Hace muy poquito hablábamos en el blog de la Baby signs language, (si te lo perdiste puedes leerlo aquí), y después del Seminario online que hicimos (que podéis ver en diferido si formáis parte de…
Los primeros meses de vida de un bebé son similares al caos. No hay horarios, el pequeño es el que decide cuándo comer o dormir sin seguir ninguna pauta o ritmo regular. Y ahí, poco podemos hacer más que satisfacer sus necesidades más básicas. Pero, ¿cuándo puedo empezar a educar a mi bebé?
Cuándo empezar a educar a mi bebé
Poco a poco, los bebés comienzan a despertar cada vez más al mundo. Y con esta nueva etapa, podemos empezar a establecer una serie rutinas, aunque hay que tener en cuenta que en este momento quizás puedan ser más útiles para los padres que para el bebé.
El sueño
Alrededor de los cuatro o cinco meses, los bebés adquieren el ritmo circadiano. Su sueño se asemeja cada vez más al de los adultos y comienzan a diferenciar el día de la noche. Hasta ese momento, da igual si duermen la siesta a plena luz del sol o a oscuras, pero a partir de los tres o cuatro meses, sí puede ser útil empezar a seguir ciertas normas a la hora de dormir.
En este momento, el bebé comienza a hacer varias siestas al día que irán reduciéndose a medida que crezcan. Respetar el espacio entre ellas, lo que se conoce como ventanas de sueño, es fundamental para que el niño llegue descansado a la noche en lugar de irritado por no haber dormido suficiente durante el día.
Pueden hacer la siesta en penumbra aunque con algo de claridad en la habitación. Así, les ayudamos a diferenciar el día de la noche. Y justo cuando cae la noche, deberían dormir con la habitación a oscuras. Aunque la evidencia científica ha demostrado que es mejor hacerlo con la luz apagada, es cierto que hay pequeños con pánico a la oscuridad. En este caso, podemos usar una tenue luz quitamiedos.
Sobre los cuatro meses podemos empezar a instaurar rutinas antes de ir a dormir. La más clásica es la que enlaza el baño con la cena, el lavado de dientes, el cuento, la despedida y buenas noches y acostarlos en la cuna o la cama. Gracias a la repetición de la misma secuencia a la misma hora aproximadamente, el pequeño puede anticiparse a lo que va a ocurrir, de forma que aumentan sus niveles de seguridad, favoreciendo el sueño y la alimentación. Y así tendremos un bebé más tranquilo y feliz.
Sin embargo, establecer estas rutinas a la hora del sueño, no significa que nuestro hijo vaya a dormir toda la noche seguida. Aunque hay niños que sí lo hacen, lo normal es que tengan uno o varios despertares durante la noche. A ello hay que sumar los hitos madurativos y el desarrollo del sueño del bebé que provoca que a veces aumenten los despertares, lo que se conoce como las regresiones del sueño. Cuando parece que todo va bien, el pequeño alcanza nuevos hitos de desarrollo que pueden afectar a su descanso nocturno.
Las comidas
La llegada de la alimentación complementaria puede suponer un salto importante en cuanto a los horarios. Aunque tenemos que tener en cuenta que durante el primer año de vida, la leche (ya sea materna o artificial) sigue siendo su principal alimento, poco a poco se van introduciendo nuevos alimentos en su dieta.
Sus horarios de comidas empiezan a asemejarse a los de los adultos, especialmente a la hora del desayuno, la comida y la merienda, cuando empezamos a ofrecer alimentos, ya sea en purés y triturados o con sólidos mediante el BLW. Pero la lactancia sigue siendo a demanda y ahí seguiremos sin tener horarios.
Educar al bebé: La llegada del «no» y cómo evitarlo
Sobre los ocho meses, los bebés pueden anticipar sucesos que satisfarán sus necesidades y pueden provocar que ocurran. Sin embargo, puede que utilicen una conducta inadecuada para conseguirlo, llegando a asociar ambas ideas.
En este caso es importante tratar de explicar que eso no se hace, en lugar de reír lo que ha ocurrido. Probablemente, no serán capaces de entenderlo, pero sí verán un cambio de conducta. Lo ideal es evitar usar el «no» y explicar lo que sí puede hacer en su lugar, empleando un tono más serio que el habitual.
Hay que tener en cuenta que abusar de esta palabra también puede acabar transformando su sentido. Por ello, la clave es usarla de forma positiva o cuando cuando exista algún riesgo o peligro, en lugar de hacerlo de forma constante en el día a día.
Primeros pasos y autonomía
Junto a las primeras palabras, la llegada de los primeros pasos supone un paso importante en el pequeño. Cada niño comienza a hacerlo a una edad diferente, entre los 9 y los 18 meses, y es entonces cuando deja de depender de los adultos para llegar a cualquier sitio que desee. Se convierte en una persona un poco más autónoma e independiente con deseo de descubrir el mundo, hacer cosas solo y, a veces, sin miedo a nada.
En este momento, puede que lleguen los primeros desafíos. Por ello, es cuando comenzamos a establecer los límites y normas, más allá del «no» o «eso no se hace». Es ahora, por ejemplo, cuando podemos empezar a modelar normas como recoger los juguetes después de usarlos.
Las rabietas y la importancia de los límites con respeto
Sobre los dos años pueden aparecer las temidas rabietas. En este momento, comienzan a ser conscientes (a nivel muy básico) de que sus acciones tienen consecuencias y, por supuesto, no tienen por qué elegir actuar siempre de forma correcta. Es entonces cuando podemos encontrarnos con conductas inadecuadas en las que cada vez nos podemos sentir desafiados de forma más habitual.
Es importante tener en cuenta que la mayoría de estas conductas simplemente forman parte de su desarrollo evolutivo y son propias de su etapa madurativa. En otras ocasiones, será la falta de experiencia y conocimiento lo que les lleve a actuar de una forma que nos parezca inadecuada. De ahí, que sea fundamental poner límites y normas claras desde el respeto.
A la hora de fijar límites, hay que hacerlo siempre de manera positiva. Debemos tener claro que hay cosas negociables y otras que no lo son. Cuando el límite sea innegociable, podemos decir que «no», simplemente, con amabilidad y firmeza, o informar de la decisión que hemos tomado sin pretender que la entiendan y la compartan. Además, puedes anticiparte a las rabietas evitando crear situaciones que las generan en tus hijos y puedes plantear alternativas para redirigir su atención.
La clave es no responder nunca a gritos (la ciencia nos lo advierte: los gritos hacen que el cerebro de los niños sea más pequeño) y actuar de forma firme y amable al mismo tiempo. En ningún caso debes argumentar o negociar con tu hijo en plena rabieta, ya que en este momento no tiene la capacidad de atenderte. También en este momento comienzan a usar ellos mismos el «no» y responden con él prácticamente a todo. En este caso no se trata de un desafío o desobediencia, solo ponen a prueba su personalidad.
A los 18 meses, los niños son capaces de entender razonamientos sencillos y podemos explicarle de forma sencilla las normas. Lo ideal es contar lo que sí pueden hacer como alternativa al «no» o a las prohibiciones. Si además les explicamos el porqué de las cosas y les damos autonomía para tomar sus propias decisiones, será más probable que reaccionen de forma positiva.
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Me encantó tu artículo y cómo aborda la educación temprana de los bebés, especialmente con consejos prácticos sobre el sueño, la alimentación y el manejo de las rabietas. La idea de establecer rutinas para el sueño y evitar el uso excesivo del «no» es realmente relevante y estoy seguro de que muchos padres encontrarán este artículo muy beneficioso. ¡Gracias por compartir esta información tan valiosa!