Hoy escribo, probablemente, uno de los posts más personales y más difíciles, para mí. Hace tiempo que quería escribir sobre mi experiencia con la episiotomía, pero hay heridas que hay que cicatrizar bien antes de…
Hace cuatro años y medio nació mi primer hijo. El embarazo fue la etapa más feliz de mi vida; no había nauseas, dolores ni nada; solo estaba feliz. Pero llegó la semana 40 y mi hijo no quería salir a conocer el mundo, estaba muy a gustito dentro de mami.
En la semana 41 me dijeron que me tenían que provocar el parto porque no tenía agua en la bolsa así que fui a urgencias nerviosa y bastante decepcionada, porque yo estaba esperando ese día en el que de repente mojaría mis pantalones o empezaría con dolores.
Me lo provocaron y no dilataba, fueron 38 horas horribles porque a mi hijo se le iba el latido y tenía que estar cambiando de postura cada poco tiempo, mientras y le hacían pruebas de pH para ver el sufrimiento fetal.
Yo solo quería que me lo sacaran ya, porque no podía más, y pedía a gritos una cesárea. Decidieron que me la hacían, pero entonces cambiaron el turno y la nueva matrona dijo que no, y esto casi le cuesta la vida a mi hijo.
Tres horas después me llevaron a otra prueba de pH y me dijeron que por fin había dilatado, que empujase. Estaba sola, sin mi pareja (que le habían dicho que se quedara en la habitación) y muerta de miedo. Empujé y lo sacaron con fórceps, y cuando salió no lloraba.
Me dijeron que había salido deprimido y se lo llevaron. Yo solo quería oírle llorar y les decía “que no llora, que no llora”. Sola allí, muerta de miedo, fueron los peores minutos de mi vida. Y casi cinco años después aún no puedo contarlo sin que se me salten las lágrimas, como ahora mismo mientras escribo esto. A los minutos, que a mí me parecieron horas, me lo trajeron y por fin pude conocer a mi príncipe azul.
El primer año fue muy duro porque no dormía apenas, y ahora que he tenido a mi segunda hija me doy cuenta también de que fue tan duro por no tener experiencia y simplificar las cosas.
Hace nueve meses nació mi hija. El embarazo fue más duro, con náuseas y un cólico de riñón que me quería morir, pero el parto fue maravilloso, bueno, una vez puesta la epidural. Fueron tres horas malas hasta que me pusieron la epidural y a partir de ahí fue de libro. Salió perfecta y nos dejaron dos horas en la sala de dilatación para hacer piel con piel, cosa que con mi hijo no pude.
La lactancia genial y también duerme mucho mas, aunque es cierto que ella ha dormido conmigo desde el principio (con mi otro hijo no me atreví). Hacemos colecho, se alimenta mediante Baby-led Weaning y todo es mucho más sencillo. Ojalá hubiera estado tan segura de todo con mi otro hijo.
Hay días que con los dos es un caos pero cuando los ves interactuar mueres de amor. Tener hijos es duro pero el amor que te dan supera con creces las noches sin dormir, las inseguridades y el estrés.
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