Vivimos en una sociedad en la que el aspecto físico sigue marcando demasiado. Se han establecido unos cánones de belleza por la publicidad, las redes sociales o la relación entre nosotros, que hacen que parezca…
Hablar del peso delante de los niños no es buena idea y es algo que deberíamos evitar. Ellos no son responsables de llevar o no una vida saludable. Eso nos compete a nosotros, sus padres. Mostrar preocupación sobre lo que pesan o lo que pesamos nosotros les puede afectar en su autoestima y, en algunos casos, derivar en trastornos de conducta alimentaria (TCA).
Nuestras palabras dejan huella, para bien y para mal
Tener hijos implica para un adulto convertirse en su modelo. Todo lo que hacemos o decimos tiene un impacto en ellos. En psicología y en pedagogía existe el concepto del efecto Pigmalión que describe cómo la creencia que tiene una persona puede influir en el rendimiento de otra. Para lo bueno y para lo malo.
En el caso de los niños, ese «poder» lo tenemos sus padres. En alguna ocasión os hemos hablado en el blog de cómo hay que cultivar la aceptación en los niños para que estos sean felices. Y también de cómo etiquetar a los peques afecta a su desarrollo.
Con el peso y el aspecto físico ocurre igual. Si hablamos del peso delante de ellos, tanto del suyo como del nuestro o el de otra persona, estamos normalizando que pesar más o menos es un valor importante en una persona. Y en una sociedad como la nuestra, donde se le da tanta importancia al aspecto físico, que nosotros le demos relevancia puede sembrar una semilla negativa que vaya creciendo y les afecte en el futuro.
Hablar del peso delante de los niños afecta a su salud mental
Si nuestro hijo no cumplen con esos cánones estéticos autoimpuestos y nosotros confirmamos esa idea con nuestros comentarios, podemos provocar problemas de autoestima e incluso trastornos de conducta alimentaria en los menores. Nuestros hijos no tiene la culpa de las expectativas con las que les cargamos, ni sobre el peso ni sobre cualquier otro aspecto.
Estos trastornos (bulimia, anorexia, atracón, etc.) están provocados por múltiples factores. Sin embargo, la psicóloga del equipo de Criar Con Sentido Común, Mamen Bueno (con la que podéis contactar a través de la Tribu CSC) subraya que la relación de la familia con la comida es uno de los factores más determinantes en esta cuestión:
«Como padres hay que ser consciente de cuál es nuestra relación con la comida y nuestro cuerpo. Si no tenemos una buena relación con la comida, nos pesamos continuamente, hacemos ejercicio de manera compulsiva, hablamos de alimentos prohibidos o les decimos que esto o lo otro no lo pueden probar; si montamos en cólera si alguien les ofrece algo que pensamos que no deben comer… Al final el equilibrio es difícil. Si no tenemos una buena relación nosotros, ¿cómo les vamos a enseñar a que ellos sí la tengan?».
Y lo más preocupante es que estos trastornos se detectan cada vez en edades más tempranas; así que es hora de reflexionar sobre cuál es nuestra responsabilidad como padres en este sentido.
Los estudios confirman el impacto de los mensajes sobre el peso en los niños y adolescentes
Existen varios estudios científicos que han evaluado cómo hablar de peso delante de los niños tiene un impacto a la larga. Os hablamos de dos:
- En este estudio publicado en la revista Eating & Weight Disorders se realizó un análisis retrospectivo que evaluaba cómo los comentarios de los padres sobre el peso o los hábitos alimenticios afectaban al índice de masa corporal (IMC) y la satisfacción sobre el peso de sus hijas. Se evaluó a 500 mujeres de entre 20 y 35 años y, efectivamente, esos comentarios de sus padres habían provocado que estuvieran más insatisfechas con su peso, incluso las que tenían un IMC normativo.
- En 2013 se publicó otra investigación de la Universidad de Minnesota que demostraba que las madres y padres que participaban en conversaciones relacionadas con el peso tenían adolescentes más propensos de hacer dieta y a tener conductas poco saludables en su relación con la comida (incluidos trastornos). Por el contrario, las que centraban sus conversaciones sobre alimentación saludable conseguían que sus hijos tuvieran una buena relación con su alimentación y su cuerpo.
Actuar mejor que hablar de peso delante de los niños
La salud de nuestros hijos no es cosa de ellos. Es cosa nuestra. Al menos mientras sean pequeños. Eso significa que quienes debemos promover que estén sanos somos las personas adultas. La obesidad infantil se considera un problema de salud pública. Uno de los grandes hándicaps con el que se encuentran los pediatras es precisamente que los padres se resisten a aceptar que sus hijos tienen un problema con su alimentación.
En Anales de Pediatría podéis encontrar un artículo que recoge que el 78% de los padres con hijos con sobrepeso son conscientes de ello, pero lo banalizan o no le dan importancia. Es decir, que a muchos adultos les cuesta reconocerlo o se sienten culpables. Así que, ni banalizar ni darle excesiva importancia. Lo que hay que hacer es dar ejemplo.
Es decir, no obsesionarse con el tema del peso ni prohibir alimentos. Es mucho mejor valorar y hablar bien de las cualidades de una fruta, por ejemplo, «porque es buena para tu desarrollo». La buena relación con la comida se trabaja desde que son bebés y se inicia la alimentación complementaria. De hecho, el objetivo del Baby Led Weaning (BLW) es precisamente ese, que los peques se acerquen a la comida, la prueben, la manipulen, jueguen con ella y vayan adquiriendo así buenos hábitos saludables.
Una compra saludable (sin excesos de ultraprocesados ni productos azucarados o con mucha sal) e incluso hacerles partícipes de la preparación de la comida es otra forma de enseñarles a relacionarse de forma saludable con ella. Y no obligarles a comer si no quieren. Además, hacer deporte en familia también servirá para que normalicen la actividad física como algo positivo en sus vidas.
Valorar otras cualidades y escuchar sus preocupaciones
Como adultos hemos de interiorizar que no es positivo hablar de peso delante de los niños ni valorar las cualidades de otras personas en base a eso. «Qué delgada te has quedado», «Qué bien te han sentado las vacaciones», «qué hermosa estás» y frases por el estilo vienen a asentar la idea en sus cabezas de que el aspecto y el peso son importantes. Y se acaba relacionando delgadez con éxito.
En vez decir, «qué guapa/o estás», deberíamos probar a resaltar otras cualidades que no estén relacionadas con su peso. Los adolescentes (sobre todo las chicas) van a estar muy expuestos ante los mensajes sobre la delgadez y el peso corporal. Si colocan la importancia del físico en su sitio, serán más impermeables a esos comentarios.
Y ¿qué hacemos si nuestro hijo tiene sobrepeso? Pues propiciar la comunicación y que hablen de ello si es algo que les preocupa, apoyarles y demostrarles que los queremos pesen lo que pesen. Y si necesitan ayuda, tenderles nuestra mano siempre. Y acudir a profesionales de la nutrición más centrados en cambiar hábitos y una buena educación alimentaria que en perder peso.
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