Manuel Gordillo, el ‘Profe Manolo’: «A mis alumnos les digo que al cole hay que venir a equivocarse»

Hay que respetar las potencialidades de cada niño en vez de abogar por la estandarización

Manuel Gordillo Torres es profesor de Primaria en el colegio Beatriz Galindo de Bollullos de la Mitación (Sevilla). Es más conocido como «el Profe Manolo» a raíz de los deberes que mandaba a sus alumnos para el verano, que se hicieron virales, y que se tradujeron en el libro “Deberes de Vida”.

En esta entrevista abordamos los cambios que ha provocado la pandemia del coronavirus en la educación y cómo esta debería respetar las potencialidades de cada niño en vez de abogar por la estandarización.

Recientemente ha sacado una colección titulada de «Mi cuaderno de verano», que se basa en el aprendizaje a través del juego, bajo el enfoque de las inteligencias múltiples. El Profe Manolo lamenta que el abuso de las nuevas tecnologías esté convirtiendo a los niños en objetos pasivos, algo que está incidiendo en la concentración. Él defiende la necesidad de aburrirse para fomentar la creatividad. También en asumir que el error no es un fracaso, sino la base del aprendizaje.

P: Por tu experiencia, ¿cómo ha afectado o está afectando la pandemia a los escolares?

R: La escuela ahora es muy distinta. Es un espacio donde el contacto físico es distinto y está todo muy protocolizado. Es una escuela más fría e individual. Los medios digitales han entrado con muchísimo protagonismo, lo cual tiene ventajas pero también ciertos inconvenientes a la hora de relacionarse y socializar. Y, por otro lado, se ha producido un impacto emocional importante. Y como niños lo notan, lo tienen ahí; aparecen muchos miedos y se generan otro tipo de relaciones. ¡Y sin darnos cuenta ya estamos en el tercer año Covid!

La escuela ha cambiado, el contacto físico es distinto y está todo muy protocolizado. Es una escuela más fría e individual

P: ¿Crees que la pandemia nos ha ayudado a valorar más los detalles cotidianos y la cercanía en familia?

R: Tanto el confinamiento como toda esta situación de pandemia ha dejado al descubierto grandes carencias de comunicación, falta de juego y de tiempo en familia debido a este ritmo diario que nos consume y nos lleva tan rápido. Y ha sido una buena oportunidad para acercarnos. Espero que hayamos aprendido de todo esto, aunque, como seres humanos, solemos tropezar demasiado rápido con la misma piedra.

La pandemia ha dejado al descubierto grandes carencias de comunicación, falta de juego y de tiempo en familia

P: ¿Hemos aprendido los adultos a tratar de otra forma a los más pequeños?

R: A diferentes niveles, sí. En algunos aspectos ha sido inevitable. El contacto físico, el cariño, etc. sobre todo con niños muy pequeños, que me parecen fundamentales, ha cambiado. Como docentes, tenemos una relación distinta. Hemos tenido que dejarnos llevar por la sensación de intuir la sonrisa, sin verles la cara; y comunicarnos con otra expresividad.

Hemos tenido que dejarnos llevar por la sensación de intuir la sonrisa, sin verles la cara

La escuela ha cambiado muchísimo. Veníamos de una situación en la que enseñábamos a compartir y ahora hay que decirles «no toques, no manipules, no compartas». Yo creo que eso tendrá unos peajes pedagógicos; porque aprender es eso, equivocarse, cometer errores, tocar, tirar, romper… Y al final se genera otro tipo de relación.

La escuela ha cambiado muchísimo. Antes les enseñábamos a compartir y ahora hay que decirles «no toques, no manipules, no compartas». Eso tendrá unos peajes pedagógicos

P: ¿Y con respecto a los padres? ¿Ha cambiado la relación entre profesores y familias?

R: Siendo positivo, ha acercado. Se ha generado empatía con respecto al profesorado porque cuando los niños tuvieron que volverse a casa, quedarse y aprender solos, con el apoyo de la familia y a través de medios digitales, se entendió un poco más lo importante que es nuestra profesión y lo difícil que es. Y cómo son necesarios unos fundamentos para ejercer de profesorado.

