Por qué no se debe decir a los niños “no pasa nada” cuando lloran

Es común que cuando un niño llora nos apresuremos a decirle "tranquilo, no pasa nada”, pero no es la mejor forma de actuar para el desarrollo emocional de los pequeños

Es común que digamos a los niños «no pasa nada» cuando lloran. Es automático. Cada vez que un niño se cae y llora, cada vez que una niña llora porque se le ha roto un juguete… alguien cerca exclama el típico “no pasa nada”. 

“Venga, arriba, que no ha sido nada”. “Pero si solo es un juguete, no llores que no pasa nada”. “A ver, ¿qué ha pasado? ¡Pero si solo es un raspón! Venga, no pasa nada”. “¿Qué le has hecho a la hermana? ¡No se pega! Y tú, no llores que no pasa nada”. “Bueno, pues si no quieren jugar contigo ellos se lo pierden, no pasa nada”.

En general, no es recomendable decirles que no pasa nada, simplemente, porque es mentira. Siempre pasan cosas. Se han caído, se han lastimado, están enfadados, les han quitado un juguete, se ha roto o se ha perdido algo, han tenido un mal día en el cole, llueve o no les gusta la comida que hay hoy. Pueden parecernos cosas sin importancia pero lo que es importante para nosotros/as no tiene que coincidir con lo que es importante para ellos/as.

 

Por qué no se debe decir a los niños "no pasa nada" cuando lloran

 

Por qué deberías dejar de decirle a tus hijos “no pasa nada” cuando lloran

Aunque, de forma general, no sea recomendable decir a nuestras hijas e hijos que no pasa nada, deberíamos evitarlo especialmente cuando lloran. El llanto es una forma de expresar dolor, tristeza… u otras emociones que se manifiestan con intensidad. Por lo general, las personas que hoy en día somos adultas recibimos una educación emocional escasa, cuando no directamente inexistente. No sabemos cómo gestionar nuestras propias emociones ni cómo acompañar las emociones ajenas.

Y, ante esta falta de conocimiento y de estrategias, por lo general, nos sentimos incómodos/as ante las emociones de las personas con las que compartimos la vida, porque sencillamente no sabemos qué hacer para acompañarlas. Así que tenemos esa tendencia a restar importancia de los sucesos vitales y de esta forma minimizamos la expresión o, al menos, la intensidad de esas emociones con las que no sabemos cómo relacionarnos. 

 

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Nos cuesta especial trabajo acompañar el dolor y el sufrimiento ajeno. Y, como el llanto suele estar asociado a la expresión del sufrimiento, es ver asomar una lágrima y nos acude a la boca el “no pasa nada” sin pedir permiso. Nos sucede, en general, en todas las situaciones: una amiga que nos cuenta que va a divorciarse, un vecino que se ha quedado sin trabajo, una compañera de trabajo que ha sufrido un aborto… Y, en todos los casos, tenemos tendencia a minimizar o a desviar el foco de atención fuera del sufrimiento.

“Es mejor así, mejor sola que mal acompañada”. “Bueno, así puedes cobrar el paro unos meses y descansar, seguro que encuentras algo mejor”. “Bueno pero tú eres muy joven, seguro que te vuelves a quedar embarazada muy pronto”. No nos enseñaron a decir, simplemente, “siento mucho que lo estés pasando mal y estoy aquí si me necesitas”.

Y nuestros/as hijos/as no son una excepción. Más bien, al contrario. Ningún sufrimiento nos resulta más difícil de soportar que el suyo. Por eso es tan frecuente que, en un intento de no verles sufrir, usemos de manera sistemática la dichosa frase de “no pasa nada” sin ser conscientes de que no podemos evitarles cualquier sufrimiento. La vida es un viaje en el que no todo va a ser bonito siempre.

 

Por qué no se debe decir a los niños "no pasa nada" cuando lloran

 

Y nuestra incapacidad para tolerar esas emociones de nuestras/os hijas/os que nos resultan incómodas, no va a evitarles el sufrimiento, sino que van a transmitirles el mensaje de que esas emociones no son válidas, que deben esconderlas y ocultarlas, incluso reprimirlas. Y ese es uno de los peores aprendizajes que podemos dejarles a nuestros hijos e hijas. Las emociones no son negativas por sí mismas, solo tenemos que aprender a transitarlas y dejarlas ir. Pero reprimir lo que sentimos, negarlo, culpabilizarnos por ello… nos hace daño. 

Además, si ven que cuando se sienten mal, lo que hacemos es restarle importancia a sus emociones y a sus vivencias, aprenderán que para nosotros sus cosas, sus asuntos personales, no son importantes y se irá quebrando la relación de confianza que nos gustaría construir entre ellos/as y nosotras/os. Cuando llegue la adolescencia será especialmente importante la solidez que tenga esta relación construida desde la primera infancia.

Si cuando se les rompe un juguete o se les derrama un vaso de agua; cuando un dibujo no les sale como querían hacerlo o un compañero del cole no les invita a su cumpleaños; cuando lloran porque no les hemos comprado lo que querían o porque se han olvidado su peluche favorito en casa de los abuelos… nos dedicamos a decirles que no pasa nada cuando lloran, que los asuntos que para ellos/as son importantes carecen de importancia en absoluto para nosotros/as; difícilmente van a crecer con la confianza necesaria para acudir a nosotros cuando vivan su primer desamor, o cuando sientan la presión del grupo y se sientan tentados/as de probar el alcohol o el tabaco, por ejemplo.

 

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Por eso es tan importante que desterremos el “no pasa nada” de una vez por todas de nuestro vocabulario y nos iniciemos en la validación de emociones. Que aprendamos a decir, simplemente, “siento que estés tan triste, es normal sentirse así a veces, ¿te apetece que te dé un abrazo?”

En la Tribu CSC acompañamos a muchas familias en esta no siempre fácil pero apasionante aventura de la crianza.

 

29 enero, 2023

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