Este es el segundo de tres artículos en los que explicamos los pilares del éxito a la hora de aplicar la filosofía Montessori. Anteriormente habíamos hablado sobre el ambiente preparado y nuestra mirada al niño. Tal…
Cuando queremos aplicar la pedagogía Montessori, tanto en la escuela como en el hogar, hemos de saber que hay tres pilares de éxito en los que centrar nuestros esfuerzos: el niño, el ambiente preparado y el adulto. Hoy nos centraremos en el niño, y en su mente absorbente.
El niño, el primer pilar del éxito Montessori
Estos tres pilares son el resultado de las investigaciones que realizó María Montessori sobre los trabajos de los médicos franceses Jean Itard y Eduard Sèguin; y el del célebre pedagogo suizo, Pestalozzi.
Hoy vamos a profundizar en la mirada montessoriana al niño. Todo el método pedagógico Montessori está centrado en el niño, en lugar de en el maestro: se ama al niño y se le permite que exprese su esencia.
Se confía en el niño y en su “maestro interior”, se respetan sus ritmos y se le da la oportunidad de construir su propio aprendizaje en base a su interés. Permitiéndole, también, equivocarse y aprender de sus errores (de hecho, los errores son bienvenidos en Montessori, ya que son una de las mejores maneras de aprender).
La mente absorbente
Seguro que muchas veces has pronunciado la frase “los niños son como esponjas”, y es que aprenden todo sin necesidad de explicárselo. ¿Acaso les mostramos un libro de gramática para que aprendan a hablar? Sin embargo, ¿por qué nos cuesta tanto aprender un nuevo idioma de adultos?
Si comparamos nuestra habilidad de adultos con la de los niños, necesitaríamos sesenta años de duro trabajo para conseguir lo que el niño logra en sus tres primeros años. María Montessori
Los niños y niñas tienen durante su infancia una sensibilidad especial para observar y absorber todo en su ambiente inmediato. Esta capacidad única en cada niño y niña de aprender cómo adaptarse a la vida, es lo que se conoce como neuroplasticidad,
Esta mente que lo recibe todo, que no juzga, no retrocede, no reacciona. El niño realiza la encarnación para ser igual a los demás hombres, para adaptarse a la vida con ellos. María Montessori
María Montessori explica todo esto en uno de sus libros más conocidos: La mente absorbente, en el que habla también de los planos del desarrollo y los períodos sensibles.
Los períodos sensibles
El Ser Humano pasa de la infancia a la adultez a través de 4 períodos evolutivos. Cada uno presenta características radicalmente distintas de los otros, pero constituye los fundamentos del período sucesivo. Se les conoce como planos del desarrollo, y coinciden con las diferentes etapas educativas:
- Infancia: de 0 a 6 años (educación infantil)
- Niñez: de 6 a 12 años (educación primaria)
- Adolescencia: de 12 a 18 años (educación secundaria)
- Madurez: de 18 a 24 años (educación universitaria)
Esta representación con triángulos invertidos es una de las más conocidas: las etapas en color rojo corresponden a períodos creativos, de construcción y de grandes cambios; y las etapas de color más claro son fases de asentamiento, más calmadas. Además, las líneas descendentes significan progresión (como, por ejemplo, de 0 a 3 años) y las ascendentes representan regresión (de 3 a 6 años).
María Montessori defendía que la infancia es la etapa más importante de la vida del Ser Humano, la que más debemos cuidar. Esta a su vez se divide en dos sub-etapas:
- 0-3 años: el creador inconsciente. Es una etapa de progresión en la que se alcanzan los hitos más importantes del ser humano. El movimiento, el lenguaje, la toma de conciencia de los poderes sensoriales, las funciones psíquicas, etc.
- 3-6 años: el trabajador consciente. Es una etapa en la que podemos observar ciertas regresiones, pero en la que el niño va a desarrollar las funciones que fueron creadas en la etapa de 0 a 3, utilizando constantemente sus manos (regidas ya por la inteligencia) y logrando realizar trabajos humanos. Es la edad bendita del juego, a través del cual se produce todo el desarrollo.
Durante la infancia se atraviesan la mayoría de períodos sensibles, que son ventanas de oportunidad en el tiempo en las que el niño demuestra capacidades inusuales para adquirir habilidades particulares, ya que es cuando se despierta su interés por las cosas.
Por ejemplo, ¿te suena esa fase en la que están aprendiendo a andar y quieren que les demos la mano una y otra vez para ponerse de pie y echar a caminar? ¿O esa otra en la que nos hablan con esa lengua de trapo tan característica, que hace que los padres muramos de amor, aunque no entendamos nada?
Están muy relacionados con la mente absorbente, por eso es muy importante que padres y educadores conozcamos los períodos sensibles y ofrezcamos ambientes preparados para maximizar estos aprendizajes naturales y espontáneos.
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