Muchas veces se dice que las situaciones de estrés y angustia pueden afectar a la lactancia materna. Seguro que alguna vez has escuchado la siguiente frase: «Fulanita le daba el pecho a su bebé, pero tuvo un disgusto muy grande, y se le fue la leche», ¿no es así? Es algo que he oído con relativa frecuencia, por eso me he decidido a tratarlo hoy en el blog, para ver qué tiene esta afirmación de mito o de realidad.
En estos tiempos que corren actualmente, con la pandemia del COV19, hay muchísimas familias viviendo situaciones de ansiedad, estrés, angustia, miedo… Tienen a familiares ingresados o han fallecido, o tienen que salir a trabajar con el riesgo de contagio, o simplemente por el confinamiento, que ya de por sí hace aumentar los niveles de adrenalina y nos hace estar más alerta. ¿Puede influir esto en la lactancia materna?
Para poder entender en qué afecta el estrés a la lactancia, tenemos que hablar un poquito de fisiología de la lactancia; de las hormonas que participan en ella.
¿Cómo funciona la lactancia materna?
Para que la leche se produzca y salga de la glándula mamaria, se necesitan varias hormonas, entre ellas:
Prolactina
Esta hormona se produce en la hipófisis (en el cerebro) y empieza a aumentar ya durante el embarazo. Sin embargo, durante el mismo hay otras hormonas como estrógenos y lactógeno placentario (procedente de la placenta, como su nombre indica) que digamos que la bloquean y no puede actuar.
Cuando se produce el parto (independientemente de cómo sea) y sale la placenta, estas hormonas van bajando sus niveles en sangre, hasta que lo hacen de forma suficiente para que la prolactina pueda actuar. Entonces se produce lo que se conoce como subida de la leche. A partir de ahí, la prolactina se estimula en picos, gracias a la succión (del bebé o del sacaleches) y es muy importante un estímulo frecuente del pecho para que los niveles de prolactina sean adecuados y haya buena producción de leche.
Oxitocina
Esta es la hormona conocida como hormona del «amor». Y también se produce en la hipófisis. Se segrega durante el orgasmo, durante el parto (hace que se contraiga el útero) y durante la lactancia ayuda a la eyección de la leche. Es decir, hace que la leche salga más fácilmente de la glándula mamaria para que el bebé la pueda tomar.
Esta hormona se estimula de forma física, mediante la succión, pero también lo hace de forma condicionada. Es decir, se puede estimular con el pensamiento: ver al bebé, oírlo llorar, o simplemente pensar en él. Por otro lado, esta hormona se inhibe (se bloquea) por la adrenalina, que es la hormona del estrés. Esto tiene su explicación fisiológica, y Carlos González lo cuenta genial en su libro «Un regalo para toda la Vida»:
Imagine a una cierva dando el pecho tan tranquila. De pronto, huele a un lobo. Sale corriendo después de esconder a su cría entre unos matorrales, porque su cría no puede correr. Como la cría no huele a nada (para eso se ha pasado su madre todo el día limpiándola con la lengua) y se está muy quieta, mientras que la madre sí que huele y hace ruido al moverse, el lobo probablemente seguirá a la madre y no encontrará a la cría. Si el lobo alcanza a la madre, mala suerte, la cría morirá también dentro de unas horas. Si la madre consigue escapar, dentro de un rato volverá con su cría y seguirá dándole de mamar.
Pero si la cierva fuera goteando leche, ningún lobo que se precie podría perder el rastro. Como el reflejo de eyección está condicionado, la secreción de oxitocina se interrumpe cuando la cierva se asusta. A diferencia de la prolactina, que tarda varias horas en bajar, la oxitocina es rápidamente destruida y solo permanece un par de minutos en la sangre; si la hipófisis deja de producirla, pronto no queda nada (por eso cuando se usa la oxitocina para acelerar el parto se ha de administrar continuamente, en gota a gota; no serviría de nada poner una inyección de oxitocina cada tres horas). Para mayor seguridad, la adrenalina, que producen los animales asustados, inhibe directamente los efectos de la oxitocina. Probablemente, el mismo mecanismo puede inhibir el parto cuando la madre está asustada.
Entonces, que la adrenalina bloquee a la oxitocina es un mecanismo de defensa, para protegernos de situaciones de peligro. Está claro que a día de hoy no va a venir ningún depredador a comernos y no hay problema en dejar el rastro de leche, pero nuestro cuerpo sigue interpretando situaciones de estrés como de peligro y sigue actuando de la misma manera: aumentando la adrenalina y bloqueando la oxitocina.
Entonces, ¿se puede ir la leche por un problema grave o un disgusto?
No. La adrenalina no tiene ningún efecto en la prolactina, que es la hormona encargada de producir la leche, por lo que la leche se sigue fabricando con normalidad.
Sin embargo, la oxitocina sí se puede ver afectada por el estrés y la adrenalina, por lo que aunque la leche sí se fabrica, es posible que le cueste salir (o al bebé le cueste sacarla). Por ello, puede que el bebé se «peleé» con el pecho o incluso lo rechace y llore.
Aún así, esta inhibición es algo temporal. Si somos conscientes de este problema, podemos respirar hondo, hacer algo de meditación, pensar en nuestro bebé, abrazarlo, que alguien nos dé un masaje (aquí tienes un enlace con un masaje especial para estimular la oxitocina) y poco a poco, esta hormona irá fluyendo.
Por ello, si estás ahora mismo lactando y tienes una situación vital complicada, puedes estar tranquila: tu leche no se va a cortar, ni se va a ir a ningún sitio. Sigue ofreciendo el pecho a tu bebé o a tu hija o hijo con normalidad, y aprovecha esas ocasiones para conectar y «escaparte» de todo ese agobio que estás viviendo. La lactancia materna no es solo alimento, es amor, conexión y vínculo. Respira, y disfruta de ese momento único y especial.
Si quieres más información o necesitas asesoramiento, en la Tribu CSC puedes consultar con nuestro equipo de expertos en salud materno-infantil, lactancia y crianza respetuosa.
1 responses on "He tenido un disgusto, ¿se me puede ir la leche?"