La forma en que tratas a tu hijo influye en su temperamento

La forma en la que interactuamos con nuestros hijos influye en la manera en la que estos reaccionan ante las diversas situaciones

El temperamento es la parte de la personalidad que representa los rasgos primarios y más innatos, es la forma en la que ya de bebés tendemos a enfrentarnos y reaccionar a las diferentes situaciones. Es decir, la manera de interaccionar con el mundo que les rodea.

Durante mucho tiempo, se creyó que al tener ese carácter hereditario no influían en él factores de otro tipo. Pero los estudios científicos más actuales demuestran que la forma en la que tratamos a nuestro bebé tiene una influencia directa en su personalidad moldeando parcialmente su temperamento.

Como progenitores tenemos un papel fundamental en la crianza de nuestros hijos y por ello, deseamos que se conviertan en personas adultas plenas y que lo sean también en el camino. Por ello, debemos plantearnos: ¿cuál es la mejor manera de comunicarnos, de actuar, de criar a nuestros bebés para influir de forma positiva en nuestros hijos?

Temperamento y personalidad

Para entender la diferencia entre temperamento y personalidad, podríamos decir que el temperamento es el pilar en bruto del que, a medida que se pule, va surgiendo la personalidad. Un estudio realizado por neurocientíficos, publicado por el National Institutes of Health en 2020 (NIH) ha arrojado datos tan interesantes como que el temperamento predice, hasta con casi más de 20 años de antelación, la personalidad que tendrá de adulto.

 

 

El Dr. Daniel Pine, neurólogo y jefe de la Sección de Desarrollo y Neurociencia Afectiva del National Institute of Mental Health (NIHM) ha ido más allá y en un informe en el que descubre que durante la infancia, el temperamento es la base directa donde se asentará la personalidad futura de los niños.

Cada niño tiene una personalidad única. Ocurre que muchas veces, como padres, nos asombramos de lo diferentes que son unos hermanos aún siendo educados de una manera prácticamente idéntica. Si bien es cierto que las circunstancias nunca son iguales así como la experiencia (que siempre es un grado), los valores, el cariño y la metodología con la que criamos a los hijos suele ser muy similar. Y sin embargo, los niños pueden ser radicalmente distintos.

 

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Al igual que la personalidad de cada uno es única, el temperamento es innato. Pero no ocurre así con el carácter, que depende de varios factores. Resumiendo, la personalidad tiene un carácter hereditario y, por lo tanto, un niño tiene una predisposición innata a actuar de una u otra forma ante los estímulos y el entorno. Pero también tiene una parte contextual, que se recibe directamente del entorno. Concretamente, del círculo familiar, figuras de apego y de las experiencias que se tienen en la infancia.

Tipos de temperamento

En el campo de la psicología se habla de tres tipos de temperamento durante la infancia:

  • Temperamento sencillo. Se da en niños tranquilos, sosegados, que cumplen las normas e indicaciones de los adultos sin mayores problemas ni conductas exaltadas.
  • Temperamento difícil. Niños con un carácter fuerte, a los que les cuesta renunciar a sus deseos en cada momento y cumplir las indicaciones de las personas de autoridad a su alrededor (progenitores, profesores, etcétera) a las que suelen responder con reacciones como rabietas.
  • Temperamento pasivo y lento. Niños con un carácter pasivo ante su entorno, que no reaccionan ante las indicaciones de los adultos y cuando lo hacen, es de una forma lenta y sin demasiado interés.

 

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Dependiendo de cómo sea el temperamento de nuestro hijo, es probable que la familia actúe de una u otra forma con él. Pues no es lo mismo enviar un mensaje a un niño que hace caso omiso a él, a un niño que reacciona negativamente o un niño que escucha y procesa una respuesta positiva. Como progenitores, debemos ser capaces de adaptar la manera de transmitir nuestros mensajes y dar respuesta a las diferentes necesidades de nuestros hijos e hijas.

Las neuronas espejo

¿Nunca te has preguntado por qué bostezamos cuando otra persona bosteza o por qué imitamos de repente un gesto de la persona con la que estamos tomando un café, sin saber por qué? Según los expertos, tanto al relacionarnos como al observar a los demás, se activan un tipo de neuronas muy especiales conocidas como neuronas espejo.

