Muchos bebés y niños pequeños tienen un objeto fetiche, un objeto de apego del que no les gusta separarse o al que recurren cuando necesitan seguridad o consuelo. Puede ser un osito, un muñeco, una mantita, una almohada, un cojín, un juguete que para ellos es especial…
Los objetos de apego o transicionales de los bebés son objetos de consuelo que necesitan para sentirse tranquilos, seguros y acompañados durante su infancia. Antes o después terminan por olvidarse de ellos, pero no debemos cometer el error de quitárselos a la fuerza.
Qué son los objetos de apego de los bebés
Los objetos de apego son compañeros inseparables y especiales que ayudan a los más pequeños a gestionar los momentos de soledad y separación de sus progenitores, sobre todo de la madre (o, en su defecto, de la figura de su cuidador principal).
También pueden servirles para hacerles sentir consuelo cuando se sienten tristes, nerviosos o preocupados por algo. Por eso se les llama objetos de transición, porque ayudan en esos momentos en los que sus figuras de apego no están, o están menos presentes.
Puede que el objeto de apego de nuestro bebé no sea el más bonito del mundo y estemos deseando que lo sustituya por otro que no tenga tan mal aspecto, pero los objetos de apego de los niños son insustituibles debido al importante valor que tienen para ellos. Es el niño quien elige el objeto y no es posible cambiarlo por otro, incluso aunque sea muy parecido.
No son señal de debilidad ni perjudican el desarrollo y la madurez del niño. Más bien al revés: la relación del niño con su objeto de apego estimula su capacidad de establecer vínculos afectivos y ayuda al niño a expresar sus emociones y a sentirse más seguro.
Los beneficios de los abrazos… y las brazadas
Los abrazos para los niños son como el agua para las plantas. Según la OMS, les ayudan a crecer sanos y felices. Durante su etapa de crecimiento, el niño necesita abrazos. El contacto físico amoroso estimula el nervio vago y hace descender la tensión. El abrazo libera dopamina y oxitocina, que son las hormonas del placer. También reduce el nivel de cortisol, asociada al estrés.
Los adultos también necesitamos abrazos para estar sanos pero, por desgracia, según vamos creciendo vamos normalizando carecer de ellos, o que estos sean limitados. Sin embargo, lo que nosotros normalizamos, para ellos es una necesidad. Así, cuando no reciben los suficientes abrazos (o no saben pedirlos), utilizan un sustituto: las brazadas.
La brazadas u objetos de apego, son objetos a los que el niño puede abrazarse tanto tiempo como quiera o necesite. Son como pequeños amuletos que les calman, los que le invisten de poder, que les tranquilizan… Muchos adultos también los tienen: una piedra amuleto, una medallita especial para nosotros, una pata de conejo o incluso alguna prenda de la suerte.
De alguna manera, tiene que ver con la seguridad que proporciona una madre o un padre. Nuestro estilo y ritmo de vida nos separa de nuestros hijos muchas horas al día, más de las que quisiéramos nosotros y ellos. Cuando un niño ha incorporado la constancia de la seguridad y protección, es más probable que no necesite fetiches exteriores, porque la seguridad procede de una referencia interna: la que ha experimentado con su mamá o papá. Esta es la base del apego seguro.
No se lo quites, son objetos transicionales
Como hemos visto antes, a los objetos de apego de los niños también se les denomina objetos transicionales. ¿Por qué se les llama así? Porque se refieren a una transición, es decir: el paso de una etapa o fase a otra. Puede que les ayuden a superar la etapa en la que el bebé se da cuenta que no es parte de la mamá, si no que es una persona aparte, que les ayuden a dejar de ser bebés para alcanzar la niñez, les ayude a acostumbrarse a cambios (como la llegada de un hermanito o el divorcio de sus padres), o quizás les alivie la ansiedad por separación cuando su mami se reincorpore al trabajo…
En cualquier caso, son etapas intermedias en las que los pequeños necesitan aferrarse a algo que les proporcione seguridad y confort. Las llamadas brazadas u objetos transicionales son un acto de amor de un niño hacia un objeto. Objetos a los que poder vincularse porque el niño necesita mucho ser abrazado y abrazar. Actúan como sustitutos de los abrazos que necesita.
