos transmitir. Este símil podríamos trasladarnos para con la comunicación de nuestros hijos con nosotros. Vale, no somos gigantes, pero sí mucho más altos en estatura que ellos… ¿Lo habíais pensando alguna vez?

Pensemos, también, lo que sería intentar hablar con alguien que no aparta la vista del ordenador. Pensaríamos que no nos está escuchando, o no lo suficiente. ¿No es cierto? Algo así deben sentir nuestros hijos e hijas cuando sin ser realmente conscientes de ello, no apartamos la vista del móvil mientras mantenemos una conversación con ellos y ellas.

 

 

El método de escucha activa ¿en qué consiste?

El término «escucha activa» no es un concepto nuevo, ni mucho menos. El psicólogo humanista Carl Rogers acuñó este término en 1950 y Thomas Gordon, psicólogo clínico, le dio forma y lo adaptó a la esfera de la crianza. Concretamente, dedicó todo un libro a hablar de la escucha activa: «Padres eficaz y técnicamente preparados».

Para explicar en qué consiste exactamente este método, tenemos que atender a dos aspectos psicológicos que el ser humano presenta por naturaleza:

  • La parte racional (la dedicada a la razón, lo tangible, lo que se puede demostrar).
  • La parte emocional (aquella que, como su nombre bien indica, pertenece a la esfera de las emociones y los sentimientos).

El método de escucha activa se basa en escuchar primero la parte emocional de aquello que nos están transmitiendo nuestros hijos y, en segundo lugar, la racional.

 

 

Podríamos decir, utilizando un símil, que es escuchar con el corazón. Esto es un concepto clave para los niños, pues recordemos que ellos y ellas ven el mundo de una forma muy diferente a los adultos (tanto en el pleno sensorial, como en el perceptual) por lo que es básico empatizar en la parte emocional y sentimental de su mensaje.

La importancia de la escucha activa en la crianza

Los seres humanos somos seres sociables por naturaleza, por lo que parece lógico pensar que sentirse escuchado es importante. Tanto para nuestro desarrollo, como para mantener relaciones sociales sanas con otras personas.

Los niños y niñas que han sido educados en la escucha activa, son capaces de identificar fácilmente patrones negativos, como el acoso o el abuso, y rechazarlos. En cambio, si crecen en ambientes tóxicos (como insultos, gritos, abusos, etcétera) es probable que normalicen estos comportamientos y les resulte difícil identificarlos.

La escucha activa es una herramienta que cobra especial relevancia en la crianza de niños y niñas. Sentirse escuchados, saber que sus opiniones son tenidas en cuenta, formará en ellos una autoestima fuerte y una personalidad segura y con confianza en ellos mismos.

 

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Los beneficios no son únicamente para los peques, para las familias que practican esta forma de comunicarse, supone un ejercicio de empatía y conocimiento de los otros. Es una forma de pausar nuestro acelerado ritmo de vida y adentrarnos en la de nuestros hijos para conocerles mejor, estrechar lazos y transmitirles una idea muy importante: «si me necesitáis, estoy aquí».

Cómo practicar la escucha activa con nuestros hijos e hijas

Hace un tiempo se hicieron virales unas fotos del príncipe Guillermo de Inglaterra que reflejaban que este siempre se agacha para hablar con sus hijos. No es un simple gesto. Y es que situarnos a la altura de los ojos de los peques para hablarles y escucharles es el tip fundamental para practicar la escucha activa.

Ponernos a su altura cuando nos hablan. Literalmente. Ponernos en cuclillas, arrodillarnos, agacharnos o sentarnos para que nuestros ojos queden a la altura de los suyos y nuestras miradas puedas cruzarse cuando nos hablan. Solo así es posible que se sientan realmente escuchados y conectados a nosotros cuando nos hablan.

 

 

Mirar a los ojos cuando escuchamos es clave, pero hay más pautas para practicar la escucha activa:

  • Hacer gestos de validación. Asentir con la cabeza, sonreír o mostrar tristeza, sorpresa… Dependiendo del mensaje que nos esté transmitiendo nuestra hija, los gestos de validación le harán saber que estamos inmersos en sus palabras.
  • Eliminar distracciones e interrupciones. Nunca debemos hacer ver a nuestro hijo que tenemos otra prioridad cuando nos está intentando transmitir algo. Si, por ejemplo, nos encontramos haciendo algo que no podemos pausar (cocinando, teletrabajando, etcétera) es preferible pedirle que espere un momento hasta que puedas prestarle la totalidad de tu atención. Cuidado con los móviles, pues en esta era tecnológica es fácil que estemos escuchando mientras miramos la pantalla y, sin darnos cuenta, estamos anteponiendo el teléfono a nuestro interlocutor.

 

 

  • Los juicios de valor no son bienvenidos. Si un peque se siente juzgado siempre que recurre a nosotros para hablarnos en confianza, es posible que al final evite contarnos sus experiencias o transmitirnos sus sentimientos, y eso puede dificultar nuestra relación en el futuro.
  • Dar importancia a lo que nos cuenta. Hasta las anécdotas más pequeñas, pueden ser grandes circunstancias para los más peques. No debemos utilizar frases como «no pasa nada», «eso no es importante». Dar valor a sus sentimientos, preocupaciones o miedos, por pequeños e insignificantes que nos puedan parecer, les dará confianza para buscarnos siempre que necesiten consejo, ánimo o, simplemente, ser escuchados. Esto es algo fundamental de cara a la adolescencia y en general, para toda la vida.
  • Hacer preguntas de curiosidad. Las utilizamos para interesarnos sobre cómo nuestro peque cree que podría resolverse un conflicto o cómo se siente respecto de una circunstancia. Por ejemplo: ¿Y entonces qué crees que es mejor? ¿Cómo te sentiste cuando pasó eso? 

 

 

La escucha activa guarda una relación muy directa con la educación positiva y su objetivo es, en resumen, poner en valor a nuestros hijos, sus sentimientos y necesidades, para optimizar su relación con nosotros y con el mundo. Esto es algo que no solo cobra una importancia clave en su infancia, sino que será un legado para toda su vida.

Educar en positivo significa amar, empatizar, escuchar y saber acompañar a nuestros peques desde el respeto y el cariño. No requiere tanto empaparse de conocimientos sino de emociones, seguir el instinto, aplicar el sentido común y encontrar la fórmula que mejor funcione a nuestra familia. Ni más, ni menos.

Escucha activa y límites

La escucha activa no es sinónimo de ceder en todo lo que nuestro hijo nos proponga, ni que tengamos que estar de acuerdo en todo lo que quiere o expresa. No vamos a apoyar que, por ejemplo, en un momento de rabieta pegue a un compañero o compañera del colegio o que no quiera bañarse al volver del parque lleno de barro. Los límites son necesarios en la crianza y el truco para una crianza feliz está en saber gestionar los límites de manera respetuosa con el punto justo de equilibrio entre amabilidad y firmeza.

 

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