El 18 de noviembre se celebra el Día Europeo del uso prudente de antibióticos. Oímos muchas voces advirtiendo de un aumento preocupante de las resistencias a los antibióticos. Incluso la OMS y el Ministerio de…

Sigue existiendo la falsa creencia de que si hay dolor o inflamación, son necesarios los antibióticos en odontología infantil.
Parece que empezamos a entrar en razón respecto al uso de antibióticos. Pero me da la sensación de que eso rige para enfermedades generales, las que conoce el pediatra. Sin embargo, cuando se trata de odontología, sigue habiendo un exceso brutal de ingesta de antibióticos, tanto en adultos como en niños. Sigue flotando en el ambiente la creencia de que si me duele mucho, muchísimo, es que me tienen que dar un antibiótico fuerte, fortísimo.
Veamos en qué casos sí están indicados los antibióticos en odontología infantil, y en cuáles no.
Antibióticos en odontología infantil: El antibiótico es para la infección, no para el dolor
El antibiótico no quita el dolor. Te puedes atascar de tomar antibiótico y el dolor remitirá, pero por la propia evolución de la patología: un diente agonizante manda señales en forma de un dolor muy agudo. Cuando el diente está muerto, necrosado, el dolor cede.
En el proceso pasan varios días, en los que tanto si te tomas el antibiótico como si no, el dolor se pasa porque el diente acaba muriendo. Las cosas muertas no duelen. En mi especialidad, la inmensísima mayoría de las infecciones que requieren tratamiento antibiótico se deben a caries que han profundizado mucho.
La infección por caries
La caries es un desequilibrio en el ecosistema oral, una disbiosis (¡como las mastitis!) cuyas lesiones, en vez de ser ampollitas como en la varicela, son erosiones que destruyen los tejidos duros de los dientes, a saber: esmalte y dentina.
Cuando los ácidos producidos por las bacterias cariogénicas tras metabolizar la glucosa, están el tiempo suficiente en contacto con el esmalte, empieza a producirse una lesión de mancha blanca, que avanza hacia una erosión, y luego un agujero.
Si el esmalte se termina de perforar, la siguiente capa (la dentina), que es más blanda, se deshace mucho más deprisa. La lesión avanza más rápido y llega a la pulpa. En la pulpa no solo están las terminaciones nerviosas sino también vasos sanguíneos, que conectan con el torrente sanguíneo en general.
Cuando las bacterias infectan el interior de la pulpa del diente, puede verse amenazado todo el organismo. Se ha abierto una puerta de entrada para que los microorganismos y sus toxinas penetren en cualquier órgano, se reproduzcan, hagan abscesos aquí y allá y explotes. Como un Gremlin de los malos, ¿no?
Pues afortunadamente no, nuestra biología está más que preparada para esta cuestión, más aún la de los niños. Tenemos defensas y sabemos usarlas. Dentro de nosotros, no en cajas de farmacia, quiero decir.
Infección autolimitada: Nuestras defensas actúan
Primero de todo, si una muela se infecta, nuestras células van a reconocer esa infección y la van a aislar. Nuestro propio cuerpo va a construir una cápsula alrededor de la lesión, y ahí dentro se va a quedar el pus. Cuando eso empieza a ser un poco grande, hay que deshacerse de ello. Son sustancias de deshecho.
En la punta de la raíz, por lo general, las células abrirán un caminito hacia el exterior, desde el interior del hueso hacia la encía, atravesando la propia encía. Lo veremos como un “granito” rojizo o blanquecino en la zona de la raíz del diente en cuestión. A veces ese granito se hincha, y a los pocos días se deshincha. Es una fístula de drenaje.
Esta funciona como la desembocadura de una alcantarilla. Los restos están saliendo, hay infección pero NO se está quedando dentro del cuerpo. El organismo se está librando de ella, está ganando la batalla. Tan normal y tan frecuente es esto, y tan indoloro, que normalmente pasa desapercibido.
En la exploración lo ves y el padre te dice: “sí, hace tiempo que lo tiene, pero nunca se ha quejado”. Claro, porque como el pus está siendo expulsado, no se queda dentro. Si se queda dentro sí puede molestar, pero tampoco es un dolor que impida dormir o hacer vida normal. Es un dolorcillo, un “tengo algo aquí”. Es una infección crónica autolimitada.
Dar antibiótico para esto es una burrada de primer orden. Un absceso que fistuliza está siendo tratado de forma natural por el propio organismo. La causa es la lesión de caries, y eso es lo que hay que tratar. El antibiótico aquí no soluciona nada en absoluto.
La indicación en estos casos es de no dar antibióticos, como reconoce cualquier sociedad científica al respecto (AEDE, SEOP, etc.). La curación se producirá si hacemos la extracción, o pulpectomía. En el peor de los casos, la muela se irá pudriendo poco a poco y cayéndose a trocitos.
Infección expandida: Es necesario el uso de antibiótico
Otra cosa distinta es si, por diversos motivos, la infección en vez de ser localizada, se empieza a expandir. ¿Y cómo reconocemos eso? Pues porque puede haber fiebre, malestar general, dificultad al tragar o al respirar y una inflamación importante (típica imagen de media cara inflamada que llega casi a cerrar el ojo).
Vamos, que se ve a tres metros, no tiene el paciente que abrir la boca para que veas un granito en el fondo de la encía. En ese caso las medidas de contención locales no están actuando bien y ahí sí que le hacemos la ola a Fleming y a su gran descubrimiento de los antibióticos. Y no, en estos casos TAMPOCO suele haber un dolor importante.
Ni el dolor ni la inflamación son sinónimos de infección
Una muela es una especie de caja de tejido durísimo por la parte exterior, bastante duro en su siguiente capa, y tejido blando como gelatina (por donde van vasos y nervios) en la zona central. Si una caries atraviesa esmalte y dentina, llega a la pulpa. Entonces esta se inflama, rápidamente y mucho.
La inflamación es el mecanismo normal de defensa ante una agresión. Cuando la pulpa se inflama (es lo que llamamos una pulpitis), duele mucho. Muchísimo. Resulta desesperante (dicen que más que un cólico de riñón). Pero eso NO es una infección. Es una inflamación. No ha dado tiempo aún a que salga una infección. Primero, hay que bajar la inflamación.

La forma más eficaz es acudir al dentista que, tras una correcta anestesia, abrirá la muela produciendo una “descompresión”. En muchas ocasiones del interior de la muela comienza a manar sangre: el tejido inflamado está muy vascularizado, presionaba mucho y de ahí el dolor. Basta abrir la muela y es como una presa en la que se abren las compuertas: deja de doler inmediatamente. No ha hecho falta ni medio miligramos de ningún antibiótico.
Por tanto, dejemos los antibióticos para lo que están. Las Guías Clínicas y los protocolos lo dicen clarísimo. Un paciente sano, sin inmunodepresión de ningún tipo, no es tan frecuente que tenga una infección que requiera antibióticos. Tenemos ya un GRAVE problema con las resistencias bacterianas, con las alergias y con los ingresos hospitalarios por mal uso de fármacos. No sigamos por ahí.
Si tienes dudas sobre el uso de antibióticos en odontología infantil, quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, estaré encantada de atenderte en la Tribu CSC, donde además puedes consultar al resto de miembros de nuestro equipo de expertos en salud materno-infantil y crianza respetuosa.
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