¡S.O.S: Mudanzas con niños!

Cómo sobrevivir a una mudanza en familia

Las mudanzas son caóticas y estresantes por definición. Los adultos las llevan mal y los menores peor. Cambiar de ambiente y de hábitos descoloca y estresa mucho a los más peques de la casa. Por eso es importante ayudarles a asumir paulatinamente el cambio y a adaptarse a la nueva casa y al nuevo barrio.

¿Cómo afecta la mudanza a un niño?

Si los adultos se desubican con las mudanzas y los cambios de ambiente, para los pequeños es aún peor. Ver todas sus cosas empaquetadas y su habitación vacía, no entender nada ni ser capaces de imaginarse a dónde van o cómo será su nuevo barrio, ver a sus padres estresados y malhumorados y no poder correr de aquí para allá sin tropezarse constantemente con una caja… puede estresarles, confundirles, malhumorarles o desconcertarles.

 

¡S.O.S: Niños y mudanzas!

 

Para evitar el miedo al cambio, la angustia por lo desconocido, el nerviosismo o la tristeza, lo mejor es seguir ciertas pautas:

¿Qué puedo hacer para que la mudanza no le afecte negativamente?

Visitar con los peques todas y cada una de las viviendas candidatas susceptibles de convertirse en nuestro nuevo hogar familiar es, evidentemente, una locura… Pero lo que sí es sensato, es comenzar a explicarles que queremos mudarnos a una casa más bonita, más grande, en mejor zona, con piscina o cerca de un parque…

 

 

Asimismo, es conveniente llevar a nuestros hijos e hijas con nosotros para visitar en familia la vivienda finalmente elegida unos días antes de la mudanza, para que se acuerden de ella y sepan dónde van cuando llegue el momento del traslado.

En la medida de lo posible, presentarles la nueva casa ya limpia y atractiva, recién pintada y vacía de trastos hará que, de entrada, ya les entre por los ojos ¡incluso aunque aún se encuentre vacía! Al fin y al cabo, la primera impresión importa muchísimo.

Entusiasmarles con el nuevo hogar

Cuando tengáis claro que habéis encontrado «la casa de vuestros sueños» (como se suele decir), aprovechad los diversos viajes que seguro haréis a ella antes de habitarla definitivamente para visitarla en familia.

 

S.O.S: niños y mudanzas

 

Empezamos a imaginaros los espacios juntos, diciéndole al peque cosas como: «¿Te imaginas qué chula quedaría tu bola del mundo aquí?», «¡Mira, aquí podemos poner la pecera y allí poner la maceta con los tomatitos!» y cosas por el estilo, que les ayudan a imaginar y convertir en suyos los espacios que todavía están vacíos y resultan impersonales.

Os parecerá una tontería, pero los peques tienen una gran imaginación y son capaces de personalizar espacios mejor que nadie. El día de la mudanza a nuestra actual casa, mi hijo tenía clarísimo que su lugar favorito era el espacio exterior, y también sabía dónde quería colocar sus cosas y en qué baño dejar sus juguetes de agua, porque llevábamos tiempo asociando rincones a sus cosas e imaginando juntos la disposición de los objetos. A veces basta con preguntarles para hacerles partícipes.

 

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De mudanza con la casa a cuestas: etiquetar bien todo

Esto parece algo obvio, pero sé por experiencia que muy poca gente lo hace. Yo tengo más experiencia con las mudanzas de la que quisiera, ya que, debido a mi trabajo como periodista, me pasé una década de mi vida cambiando de ciudad constantemente. Por eso sé que a la hora de empaquetar las cosas hay que ser muy concreto.

No basta solo con rotular «salón» o «cocina». Si lo que hay dentro de una caja es una cubertería, pon justo eso. Si contiene los dos primeros cajones de tu antigua cocina pon «cajones cocina», porque ser precisos os va a hacer la vida mucho más fácil.

 

¡S.O.S: Niños y mudanzas!

 

Mientras empaquetas crees que será fácil volver a localizar todas tus cosas, pero quizás te resulte imposible desempaquetar todas las cajas de golpe durante los primeros días (sobre todo si pensáis hacer reforma, pintar las paredes, cambiar el suelo o necesitáis comprar o montar muebles). Así que trata siempre de tener localizado y a mano lo que puedas ir necesitando en cada momento. Especialmente las cosas de los niños.

Controlad vuestros niveles de estrés, los peques son esponjas

Nuestro estado de ánimo les va a resultar contagioso durante todo el proceso. De esta forma, si siempre nos ven estresados o malhumorados, no asociarán sensaciones positivas a la mudanza. Mostrar entusiasmo para contagiarles ilusión y alegría (por más cansados que estemos de hablar con agentes inmobiliarios, de patear calles y de mirar casas), es importante para ir preparando a los chiquitines de cara al tránsito.