No hay educación posible si escuela y familia no van de la mano

Como padre también lo he vivido con mi hijo, y creo que se ha puesto en valor nuestro trabajo. Creo que eso lo hemos ganado. Es verdad que siempre he dicho que tenemos una profesión bastante infravalorada y espero que eso haya servido para acercarnos más. No hay educación posible si escuela y familia no van de la mano.

P: Vivimos en una sociedad en el que todos son prisas y en la que parece que empujamos a los niños a crecer demasiado pronto. ¿Tienes esa sensación?

R: Sí, porque al final imponemos ese ritmo, esa velocidad y ese no parar durante todo el día. Hay veces que llevamos a los niños a esa velocidad, sin respetar como son. Yo siempre le digo a los padres: no te preocupes si no te escuchan, porque te ven todo el día.

Llevamos a los niños a mucha velocidad, sin respetar como son

Quizás deberíamos reflexionar sobre ello (sé que es fácil decirlo y difícil hacerlo), y más en esta sociedad donde la conciliación queda muy atrás y dedicamos mucho tiempo a trabajar, los niños tienen muchas extraescolares o se tienen que quedar con otras personas que los cuidan para que nosotros podamos trabajar… Súmale esos desplazamientos interminables, y al final nos quedamos sin tiempo.

En esta sociedad la conciliación queda muy atrás y dedicamos mucho tiempo a trabajar, los niños tienen muchas extraescolares o se tienen que quedar con otras personas que los cuidan para que nosotros podamos trabajar

Habría que reflexionar mucho sobre ello y también sobre la escuela que tenemos; porque, a nivel curricular, tenemos una escuela que no respeta la individualidad; que intenta que todos vayan al mismo ritmo (un niño de esta edad tiene que saber hacer esto, si no sabe hacerlo, pues las cosas no van bien…); en vez de respetar esa individualidad, el ritmo de cada niño, que cada menor tiene sus competencias, sus habilidades, sus intereses e intentar desarrollarlos desde uno mismo (que es lo que debería ser la escuela).

Tenemos una escuela que no respeta la individualidad; que intenta que todos vayan al mismo ritmo; en vez de respetar que cada menor tiene su ritmo, sus competencias, sus habilidades, sus intereses

P: ¿Cómo podríamos iniciar ese proceso para respetar los ritmos de los niños?

R: Es que es muy difícil abstraerse de ese ritmo social. Se da en la escuela pero mucho más en la la sociedad en su conjunto. El objetivo de la educación es enseñar a un niño a ser independiente y ser feliz, que suena muy utópico pero si lo pensamos es lo que deberíamos perseguir. ¿Cómo lo podemos hacer? Tenemos unas leyes educativas (y es razonable porque dan un servicio social) basadas en la estandarización. Y esa no es la idea.

El objetivo de la educación es enseñar a un niño a ser independiente y ser feliz, que suena muy utópico pero si lo pensamos es lo que deberíamos perseguir. Pero tenemos unas leyes educativas basadas en la estandarización. Y esa no es la idea

A mí me gusta mucho de Ken Robinson, «El Elemento» que habla de cómo encontrar en cada persona eso que se le da bien, le gusta y con lo que se siente feliz y desarrollarlo. Pero eso en una escuela con 25 alumnos que se convierte en un sitio para que sus padres vayan a trabajar (aunque sea una definición un poco fea de escuela) es complicado. Y terminas teniendo en el centro de la educación el contenido, en vez del niño. Y cada niño es distinto.

Una escuela con 25 alumnos se convierte en un sitio para que sus padres vayan a trabajar, y terminas teniendo en el centro de la educación el contenido, en vez del niño

Así que atender esa individualidad es lo difícil. Porque ahí entran ratios menores, planteamientos menos exigentes a nivel de contenido y más centrado en el proceso; un trabajo del error; otro enfoque distinto. Y eso no es fácil porque requiere abstraerse de una sociedad muy competitiva, donde si un niño hace algo otros padres se plantean por qué no lo hace mi hijo o destacan que su hijo lo hace mejor. Y los niños son distintos.