Nuestra sociedad fomenta los objetos de apego
No todas las sociedades impulsan los objetos de apego en los bebés, pero en nuestra cultura se fomenta mucho la independencia de los niños desde que son bebés. Los padres debemos separarnos muy pronto de nuestros hijos e hijas para salir de casa a trabajar, poder ganar dinero y así estar dentro del sistema social y productivo establecido. Sin embargo, los bebés no están preparados para separarse de nosotros tan pronto.
Los bebés humanos son totalmente dependientes de su cuidador. Sin ellos no sobrevivirían. Pero no solo las necesidades más básicas de los bebés son importantes (alimentación, refugio, ropa, etc.). También tienen otras igual de importantes: las necesidades emocionales, de afecto y de contacto directo con sus cuidadores principales.
El bebé necesita crear un vínculo afectivo con su cuidador para sentirse seguro, protegido y querido. Resulta imprescindible para su bienestar emocional del futuro. Cuando, por el motivo que sea, el niño tiene que separarse de sus padres (yendo a dormir solo en otra habitación, por ejemplo), necesitan establecer otro vínculo temporal para satisfacer su necesidad de seguridad y confianza que les hace sentir bien.
¿Cuánto tiempo le durará la necesidad de su objeto de apego?
Ya puede estar roto, viejo, mordido, babeado o feo pero el objeto de apego seguirá siendo muy importante para el niño, que lo llevará a todas partes o lo buscará cuando necesite consuelo. Aunque muchas madres y padres se plantean quitarles ese objeto cuando ya no son bebés, debe ser el propio niño o niña quien decida cuándo está preparado para dejarlo.
Por lo general, la edad habitual a la que un niño se apega a un objeto suele ser entre los cuatro y los seis meses de edad. Dicho apego puede durar hasta los 12 años. Sin embargo, cada niño y niña es diferente. Lo habitual es que el objeto pierda significado y valor de forma progresiva, hasta que ya no lo necesite.
Así que es recomendable permitir al niño su uso hasta que desarrolle de manera gradual otros recursos que le permitan gestionar sus emociones sin dificultad y con soltura. Entretanto podemos esforzarnos por darles cariño, hacerles sentir amados y hacerles entender que aunque papá y mamá no siempre pueden estar presentes, siempre regresarán.
Incluso puede decidir guardarlo para siempre. ¡Y no hay nada de malo en ello! Muchos adultos guardan su peluche favorito de la niñez. Conservar recuerdos de infancia con cariño es algo maravilloso.
¿Qué hago si se pierde o necesito quitárselo para lavarlo?
Por ser el compañero inseparable de tu hijo, el conejito blanco con el que va a todas partes puede acabar adoptando un feo color gris… Por supuesto, la higiene es importante pero, en el caso de los objetos de apego, es un tema un poco complicado… porque parte de su encanto es el olor que ellos mismos dejan en él cuando lo babean, lo arrastran, lo sudan… A ellos no les da asco, sino todo lo contrario. ¡Eso lo hace aun más personal, único y especial!
Así que si lo vas a lavar ten mucho cuidado, porque el aspecto y el olor que ha adquirido por uso continuado y el contacto con la piel de tu peque, será determinante y puede ser rechazado por el niño si al lavarlo cambia su imagen, textura o aroma habitual.
Quizás puedas tratas de higienizarlo con un spray específico y no tóxico para niños. O puedes conversar con tu peque para que se dé un baño en compañía de su peluche favorito… Pero nunca le engañes para lavarlo sin que se dé cuenta porque notará el cambio y no te perdonará con facilidad. Y, desde luego, bajo ningún pretexto se lo arranques de las manos para meterlo en la lavadora. Tu hijo sentirá que no les estás tratando, ni a él ni a su objeto especial, como se merecen.
1 responses on "¿Tu bebé tiene un objeto de apego? ¡No se lo quites!"