 

S.O.S: niños y mudanzas

 

La mudanza se puede convertir en una aventura divertida para ellos, si los adultos lo llevamos bien. Pero si no nos sentimos capaces de realizarla sin contagiarles una mala impresión (de nervios, tensión, cansancio y otras sensaciones negativas) o incluso nos estresa aún más tenerles por medio, lo mejor es que en el tiempo que dure el traslado les dejemos durante el día con alguien de confianza para que no relacionen todo esto con el cambio de casa y lo comiencen a vivir negativamente.

El ambiente positivo es fundamental para conseguir que tengan una buena predisposición al cambio. Una vez con sus cosas en la nueva casa y sin cajas de por medio, podemos llevarles para que vayan familiarizándose con el nuevo espacio y se reencuentren con sus cosas, aquellas con las que ya están familiarizados a pesar de encontrarse en un escenario aún desconocido.

Coloca lo primero sus cosas para que pueda familiarizarse cuanto antes con su espacio

Asegúrate primero un entorno seguro para ellos en toda la casa (coloca vallas en puertas y/o escaleras, barrotes en ventanas, etc.) para poder dejar que exploren a sus anchas. Así todos ganaréis en tranquilidad. Después monta su cuarto y coloca en él sus cosas. Cuando esté listo, llévales a conocer su nueva habitación. Cuanto antes se vean de nuevo rodeados por sus cosas, tanto mejor. Así se quedarán mucho más tranquilos.

 

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No aproveches este momento para tirar sus cosas viejas o rotas. Si hay algún trasto del que llevas tiempo queriéndote deshacer y a ellos les encanta, no pienses que es buena idea aprovechar el momento para librarte de él. Sus objetos personales, como sus juguetes o libros, son todo su mundo y les dan tranquilidad. Solo teniéndolos cerca se sentirán verdaderamente en casa.

Pasear a menudo por el nuevo barrio

Por lo general, desde que señalas una casa hasta que te mudas a ella pasan al menos varias semanas. Emplead este tiempo de feliz espera en pasear a menudo por el nuevo barrio para que el peque se vaya familiarizando con el nuevo entorno y no le resulte por completo desconocido en vuestros primeros días allí.

 

 

Descubrir de antemano dónde está el supermercado, el parque infantil o la farmacia, dónde conseguir frutas y verduras frescas, comer un helado, ir al médico, coger el autobús o comprar el mejor pan del barrio os hará sentir a todos menos desubicados tras la mudanza. Los peques, además, comenzarán a memorizar rutas y espacios.

Localizar las áreas family friendly

Durante vuestros paseos por el barrio, explorad tanto la nueva urbanización como las zonas adyacentes. Prestad especial atención a los lugares kids friendly.

De esta forma, localizaréis muy pronto los espacios de los que empezaréis a disfrutar a diario cuando estéis recién mudados: los parques infantiles, las zonas de columpios, el carril bici, los restaurantes, esa cafetería con parque de bolas (que te salvará la vida en las tardes lluviosas de invierno) o la mejor heladería donde pasar las largas y calurosas sobremesas de verano.

 

 

Una vez instalados en vuestro nuevo hogar, bajad todos los días a la calle un ratito para disfrutar de vuestros nuevos espacios especiales y comenzad a tener vuestros favoritos, a generar nuevos buenos momentos y recuerdos familiares.

A mi hijo, por ejemplo, le encanta el chocolate con churros, así que enseguida localizamos una cafetería genial con una terraza de invierno donde podíamos ir durante cualquier época del año (¡y con nuestra perra!). Y en el interior… ¡Había juguetes para peques!

Su entorno, mejor si es el mismo

A veces, sobre todo cuando ya son mayores, cuesta mucho desvincularse de amigos y vecinos y se les echa en falta. A menudo las familias decidimos una mudanza en función de los centros educativos cercanos, a los que queremos que asistan nuestros hijos.

No obstante, en otras ocasiones lo que se decide precisamente es que los niños continúen con sus extraescolares donde habitualmente las practicaban, o que las niñas sigan asistiendo a clase en el mismo colegio porque es el que más nos gusta o nos parece fundamental para su bienestar.

 

 

En la medida de lo posible, debemos evitar que los pequeños sufran demasiados cambios de golpe. Cambiar de casa, entorno, colegio y amigos al mismo tiempo, tal vez sea demasiado para ellos. Es decir, debemos procurar facilitarles el poder seguir viendo a sus amigos o compañeros de clase con tanta frecuencia como nos sea posible si ese es su deseo, incluso aunque hagan nuevas amistades. Ellos marcarán el ritmo.

Evidentemente esto no es siempre posible. A veces las distancias convierten las cosas en poco prácticas o en completamente impracticables. Pero si podéis mantener al menos un par de cosas invariables (sus clases de natación, el parque donde paseaban o el cole en el que estaba tan contento y tenía tantos amiguitos) que le proporcionen seguridad, el peque sufrirá menos el cambio.