Vivimos en una sociedad muy competitiva, donde si un niño hace algo otros padres se plantean por qué no lo hace mi hijo o destacan que su hijo lo hace mejor. Y cada niño es distinto

Muchas veces invito a pensar en los adultos. Muchos de mis amigos que en el colegio no eran los alumnos más exitosos o con las mejores notas, tienen un planteamiento de vida maravilloso porque han seguido lo que querían hacer, cuando parecía que su aspiración no tenía salida. No tiene que ver el sistema con el posterior éxito personal. Creo que ese es el planteamiento que deberíamos hacer.

No tiene que ver el sistema con el posterior éxito personal. Creo que ese es el planteamiento que deberíamos hacer

P: Nos hemos habituado a las pantallas, videoconferencias, móviles, etc. como forma de entretener mientras los padres han teletrabajado: ¿Qué consecuencias puede tener esto en los niños?

R: Quizás que son demasiados estímulos al mismo tiempo. A mí también me gusta mucho la neuropedagogía y leo estudios que demuestran que el niño va perdiendo concentración cuando hay multitud de estímulos continuados donde el menor se convierte en un receptor pasivo de esos estímulos. Es como cuando vamos conduciendo, que no pensamos.

El niño se convierte en un receptor pasivo de estímulos

Caemos en ofrecerles ese entretenimiento con algo tan visual, y al final encontramos a niños que no se pueden concentrar a la hora de leer, escuchar o mirar a los ojos sin aburrirse. Como todo, soy un gran defensor de los equilibrios. Las tecnologías tienen cosas positivas y pueden utilizarse para que jueguen a nuestro favor; pero en equilibrio. Estamos encontrando, después del confinamiento y todo el Covid, niños con un descontrol con las tecnologías bastante problemático.

P: Porque es bueno que los niños se aburran…

R: Sí, sí. Es bueno. También, desde la neuropedagogía, me gusta el enfoque de la creatividad. Cuando pasamos de ser un receptor pasivo de estímulos a crearlos. Pero claro, hoy tenemos tantas posibilidades de entretenernos con la televisión, la consola, internet… que nos hace falta a veces parar y encontrar incluso estímulos muy primarios, como salir a pasear, explorar la naturaleza.

Reivindico la necesidad de parar, pisar el freno y volver a lo más básico

Cuando saqué todo aquello de los deberes era para eso, para reivindicar la necesidad de parar, pisar el freno y volver a lo más básico. Hay que aburrirse. Tenemos a los niños muchas veces sobreestimulados, pero como receptores pasivos. Y son ellos los que tienen que crear.

Hay que aburrirse. Tenemos a los niños muchas veces sobreestimulados, pero como receptores pasivos. Y son ellos los que tienen que crear

P: Un deseo, un consejo, un objetivo para este curso por parte del Profe Manolo.

R: Que los niños aprendan divirtiéndose, que es lo que yo siempre digo. La letra con risa entra. Mi objetivo es seguir haciendo materiales que trabajen la educación emocional porque otra educación es posible. Cuando uno se está divirtiendo, está aprendiendo de verdad. Ese aprendizaje significativo se queda. Este año he hecho una colección con Rubio de materiales de verano diferentes, también en esta línea.

La letra con risa entra: cuando uno se está divirtiendo, está aprendiendo de verdad. El motor del aprendizaje es la diversión y un enfoque distinto del error y el fracaso

Y como consejo, recomendar siempre, a docentes y padres, que el motor del aprendizaje es la diversión y un enfoque distinto del error y el fracaso. Estamos acostumbrados a entender los errores como algo negativo. En mi clase siempre le pregunto a mis niños: ¿A qué venimos al cole?, y responden, «a equivocarnos». Tenemos esa cultura equivocada sobre el error y el fracaso. Lo vemos como algo que nos tiene que hacer agachar la cabeza, y es todo lo contrario.

 

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