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La varicela en niños y adultos es una enfermedad producida por el virus Varicella zoster cuando afecta por primera vez a una persona. Aunque suele cursar sin gravedad en niños sanos, puede llegar a tener consecuencias graves en el caso de niños lactantes, mayores de 15 años, adultos y personas inmunodeprimidas.
La varicela en niños
Es una enfermedad extremadamente contagiosa y es bastante probable que todas las personas adultas hayamos pasado en algún momento de la infancia la varicela. Sin embargo, gracias a la vacuna la incidencia va poco a poco en descenso. Pero, a pesar de ello, las dudas en torno a ella siguen preocupando a muchos padres. En la Tribu CSC, la pediatra Gloria Colli, junto al resto del equipo de profesionales, contesta a diario a todas las preguntas relacionadas con salud infantil.
Cuando pasamos la varicela, el virus permanece inactivo en el sistema nervioso de por vida, pudiendo reactivarse y causar el herpes zóster, una erupción bastante dolorosa que suele ocurrir pasados los 60 años. En caso de que los niños contraigan la varicela antes del primer año de vida, pueden pasarla por segunda vez más tarde, aunque la realidad es que es poco probable que ocurra. Y en caso de que se dé, ocurre de forma leve.
¿Cómo saber si un niño tiene varicela? Síntomas
La principal vía de contagio de la varicela en niños y adultos es a través de la tos, los estornudos o con el contacto directo con las vesículas de la piel que contienen el virus, además de la saliva y las mucosidades.
Los primeros síntomas de la varicela en niños pueden aparecer después de 14 ó 16 días de que se produzca el contagio, aunque también puede aparecer antes (a los 10 días) o después, alargándose hasta los 21. La enfermedad no causa ningún malestar mientras se está incubando, pero una vez que da la cara sí puede causar fiebre que puede alcanzar los 40ºC y durar varios días. A ella se suman cefaleas, náuseas, vómitos y pérdida de apetito.
Pero las erupciones en la piel son su señal más característica, combinando combinando vesículas, pústulas y costras a la vez. Las primeras son ampollitas llenas de líquido claro, mientras que las segundas contienen un líquido blanquecino. Cuando las vesículas y las pústulas se rompen, el contenido sanguinolento se seca formando las costras. Lo típico de la varicela es que todas estas lesiones se pueden encontrar a la vez. La varicela en niños se puede dividir en tres etapas:
- Del primer al quinto día: Las primeras lesiones que aparecen son las vesículas, de líquido claro, que pronto se hace purulento y rápidamente se rompen formando las costras. Pueden aparecer en la cara, la cabeza y el tronco, para pasar después a los brazos, la barriga, la espalda y los genitales.
- Del sexto al noveno día: La mayoría de las vesículas y pústulas se han roto, dejando costras con color amarillento o rojo que se caen días después dejando una marca.
- Décimo día: Cuando todas las lesiones están en fase de costra ya no contagia.
Es habitual que durante el transcurso de la varicela se tengan a la vez vesículas, pústulas y costras. El motivo es que las lesiones no aparecen en la piel a la vez, sino en diferentes brotes que se dan entre los dos y los ocho días. Además, tardan entre tres y cuatro en convertirse en costra.
Tratamiento de la varicela en niños
La varicela en niños y adultos no tiene tratamiento, aunque sí se puede controlar con antitérmicos, antivíricos y antihistamínicos. Por ello, la mejor forma para evitar contraer la enfermedad es a través de la vacuna. En España, está incluida en el calendario de vacunación infantil y se administra en dos dosis: la primera a los 15 meses y la segunda a los tres o cuatro años.
Los niños mayores de 13 años y adultos que no han pasado la varicela ni están vacunados, deben recibir dos dosis de la vacuna separadas por 28 días.
La enfermedad se transmite con mucha facilidad entre las personas no vacunadas. Y a ello contribuye que es casi imposible detectarla de forma precoz. El motivo es que la varicela en niños es contagiosa desde dos días antes de que aparezca la primera erupción y hasta que todas las ampollas se han secado por completo.
¿Qué significa esto? Que una vez que entra en casa, lo más probable es que la contraigan todos los miembros de la unidad familiar. De hecho, según la AEP, tras un contacto intrafamiliar, el 96% de las personas desarrollan la enfermedad en menos de un mes. Cuando ocurre, el segundo niño que se contagia de varicela dentro de una misma familia suele desarrollarla con más fiebre y vesículas.
Por ello, en caso de que un niño coja la varicela es importante que el resto de la familia se vacune. De hecho, tal y como explica la pediatra Gloria Colli en el post «¿Y si mi hijo tiene varicela y yo no la pasé de pequeña?»:
«La vacuna administrada entre tres y cinco días después del contacto protege de las formas más graves entre el 80 y el 100% de los casos».
Además, en caso de que aparezca una infección bacteriana por rascarse con las uñas sucias, puede ser necesario un tratamiento antibiótico. La varicela puede provocar neumonía, miocarditis, miositis, encefalitis e inflamación de la médula, aunque son complicaciones poco frecuentes.
¿Qué debo hacer si mi hijo tiene varicela?
Como la detección precoz es prácticamente imposible, en caso de que tu hijo coja la varicela, no tiene ningún sentido aislarlo dentro de casa. Eso sí, en ningún caso debe salir a la calle ni ir al colegio o al parque hasta que se hayan secado todas las heridas por completo, sin tener en cuenta las heridas en las palmas de los pies o de las manos ya que estas no son contagiosas.
Por lo general, las vesículas suelen tardar una semana en secarse desde la primera erupción. Mientras ocurre, puedes ayudar a tu peque con unas sencillas recomendaciones:
- Usa una loción de calamina para aliviar el picor.
- Corta las uñas para evitar infecciones al rascarse y quitarse las costras.
- Puedes dar paracetamol en caso de dolor, pero nunca aspirina ya que puede provocar el síndrome de Reye, una enfermedad grave.
- Evita la exposición al sol.
- Usa ropa amplia y de algodón.
Además, puedes bañar a tu hijo con normalidad, ya que el agua ni extiende ni empeora las vesículas. Es más, ayuda a evitar una infección bacteriana provocadas cuando el niño se rasca las heridas. Para hacerlo, evita frotar y usa un gel suave o baños de avena para aliviar el picor. Al acabar, seca muy bien dando pequeños golpecitos con la toalla en lugar de arrastrarla.
En caso de que existan heridas en la boca, es probable que molesten a la hora de comer y que desaparezca el apetito. Por ello, es conveniente evitar los alimentos ácidos o salados, priorizando los fríos y blandos.
Si necesitas acudir al pediatra, deberías avisar en recepción o incluso antes de llegar para que os sitúen en una sala aparte si es posible para evitar nuevos contagios.
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