¿Es mejor hacer las mudanzas en vacaciones?

Mucha gente aprovecha las vacaciones para mudarse. De esta forma, es mucho más fácil disponer de tiempo libre para la mudanza y esta resulta mucho menos agotadora y estresante.

Tener tiempo libre os va a permitir hacer muchas más cosas en menos tiempo y a un ritmo más pausado. Todo lo cual repercutirá positivamente en el estado anímico de toda la familia. Además, si sois dos y estáis ambos libres, uno puede trasladar y deshacer maletas; mientras el otro distrae al peque en la piscina, juega a la pelota en las zonas comunes o se divierte con él en los columpios.

 

 

Las mudanzas desbaratan por completo las rutinas. Algo que también sucede con las vacaciones. Como no hay cole, los horarios y las actividades varían enormemente. También los lugares en los que disfrutamos de las vacaciones son diferentes a nuestra casa.

Creemos que parte del éxito de que nuestro peque se adaptara tan rápida y fácilmente a nuestro nuevo hogar está en que la mudanza coincidió con las vacaciones. No era la primera vez que viajábamos fuera de casa con él y pensamos que al principio pudo asociar la mudanza a una divertida estancia veraniega. Para cuando asumió realmente que el cambio era permanente, ¡ya estaba completamente acostumbrado a la nueva casa!

Recupera la rutina cuanto antes y evita hacer coincidir nuevos y más cambios

Los hábitos y las rutinas son buenos y necesarios para ellos/as (también para la familia en general). Les aportan seguridad y estabilidad. Por eso, tratad de recuperar vuestra vida normal y vuestros horarios cuanto antes, y realizad como siempre todas vuestras actividades cotidianas.

 

 

Tampoco es bueno hacer coincidir varios cambios al mismo tiempo. Por ejemplo: si el peque aún duerme con vosotros, tal vez no consigáis que de repente quiera quedarse como por arte de magia en su propia camita, solo porque esta sea nueva y bonita. Esperad un poco a que se haya adaptado a su nuevo entorno, y este le haga sentir seguro y cómodo para ir quemando etapas.

A lo mejor no podéis evitar que la mudanza coincida con un cambio de ciclo escolar, pero no forcéis, por ejemplo, el inicio de la operación pañal para hacerlo coincidir con la mudanza, porque demasiados cambios juntos o sucesivos pueden causar inseguridad.

Las visitas al antiguo barrio, ni mucho ni pronto

Sé que mucha gente recomienda a las familias que se mudan realizar visitas periódicas al antiguo barrio para que los niños se adapten con mayor facilidad al cambio y este no les resulte tan drástico. Sin embargo, para nosotros esto no fue en absoluto positivo. Así que, como siempre en todo, dependerá de cada peque.

Nosotros tuvimos hasta que modificar algunos trayectos en coche para no pasar frente a nuestra anterior casa, porque aunque el peque estaba contento con la nueva casa, cada vez que la veía, le daba mucha pena. La señalaba con el dedito y se ponía a llorar porque quería entrar en ella (y ya no era posible, claro).

 

 

Él no entendía que aquella casa ya no era nuestra y no podíamos, simplemente, abrir la puerta y entrar. Sin embargo, si no la veía ni se acordaba de que había existido, y se sentía feliz en su nuevo hogar. Con el tiempo, sí ha sido capaz de ir a nuestro anterior barrio sin sentirse mal.

Si vuestras hijas ya son mayores, puede que les cueste un poco más sentirse a gusto con el cambio. En este caso, sí es más apropiado permitirles visitar a sus antiguos amigos o llevarles a jugar al parque de siempre, como os comentaba en un punto anterior.

Si tenéis adolescentes en casa, debéis estar dispuestos a practicar la escucha activa y validar sus emociones respecto al traslado y los nuevos cambios. También es importantes tener en cuenta sus opiniones y consultarles, en la medida de lo posible, respecto a los cambios. Y dejad que haga propios sus espacios, incluso aunque no estéis encantados con el color que decida para las paredes de su habitación. Será su refugio y ya no es un niño o una niña pequeña. Tiene que sentirla suya. Respetad eso y dadle tiempo y espacio para adaptarse.

 

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No hay una receta mágica para conseguir que nuestra familia se adapte fácilmente a los cambios, pero la paciencia, la empatía y el sentido común pueden lograr lo inimaginable.

Si veis que desde que comenzaron los cambios, vuestros hijos e hijas sufren «regresiones» y parece que dan pasos hacia atrás en su proceso madurativo, es normal. Si aún así, las rabietas se intensifican o ciertos comportamientos y actitudes persisten en el tiempo y os preocupan, podéis consultar online al equipo de profesionales de Criar con Sentido Común en la Tribu CSC. Si sois familia miembro, además, podréis realizar nuestros más de 120 Cursos Online sobre crianza y educación respetuosas totalmente gratis. ¡Feliz mudanza familias!

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