¿Alguna vez has escuchado que prohibir es despertar el deseo? ¡Seguro que sí! Para el cerebro de los niños es difícil decodificar una negación, pero no solo les pasa a ellos; a los adultos nos…
No tomes decisiones en caliente. No escribas en caliente. Reflexiona antes de decir algo de lo que te puedas arrepentir, Armando.
Pues no. Hoy me da exactamente igual. Hoy no voy a esperar a mañana para decir esto, porque es hoy cuando lo tengo que decir.
A menudo, cuando doy alguna charla, alguna conferencia, acabo con dos frases que desde hace muchos años se convirtieron en esa pequeña guía a la que me aferro cuando aparecen las dudas, o fallan las fuerzas:
¿Qué mundo dejamos a nuestros hijos?
¿Qué hijos dejamos a nuestro mundo?
Si me hago estas dos preguntas tengo muy pocas probabilidades de equivocarme en mi paso por la vida… como persona que se preocupa por el mundo en el que vive, el presente; y como padre que se preocupa por los tres hijos, sus tres niños varones, que son presente y futuro.
Pues bien, estas dos preguntas son una estupenda guía, pero a la vez una presión constante que a menudo ahoga mucho, demasiado. Porque uno querría poder llegar al final de sus días pensando que sí hizo algo que pudo ayudar en ambos casos, pero cada vez tiene menos esperanza, porque poco a poco va descubriendo que la gangrena se extiende. Que la infección afecta cada vez a más personas. Que la podredumbre de esta sociedad enferma, que languidece, se extiende por momentos.
O eso, o es que siempre ha estado podrida y uno lo único que acaba de hacer es asomarse por la herida para ver hasta dónde llega el mal. Yo, que veía de lejos una herida que parecía poder curarse con el tiempo, ahora miro adentro y veo que se precisa hacer mucha limpieza, pero mucha, para que empiece a crecer tejido sano.
Y lo peor es que mientras eso sucede, nos giran la cara para que miremos el granito que acaba de salir un poco más arriba. Y hala, todos a pasar días y días mirando el granito, mientras la herida huele cada vez peor. Y oye, que el granito ya no está, pero si te fijas, ahí hay otra lesión que parece una heridita.
Ya basta. Me da igual la heridita, me da igual el granito. El enfermo se muere. Deja de hablarme de tonterías. Y no, no me digas que otros enfermos están peor. A mí me importa este, y empiezo a tener dudas de que seamos suficientes los que intentamos que mañana el enfermo pueda salir a la calle a respirar, notar el sol en su piel, sonreír y dar las gracias porque se encuentra mejor.
Se nos muere, se nos va. Con cada caso de corrupción, con cada político que se agarra a la silla aun cuando merecería acabar preso, por cada mentira, por cada juicio amañado, por cada robo a manos llenas, por cada engaño, por cada persona a la que le hacen creer que están luchando por nosotros… y por cada juicio en el que la persona que debería ser protegida, acaba siendo culpable.
Que te violaron cinco indeseables, te destrozaron la vida cuando acababas de cumplir tu mayoría de edad, y la culpa fue casi tuya por no intentar algo.
No se aprecia dolor en los vídeos, dice. Vídeos que grabaron sin tu consentimiento. Vídeos que hicieron mientras te penetraban de todas las maneras posibles. Y cerrabas los ojos, deseando que acabara.
Necesitamos jueces que en vez de mirar y valorar los actos de la víctima, miren al agresor. Y que en el momento de ver las pruebas, se sitúen en el centro de atención: «Esa chica soy yo. Soy un juez. Me han cogido cinco hombres que me hacen un gesto de silencio, para que ni hable ni grite. Me bajan los pantalones, me bajan los calzoncillos. Empiezan a penetrarme. Uno introduce su pene en mi boca. Ahora otro. Pienso en morderle, pero sé que son cinco y podrían acabar con mi vida. Tampoco podría escapar. Mantengo los ojos cerrados. He bebido. Aunque grite… ¿quién me va a oír? Pronto acabarán. Al menos estaré vivo. Siguen penetrándome. Se intercambian. Me están grabando. No sé quién tengo detrás. Jadea. Tiene un orgasmo. Eyacula dentro de mí. Otro se pone en su lugar. Basta, por favor. Otro me graba. Dejadme en paz. Vuelvo a oír jadeos… Parece que han acabado. Me dejan desnudo, mojado, pegajoso de sus sexos y su semen. Decido llamar para pedir ayuda. Me han robado el móvil. Pero ya no soy un juez. Soy un joven de 18 años al que le acaban de destrozar la vida.»
