La infección por virus en el embarazo es algo que preocupa a todas las madres. Ahora, investigadores de la Universidad de Tulane han demostrado por primera vez que las madres tienen muchas menos probabilidades de…
Este post se publicó originalmente el 30/08/2021 y ha sido actualizado en fecha 11/10/2024
El citomegalovirus es un virus frecuente que afecta a gran parte de la población. Sin embargo, contraer citomegalovirus (CMV) en el embarazo puede conllevar riesgos importantes para el feto y su desarrollo.
De hecho, es una de las principales causas de sordera en la infancia. Se estima que en Europa, entre el 0,3 y el 0,6% de los bebés nacen con citomegalovirus congénito (contraído antes del nacimiento).
Aproximadamente, entre el 1 y el 1,5 por ciento de las gestantes contraerán el CMV como primo infección y entre el 0,6 y el 0,7 por ciento de neonatos nacerán con la infección congénita. De ellos, de un 17 a un 20 por ciento tendrán secuelas a corto o largo plazo provocadas por el CMV.
¿Qué es el citomegalovirus?
El citomegalovirus es un virus muy común que afecta a personas de todas las edades y que, además de ser inofensivo, cursa sin síntomas. De hecho, se estima que entre el 30 y el 100% de los adultos se infectan en algún momento de su vida y la mayoría de ellas no son conscientes de ello. Sin embargo, la cosa cambia cuando estamos embarazadas, suponiendo un riesgo especialmente para el feto.
El CMV se relaciona con el virus del herpes, causante a su vez de enfermedades como la varicela, el herpes labial o la mononucleosis. Así, si la mayoría de los adultos y niños sanos lo suelen pasar sin síntomas o de forma muy leve, el citomegalovirus pasa a considerarse muy grave cuando es congénito, es decir, cuando el feto lo contrae antes de nacer a través de la madre, pudiendo provocar complicaciones en el futuro.
Entre los síntomas, destaca dolor de garganta, fiebre, sensación de cansancio y fatiga y ganglios linfáticos inflamados. Aunque como decimos, en muchas ocasiones no presenta ningún tipo de síntomas.
El citomegalovirus se detecta con un análisis de sangre, pero la realidad es que hasta ahora no se realiza la prueba a las embarazadas de forma sistemática. El motivo es que no existe tratamiento para el citomegalovirus en personas sanas, lo que puede llevar a provocar ansiedad en las embarazadas e incluso interrupciones en la gestación por miedo a alteraciones en el feto. Por ello, el análisis se realiza solo en casos muy concretos, como mujeres embarazadas que presentan síntomas compatibles, que han estado en contacto con alguna persona contagiada o si se observan alteraciones en las ecografías, entre otros.
Sin embargo, un estudio publicado en The Lancet el pasado año demostró que si se administra a la mujer embarazada valaciclovir a dosis elevadas después de la primo infección durante el primer trimestre del embarazo (o durante el periodo perigestacional), la transmisión vertical al bebé disminuye en un 63 por ciento.
Gracias a estos resultados, se plantea la necesidad de abordar un cambio en los protocolos, como incluir el screening de CMV entre las 7 y las 12 semanas. Hay que tener en cuenta que este tratamiento solo sirve en caso de primo infección.
Cómo se contagia el citomegalovirus
El principal problema del citomegalovirus es su facilidad de transmisión. Así, se contagia a través de los fluidos corporales como la saliva, la sangre, las lágrimas, los mocos, la leche materna, la orina, el semen o las secreciones vaginales y con actos tan cotidianos como los besos.
De hecho, se calcula que la desarrollan el 80% de los niños menores de dos años, por lo que suelen ser los hijos mayores los que traen el virus a casa desde la escuela infantil.
Se estima que, de todas las mujeres contagiadas por CMV, alrededor del 40% de los fetos se infecta a través de la madre. Hay que tener en cuenta la semana de embarazo, ya que suele existir mayor riesgo de afecciones graves en el primer trimestre, aunque la posibilidad de transmisión al bebé es de un 35 por ciento en este momento. Mientras, la posibilidad de transmisión al feto sube al 66 por ciento en el tercer trimestre, aunque con menos incidencia en cuanto a gravedad (1 por ciento).
Por ello, las embarazadas con niños pequeños deben tener especial atención en la higiene de manos, sobre todo tras los cambios de pañal. No es aconsejable compartir cubiertos, vasos o alimentos ni besar a los niños menores de seis años en los labios o las mejillas. También es recomendable limpiar los juguetes y todas las superficies en las que entre en contacto la saliva de los niños.
La buena noticia es que una vez que el virus entra en el cuerpo, se queda para siempre de forma latente (pero inactivo). Eso sí, puede reactivarse si el sistema inmunitario está debilitado (lo que ocurre cuando estamos embarazadas), lo que se conoce como citomegalovirus recurrente, reactivación o reinfección.
Así, en el caso de las mujeres embarazadas el virus solo es dañino cuando está activo, lo que ocurre cuando nos contagiamos por primera vez. De hecho, más de la mitad de las infecciones maternas por CMV son por reinfecciones, aunque son muy difíciles de diagnosticar. Sin embargo, el riesgo de transmisión fetal es muy bajo (del 0,5 al 3 por ciento).
Riesgos para el bebé por citomegalovirus en el embarazo
Las anomalías suelen detectarse en el feto a través de las ecografías prenatales y pruebas específicas de valoración del sistema nervioso (sobre todo si la infección se ha detectado en el primer trimestre). Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los bebés nacidos con citomegalovirus no suelen presentar síntomas ni problemas de salud y continuarán así toda su vida. Pero otros sí pueden presentar discapacidades permanentes.
Así, más del 85% de los bebés suelen nacer asintomáticos y de ellos un 15% presentarán secuelas posteriores como sordera o retrasos en el desarrollo psicomotor. Por su parte, los bebés que sí presentan síntomas desde el nacimiento, suelen tener problemas graves relacionados con el neurodesarrollo principalmente.
Así, aunque raros, los riesgos para el bebé tras contraer citomegalovirus congénito son muy diversos:
- Crecimiento intrauterino restringido y bajo peso al nacer.
- Parto prematuro.
- Daños en el cerebro, desde las malformaciones a la muerte neuronal y microcefalias.
- Retraso mental y parálisis cerebral.
- Bazo e hígado más grandes de lo habitual.
- Erupciones en la piel, manchas e ictericia.
- Defectos visuales.
- Problemas auditivos.
- Retraso psicomotor.
En una gran mayoría de los casos, los bebés pueden desarrollar estas patologías años después de su nacimiento. Por ello, si un bebé nace con citomegalovirus congénito, lo habitual es que se someta a controles periódicos hasta los 12 años de edad aproximadamente.
Por su parte, los bebés que se contagian de citomegalovirus en el parto o en la lactancia apenas presentan síntomas y, en caso de tenerlos, son muy leves. De hecho, la lactancia está indicada en caso de que la madre sea positiva por citomegalovirus ya que los beneficios de amamantar superan los riesgos de transmitir el virus al bebé sano nacido a término.
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