Una de las preguntas que suelen hacerse las familias cuándo escuchan hablar por primera vez de la Disciplina Positiva es, precisamente, esta: ¿A qué edad se puede empezar a aplicar la Disciplina Positiva? La respuesta…
Este post se publicó originalmente el 08/01/2021 y ha sido actualizado en fecha 01/10/2024
Rabietas, gritos, faltas de respeto, indiferencia, falta de colaboración… A diario nos enfrentamos a un montón de desafíos en la convivencia con niños y niñas que etiquetamos como mal comportamiento.
¿Pero qué pasaría si te dijera que no todo es lo que parece? ¿Que siempre hay un mensaje oculto detrás del «mal comportamiento» de un niño o una niña? ¿Que siempre hay una creencia errónea, un mensaje implícito que quiere trasladarte… y no sabe cómo? De todo esto habla la Disciplina Positiva cuando trabaja sobre las metas equivocadas en familia. ¿Te animas a conocerlas?
El «mal comportamiento» infantil y sus causas ocultas
Alfred Adler y Rudolf Dreikurs, los psicoterapeutas que sembraron el germen de lo que hoy se conoce como Disciplina Positiva, decían que todos los seres humanos nos movemos por un propósito: la conexión. Todos y todas necesitamos sentir que pertenecemos, que importamos, que se nos quiere y que somos significativos para un grupo, una comunidad o una familia.
Los peques no siempre tienen lo suficientemente desarrolladas las habilidades emocionales y lingüísticas para transmitirnos cómo se sienten ante determinadas circunstancias o estímulos, cuáles son sus necesidades afectivas o qué deseos les mueven en la búsqueda de su bienestar personal.
Cuando un niño o una niña tiene un «mal comportamiento», nos está diciendo que necesita «algo» (igual que los adultos, en realidad). Si ese mal comportamiento es recurrente, es porque ha aprendido que consigue lo que necesita (su conexión) de esa manera. Por ejemplo: si estás hablando por teléfono y tu hija pequeña quiere ser tenida en cuenta, puede reclamar atención gritando y llorando, porque no hay nada peor para un peque que sentirse invisible.
Los niños y niñas más pequeños necesitan que se les haga caso, y prefieren la atención negativa a la ausencia de atención. Si consiguen llorando que «lo vean» y así sienten que son tenidos en cuenta, aprenderán a utilizar este recurso para sentirse importantes para nosotros. Lo que debemos hacer entonces los adultos es tomarnos la situación como lo que es: una invitación para aprender a responder al mensaje oculto (ser tenido en cuenta) y no al mal comportamiento (la llantina, en el ejemplo anterior).
Para descifrar el mensaje oculto en el mal comportamiento de los peques, la primera pista es cómo nos sentimos los adultos ante el comportamiento. Una vez descifrado el mensaje, vamos a buscar soluciones. Soluciones que respondan a la necesidad que esconde el mal comportamiento, y no al mal comportamiento.
Esta, y no otra, es la manera más eficaz de terminar con el mal comportamiento. Si lo pensáis por un momento, os daréis cuenta de que tiene sentido: a menudo los peques son castigados, una y otra vez, por comportamientos que incluso tras los castigos, siguen siendo recurrentes.
Esto es porque cuando se sienten ignorados, prueban a llamar nuestra atención con otros “métodos” de comportamiento (los inadecuados o no permitidos en casa) que sí les dan resultado: de inmediato volvemos la mirada hacia el niño, y él ya no se siente ignorado.
Dreikurs, en su estudio del comportamiento infantil, observó que el comportamiento de los niños está dirigido por cuatro metas, a las que él llamó las “metas equivocadas”. Reciben este nombre porque la motivación del mal comportamiento se fundamenta en creencias erróneas acerca de cómo esperan lograr un sentido de pertenencia e importancia en su entorno.
Los 4 motivos que se ocultan tras el «mal comportamiento» infantil: las metas equivocadas
Para saber cuál es la meta equivocada que motiva el comportamiento de nuestro hijo o nuestra hija, tenemos que mirar las consecuencias. Es decir: qué provoca en nosotros y en ellos mismos. En otras palabras: qué consigue con ese comportamiento. Las cuatro metas equivocadas son:
- Atención excesiva. Es el deseo de todo niño o niña: tener la atención de sus seres queridos. Primero buscan llamar la atención de manera adecuada, pero si sienten que lo que hacen no tiene resultado; prueban con el mal comportamiento (lo que generalmente les da buenos resultados). El mensaje es “soy importante solo cuando tengo tu atención”. La consecuencia en nosotros es un sentimiento de irritación o culpabilidad.
- Poder. El o la peque busca sentirse importante haciendo lo que quiere. Entonces solemos discutir con el niño o la niña, ellos se vuelven provocadores, nosotros nos descontrolamos… Y entramos en una absurda lucha por el poder. En este caso, el mensaje del peque es “soy importante solo cuando tengo el control, estoy al mando o cuando gano”. El adulto se siente desafiado y enfadado.
- Venganza. En este caso, el niño o la niña se siente herido, resentido, desplazado… Siente que no es importante. A través de su comportamiento revanchista devuelve el daño que “cree” que le han hecho. El mensaje es “me duele no ser importante, por eso te lastimo”. Esto nos hace sentir dolidos.
- Ineptitud aprendida. El niño o la niña que demuestra insuficiencia, responde pasivamente o no responde a nada, anticipa sus fracasos y se rinde con facilidad. A veces es porque tienen realmente la creencia de que no pueden hacer nada. En otros casos, se han dado cuenta que demostrando insuficiencia logran atraer la atención de los padres. En ambos casos, el mensaje es “solo si necesito tu ayuda, seré importante”. Este comportamiento nos hace sentir, a sus progenitores o educadores, desesperados.
Cómo subsanar el mal comportamiento infantil con nuestra propia respuesta a él
Jane Nelsen (Doctora en Psicología Educativa, creadora del programa de Disciplina Positiva, escritora, educadora y madre de siete hijos) en su libro «Disciplina Positiva», nos aconseja que:
- Cuando la meta de nuestro hijo sea Atención, tratemos de distraerlo involucrándolo en una actividad útil donde le demos el mensaje de “te amo, por eso dedico un tiempo importante contigo” .
- Cuando la meta sea Poder, debemos evitar peleas pero no rendirnos. En lugar de eso, tenemos que ser firmes y amables al mismo tiempo, darle opciones razonables y limitadas para que él elija y evitar la lucha de poder.
- Si la meta es Venganza, hemos de abordar los sentimientos de resentimiento y dolor, evitando los castigos. En su lugar, tenemos que enfocarnos en la solución de problemas involucrando al niño. Así incrementamos su sentido de pertenencia.
- Cuando la meta es la Ineptitud aprendida, debemos alentar su autonomía a través de pequeñas tareas en dificultad creciente, evitando la sobreprotección (que lejos de ayudar, lastima y vulnera su autoestima).
En todos los casos, no debemos olvidar que con los peques tan importante (o más) como lo que se les dice es cómo se les dice. Siempre debemos ser AMABLES y FIRMES al mismo tiempo. La amabilidad es importante para mostrar respeto por nuestro hijo; la firmeza es importante para mostrar respeto por nosotros mismos. Y, más allá de las palabras, en cada uno de nuestros actos debemos transmitir a nuestros hijos e hijas el mensaje ME IMPORTAS.
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Silvia Guijarro
SILVIA GUIJARRO Madre de una niña y un niño. Maestra de Educación Primaria y Educadora de Disciplina Positiva para familias.
Website : http://madremaestraymujer.wordpress.com/
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