Y ojo, que el símil jamás se aproximará a la realidad, porque hablamos de un joven, de un hombre joven, que aún podría decir que tiene suerte, porque es un hombre, y como tal las probabilidades de volver a sentirse amenazado son muy pocas.
Educarlos para que no sean unos indeseables
En realidad yo venía a explicar lo siguiente… pero he empezado con la introducción y (lo siento), me ha quedado un poco más larga de lo que esperaba.
Yo venía a contar que los que tenemos hijos varones tenemos mucho que hacer y decir. Porque una mujer no será agredida si no tiene delante a un agresor. Y la culpa es siempre de quien abusa, agrede, viola, daña, pega y mata.
¿Y qué podemos hacer? Pues a mí se me ocurre lo siguiente, asumiendo que podría estar equivocado y que podría hacerlo aún mejor, porque siempre se puede hacer mejor.
1. Ser un ejemplo
Educar es todo aquello que hacemos cuando no estamos educando, así que lo que ven en casa es lo que consideran normal. Nuestros hijos tienen que ver que mamá respeta a papá y que papá respeta a mamá. Y tienen que ver que tanto mamá como papá les respetan a ellos. Nadie hace uso de la fuerza ni de la violencia verbal ni física para conseguir las cosas, sino que hacen todo lo posible para llegar a acuerdos por la vía del diálogo.
2. Papá y mamá tienen los mismos derechos y deberes
Si papá y mamá los cuida, si papá y mamá se encargan ambos de la casa, si ambos son co-responsables de las tareas del hogar y de su educación, estarán viviendo en un clima de igualdad.
3. Las cosas no se arreglan con amenazas, ni pegando
Ni entre los miembros de la pareja, ni con los hijos. Hay que evitar pegarles (ni siquiera aquello del cachete a tiempo) porque entonces estaremos consiguiendo lo que queremos mediante el daño y el dolor. No deben pensar que está bien que arreglemos las cosas de ese modo porque no deben tener nunca la tentación de arreglarlas ellos con los demás de la misma manera.
4. Se sienten queridos y acompañados
Pasar tiempo con ellos, hablar de las cosas que a cada uno le preocupa y hacerles partícipes de nuestras vidas hará que se sientan queridos, importantes y con un adecuado nivel de autoestima.
Los niños que se sienten apartados, ajenos, tienen más probabilidad de caer en el «mis padres no me escuchan, no les importo, nunca han estado por mí cuando los necesitaba… pasan de mí», a riesgo de que empiecen a buscar notoriedad allí donde no deberían, del modo que no deberían.
5. Sois importantes, pero no los más importantes
Acompañarles, pero no ser sus mayordomos. Si les evitamos cualquier frustración, si no los dejamos crecer y afrontar los problemas, porque se los solucionamos nosotros, pueden llegar a pensar que el mundo gira en su derredor y que tienen el derecho de exigir que los demás estén a su servicio.
Corremos el riesgo de que pasen de pedir a exigir, que nuestra relación con ellos sea de sirvientes y que, cuando busquen una pareja, pretendan hacer lo mismo, tener una mujer que les sirva, a la que puedan y deban exigirle cosas. Nos necesitan como padres que los acompaña, con nuestras necesidades, principios y deseos propios.
6. Qué y qué no es la amistad
Que sepan que tener un amigo es tener cerca a alguien que te da mucho a cambio de nada, y viceversa. Que los amigos y las amigas merecen todo el respeto por su parte y que ellos deben exigir el mismo respeto. No es amistad si hay un interés de por medio y no es amistad si se pierde el respeto.
