¿Que cómo es tener hijos? Tener hijos es comprender que en el embarazo y el parto todos están muy emocionados, pero pronto empiezan a desaparecer. Es darte cuenta de que, al parecer, todos saben criar…
No sé si os habrá pasado alguna vez algo parecido a esto que me pasó un día con uno de mis hijos, y me hizo comprender mucho mejor a mi hijo, y aprender algo importante sobre las relaciones humanas, y sobre las relaciones entre padres e hijos. Un día mi hijo me dijo, al ir al cole: «Hoy no hables con nadie, papá».
El día anterior íbamos los dos juntos, camino del colegio, en un trayecto de unos 10 minutos a pie, en el que él y yo íbamos siempre hablando, contándonos cosas, jugando.
Una mañana nos cruzamos con una niña y su madre, nos saludó, y yo me puse a hablar con ella, con la persona adulta. A mí me pareció lo más normal del mundo, pero a mi hijo, no.
De hecho, me lo hizo saber al día siguiente. Y eso aún me dejó más helado. «Venga, Jon, vamos al cole», le dije. «Vale, pero hoy no hables con nadie, papá«, me contestó.
Podéis imaginar la cara que se me quedó cuando de repente comprendí lo que me estaba diciendo… Que era nuestro momento, que íbamos juntos, que estábamos jugando, charlando, contándonos cosas. Que solo eran 10 minutos, y para mí un trayecto más o menos rutinario, y un momento agradable en su compañía, pero que para él era mucho más.
Y todo eso se acabó simplemente porque llegó otra persona que se cruzó en nuestro trayecto, y yo me puse a hablar con ella, en realidad, de banalidades.
Me vinieron a la mente todas esas veces que de pequeño me tuve que callar porque «no se interrumpe cuando otros hablan», para luego darme cuenta de que los adultos se interrumpen constantemente.
Y fui más allá: me imaginé con una chica, paseando, y dejándola en un segundo plano el resto del camino porque de repente me cruzara con otra persona…
Y me pareció tan absurdo que solo pude decirle: «Tranquilo hijo, hoy no hablo con nadie».
A partir de ese día, siempre he controlado mucho más los «permisos de palabra», y solo dejo de hablarles pidiéndoles permiso para dirigirme a otras personas: «Un momento, cariño. Ahora seguimos. Tengo que decirle algo al señor Potato», o «Dame un segundo, cielo. Necesito decirle algo a la señorita Pepis. Ahora mismo vuelvo contigo y seguimos hablando, ¿te parece?». Imposible que te diga que no.
De igual modo, cuando tienen algo que decirme, intento que esperen un momento a que acabemos de argumentar y luego les escucho… que no nos corten las frases, para que la otra persona, o yo mismo, podamos acabar de argumentar, pero que sí, nos interrumpan. Como hacemos todos.
Si lo hacen habitualmente y llegan en plan atropellado, y os veis siempre pidiéndoles que al menos os dejen acabar la frase, podéis establecer un código de contacto (esto lo explicó una madre de la Tribu y me pareció una estrategia muy válida, sobre todo si estamos en una conversación relativamente formal): «Cariño, hoy viene gente a vernos y estaremos hablando con ellos. Si en algún momento quieres decir algo puedes cogerme la mano para hacérmelo saber. Así yo lo sabré y en cuanto sea posible, te animaré a contarlo».
Parece mentira, pero ese contacto al cogeros la mano ya es una forma de comunicación, ya es un «estoy aquí, existo, tengo algo que decir», y si tú se la sujetas, le estás contestando «lo sé, cariño, te siento… un segundo».
Y si hace falta, tú mismo interrumpes la conversación con la otra persona adulta: «Un momento, que mi hijo quiere decirme algo».
No sé si os pasó a vosotros, pero a mí me dejaron esperando muchas veces demasiado tiempo antes de poder hablar. O así lo sentí yo. Y no tengo un buen recuerdo (y eso que consideraban que me estaban educando, pero yo me sentía muy pequeño, cada vez más, cuando lo hacían).
Espero que de alguna manera os ayude a reflexionar para esos momentos tan cotidianos en que, simplemente, tienen algo que contar y aún no han desarrollado los códigos de conducta social (puede servir también para todas aquellas personas adultas que tampoco los han desarrollado).
Si quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil y crianza respetuosa.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Muchas veces se trata a los pequeños como si fueran por decirlo de algún modo «personas de segunda categoría» y me parece totalmente injusto. Creo que el trato tiene que ser como el que le daríamos a cualquier adulto, incluso ese trato con un extra de cariño y paciencia. Gracias por esa reflexión!
Gracia