Ellas hacen que reflejemos lo que vemos, de forma que si cuando, por ejemplo, un peque tiene un berrinche y nosotros reaccionamos gritándole (actuamos como espejo), aprenderá por instinto a replicar nuestro comportamiento (y de nuevo se activa el reflejo «espejo»).

 

 

Este tipo de neuronas están especializadas en comprender la conducta y los sentimientos de los demás, y en actuar imitándoles, ya que la imitación es la base del aprendizaje humano. También están muy relacionadas con la empatía (por su conexión con el sistema límbico) y los comportamientos sociales, siendo consideradas por algunos científicos como uno de los descubrimientos más importantes de la neurociencia en los últimos años.

Por ejemplo, cuando un niño ve sonreír a alguien, sus neuronas espejo crean una representación mental de esa sonrisa en su mente, enviando esa señal al sistema límbico. Finalmente, termina sintiendo lo mismo que la persona a la que observa.

 

 

Si, por ejemplo, reaccionamos con serenidad y simpatía ante el estallido de frustración de un niño con fuerte temperamento al que se le ha caído su castillo de naipes, es más probable que el peque minimice el problema. Si, por el contrario, sus gritos nos exasperan y terminamos gritando nosotros también, empeoraremos la situación y no le daremos un correcto ejemplo ni herramientas para sosegarse.

No en vano, el neurocientífico V. Ramachandram se refiere a las neuronas espejo como “neuronas Gandhi” por su capacidad de facilitar el entendimiento, la solidaridad y la cooperación con los demás.

Descubriendo a nuestros hijos

Una de las cosas maravillosas de tener hijos y criarlos es ir descubriendo su forma de ser, su personalidad, su temperamento. Ir adentrándonos en su universo y ver qué cosas les gustan, si son tímidos, extrovertidos, pacientes, aventureros… y tratar de influir siempre de una forma positiva en ellos, dándoles guía y buen ejemplo, respetando su forma única de ser y sus habilidades especiales.

 

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No hay una única forma de criar, ni siquiera las claves que nos han funcionado con un hijo tienen porque hacerlo con un hermano. Ahora bien, hay por supuesto, puntos claves que deben acompañar en la crianza. Primero, porque como hablábamos tienen un impacto directo en el temperamento de los menores, y por otro, porque son la manera de criar niños y niñas sanos, con una personalidad segura, buen nivel de autoestima y con valores. Todo esto se traducirá, sin lugar a dudas, en una vida adulta sana.

Claves para influir de forma positiva en nuestros hijos

A veces se nos olvida lo importante que es la infancia en la vida adulta, pero lo cierto es que los adultos somos, en un gran porcentaje, nuestra infancia. Durante los primeros años de vida tiene lugar el aprendizaje emocional, que abarca hasta, aproximadamente, los seis años. En esos años extraemos los aprendizajes emocionales que repetiremos cuando seamos adultos. Muchas de las experiencias y las emociones que vivamos durante ese período serán nuestro yo adulto.

 

 

Una crianza positiva, respetuosa y de apego seguro son fundamentales durante estos primeros años de vida para que nuestros hijos tengan una infancia plena y una adultez sana y emocionalmente estable. Además, nuestra infancia determinará la forma en la que nos relacionamos con el mundo. Así de importante es la crianza de un hijo, es un legado para siempre.

No existe, como decíamos, una única forma de criar a todos los niños. Si así fuera, alguien ya habría sacado un libro como «manual completo para bien – criar» y todos seríamos los mejores madres y padres. Pero esto no es así, desde luego. No obstante, sí hay claves que son comunes a todas las crianzas y que ejercen un impacto positivo en el temperamento de los niños, su personalidad y su bienestar emocional:

 

 

Y por supuesto, adaptar siempre el camino al temperamento único de nuestros hijos. Entendiéndoles, respetándoles y conociéndoles. La crianza puede resultar un camino plagado de dudas, y más cuando somos conscientes del impacto tan directo que tenemos en el presente y el futuro de nuestros hijos. Por lo que es fundamental tener una tribu (como la que tenemos en Criar con Sentido Común, la Tribu CSC, formada por familias y expertos en crianza y salud infantil) que nos acompañe, nos escuche y comparta las mismas dudas. Como bien dice un proverbio africano: «para criar a un hijo hace falta una tribu entera». La crianza en compañía es mucho más placentera.

 

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