7. Qué es el machismo
Que los hombres y las mujeres, aunque diferentes físicamente, somos exactamente iguales. Iguales en cuanto a derechos y deberes. Iguales en cuanto al respeto que merecemos. Iguales a ojos de la sociedad. Iguales en una relación de pareja, donde ninguno de los dos tiene que controlar al otro, ni decir lo que tiene que hacer, porque ninguno es posesión de nadie.
8. Nadie es de nadie
Ellos no son nuestros, como dice Khalil Gibran, sino que vienen a través de nosotros para seguir aquí cuando nosotros nos vayamos. De igual modo, las mujeres no son nuestras. Están con nosotros porque quieren, porque nos une el amor, el cariño y el deseo de tener una vida en común.
9. El amor, a veces, se acaba
No es que haga falta mencionarlo explícitamente, pero si una pareja cercana o conocida se separa, se puede hablar con ellos. A veces se acaba el amor. A veces una pareja se da cuenta de que la cosa no ha funcionado y deciden seguir la vida por separado.
Y eso está bien. Está bien porque cuando decimos «Qué hijaputa, que le ha dejado» o «Qué hijoputa, que la ha dejado», ellos pueden entender que todo se reduce a un culpable y una víctima, y que la víctima puede tener deseos de venganza o derecho a vengarse.
10. No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan
Debe ser una máxima en sus vidas, que jamás le hagan a nadie nada que no quieran que les hagan, ni aunque sus amigos les inciten a hacerlo, ni aunque todos los demás lo hagan. Si creen que no está bien, si a ellos no les gustaría, que no lo hagan.
11. Que nunca permitan que hagan con su cuerpo lo que no quieran hacer
Deben saber que nadie puede ni debe obligarles a hacer algo que no quieran, y en consecuencia ellos no tienen derecho a hacer nada a nadie que no les haya dado permiso para hacerlo. Deben respetarse a sí mismos, hacerse respetar y respetar a los demás.
12. No callar
Lo más probable es que ellos tengan claro que no tienen derecho sobre la vida de nadie, ni sobre su cuerpo. Pero sí son alguien para no callarse, porque sí es probable que sean testigos de actos, o de conversaciones de otros chicos que sí hagan comentarios machistas. No deben callarse ni girar la mirada, pues el silencio no ayuda en absoluto, y como dijo Gandhi: «Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena».
Somos actores principales, somos responsables
Los padres de hoy somos los encargados de que la violencia de género no se siga transmitiendo. La generación anterior, la que nos educó a nosotros, no lo consiguió, porque la violencia de género no está solo en una violación, sino en las cifras de asesinato, en cada agresión, cada insulto, cada humillación y casi, casi, en cada rincón.
Quizás no podamos cambiar el mundo (aunque no nos queda otra que seguir intentándolo, porque si no, ¿qué sentido tiene nuestro paso por la vida?), pero sí podemos actuar con nuestros hijos, y si nuestros hijos dejan de transmitir esa violencia, ellos sí podrán cambiar el mundo.
Educarlos desde que son pequeños
Es un tema que me preocupa, por todo lo que he expresado en esta entrada. Por eso hace unos meses hablé con Alma García, psicopedagoga, y le pedí que impartiera un Seminario Online para madres y padres, sobre la educación sexual al principio de todo. No esa que se da cuando el niño empieza a preguntar, o justo antes de la pubertad. Esa que debe iniciarse (que las madres y padres debemos iniciar), antes de que los medios, las revistas, la tele y la gente, empiecen a ofrecer estímulos, inputs, lecciones, frases y sentencias, que moldeen los roles de género, sus ideas y sus creencias.
Ese Seminario lo podéis ver ya en diferido, y es gratis si formáis parte de la comunidad «Criar con Sentido Común», una comunidad en la que no pagas nada el primer mes, para que puedas conocernos, a un montón de madres, padres y profesionales que seguimos preocupados por el mundo que dejamos a nuestros hijos, y los hijos que dejamos a nuestro mundo.
Me ha encantado este post. Los padres somos los que debemos educar, si no lo hacemos lo harán otros y otras cirsuntancias y eso ya es incontrolable. Tomemos el control s la educación de nuestros hijos.
«No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan». Eso me lo enseñaron de pqueña y es lo que trato de enseñarles. Es algo que funciona absolutamente para todos los ámbitos de la vida. Todos.
Excelente post y muy necesario. Por desgracia tenemos mucho que trabajar en este sentido, como padres , como educadores, como sociedad. Es cierto que la familia tiene un papel fundamental en la educación y transmisión de valores , pero obviamos el papel que tienen otros medios e instituciones. Por ejemplo, los medios de comunicación, la publicidad, los dibujos de animación, los juguetes, etc. Si se siguen mandando mensajes sexistas y se continúa transmitiendo estereotipos de género, habremos ganado nuestra batalla pero no la guerra.
La introducción del artículo, lo mejor.
El resto… light, realmente la violencia de género y la desigualdad de género se llama «de género» por algo, por cifras.
Lo suyo es poner el acento ahí.
Pero está muy bien que te decidieras a escribirlo y publicarlo, hace falta abrir muchos ojos, y sobretodo que esos ojos empiecen a mirar PERSPECTIVA DE GÉNERO, de lo contrario seguimos estando perdidas…
Creo que no puedo sumarme a los comentarios sobre la excelencia del post sin poner un pero. Y es que parte de la educación de esos niños también debería ser enseñarles lo que es un estado de derecho, y cual es la función de los jueces, que deberían desempeñar sus funciones de forma independiente, y aplicando la ley, no en base a sus propios sesgos o sentimientos. Hechos probados, no ideología.
Aunque luego esto no sea del todo cierto en el mundo real, desafortunadamente.
Por lo demás, coincido en lo que apuntas. Muy especialmente, en esa preocupación por la sociedad futura, que será la que legaremos a nuestros hijos; hija en mi caso.
Muy de acuerdo Nacho… y muy preocupante: ¿quién juzga al juez?
Un abrazo!
Estoy prácticamente de acuerdo en casi todo, lo único que quiero resaltar es en la educación (como en todo), no hay blancos y negros, existen una amplia gama de grises e infinidad de matices.
Y no debemos de perder de vista que las personas somos animales, racionales, pero animales que venimos con nuestros instintos de supervivencia y para conseguir esa supervivencia tendemos a dominar.
Como consecuencia de lo anterior me pregunto:
¿Debemos de permitir que cuando hay un menor de corta edad, no pueda existir conversación ni ninguna otra actividad, que no sea con el menor de protagonista?
¿Debemos de permitir que este menor pegue reiteradamente a otros menores e incluso a adultos de su familia (Padres, Abuelos, etc.)?
Si estas dos cuestiones vienen sucediendo, ¿Cómo se puede impedir sin ejercer ningún tipo de violencia?
Hola Paco. La respuesta a ambas preguntas es no, si sentís que debe ser no.
Si queréis poder hablar los adultos, y el pequeño esta ahí, quizás haya que buscar la manera de que estando presente ni él ni los adultos se consideren excluidos… Tocará jugar con él a algo tranquilo mientras sigues la conversación. Y si se queja, simplemente decirle que ahora tenemos visita en casa y debemos atenderles y escucharles, y que si quiere decir algo puede hacerlo, pero todos deben poder hablar.
Y por supuesto no puede pegar a nadie. Se le explica, que hace daño y los demás se ponen tristes, y no querrán estar con él… Y mientras lo entiende, evitar que lo haga y ofrecer una alternativa (juego, cuento, etc).
Un saludo!
Por cierto, comentarte que tienes a tu disposición un curso de Disciplina positiva en la página, donde aprender un montón de herramientas para las situaciones que comentas y muchas más, de manera que puedas ser firme como padre, pero amable y respetuoso a la vez.
Te dejo el enlace por si le quieres echar un ojo: https://www.criarconsentidocomun.com/curso/curso-de-disciplina-positiva/