Se acerca la Navidad y muchas familias se plantean cómo afrontar las tradiciones sobre personajes mágicos que traen regalos, como es el caso de los Reyes Magos. En realidad, estas tradiciones asociadas a la fantasía…
Según investigadores de la Universidad de Toronto y la Universidad de Harvard nuestros hijos dan valor a lo que les decimos, pero su fe no es ciega: cuando hacemos afirmaciones sorprendentes los niños no siempre las creen y a medida que crecen se hacen más escépticos, se hacen preguntas e investigan por su cuenta para comprobar si es cierto.
Estudios anteriores ya habían observado que los niños y niñas pequeños no se conforman con las explicaciones de las personas adultas y que cuanto más mayores son, mayor es su interés por confirmar lo que se les dice por su propia cuenta. Pero hasta ahora nunca se había analizado por qué se comportan así.
Ahora, investigadores de la Universidad de Toronto y la Universidad de Harvard han realizado un nuevo estudio para descubrir por qué los menores reaccionan buscando información cuando los adultos les dicen algo sorprendente, y para ello revisaron dos estudios realizados previamente. Sus hallazgos se han publicado en «Child Development».
Y es que, aunque a sus progenitores nos guste pensar que les enseñamos todo cuanto saben… parece que nuestros hijos e hijas aprenden más de lo que observan y experimentan por su propia cuenta.
Son observadores y analizan lo que sucede en su entorno
Los niños y niñas pequeños son muy observadores e incluso cuando creemos que están absortos en una actividad, también tienen las antenas desplegadas para seguir escuchando y analizando todo lo que sucede en su entorno.
Desde bebés, los niños y niñas aprenden por sí mismos observando lo que ocurre a su alrededor y experimentando, y aunque también aprenden gracias a lo que que les explican las personas adultas (especialmente sus progenitores y familiares y sus profesores); no se creen todo lo que les dicen, sino que tratan de verificar lo que les decimos («Fact checking») buscando más información y haciendo preguntas al respecto.
Esto sucede sobre todo si se trata de algo sorprendente (como pueden ser la historia de los Reyes Magos, Papa Noel o el Ratoncito Pérez), algo que se acentúa en los mayores de 6 años, según han comprobado los investigadores.
«La investigación muestra que a medida que los niños crecen, se vuelven más escépticos de lo que los adultos les dicen«, explica Samantha Cottrell, miembro principal del Laboratorio de Aprendizaje y Desarrollo Infantil (ChiLD) de la Universidad de Toronto. «Esto explica por qué es más probable que los niños mayores traten de verificar afirmaciones con mayor determinación en la exploración de sus objetivos».
Los niños no creen todo lo que les dicen: Son escépticos, sobre todo ante afirmaciones sorprendentes
El primer estudio se llevó a cabo entre septiembre de 2019 y marzo de 2020 y contó con la participación de 109 menores de 4 a 6 años del área metropolitana de Toronto (Canadá), de diversas etnias y con progenitores de diverso nivel educativo.
Presentaron a los peques 3 objetos familiares: una piedra, un trozo de material similar a una esponja y un saco de bolas rellenas con granos de plástico. Uno de los investigadores les preguntó: «¿Crees que esta roca es dura o blanda? Todos los niños afirmaron que la roca era dura. Después, se les dividió en grupos al azar para que les dijeran algo que contradijera sus creencias sobre el mundo («En realidad, esta piedra es blanda, no dura»), o algo que confirmara su opinión («Así es, esta piedra es dura»).
Tras esto se les preguntó de nuevo: «Entonces, ¿crees que esta roca es dura o blanda?». Casi todos los niños que escucharon afirmaciones que se ajustaban a sus creencias continuaron manteniéndolas, afirmando que la roca era dura. Sin embargo, pocos de los niños a los que se les dijo que la roca era blanda mantuvieron el mismo juicio que antes. El investigador les dijo entonces que tenía que salir de la habitación para atender una llamada telefónica y les dejó explorar el objeto por su cuenta.
Los grabaron en vídeo y se comprobó así que la mayoría de los niños, independientemente de su edad, se dedicaban a probar afirmaciones sorprendentes. La hipótesis de los investigadores fue que las diferencias de edad podrían evidenciar el desarrollo de las habilidades infantiles para emplear la exploración para comprobar afirmaciones complejas.
«Los niños no creen todo lo que les dicen. Piensan en lo que les han dicho y, si son escépticos, buscan información adicional que pueda confirmarlo o desmentirlo», sostienen los investigadores.
A medida que crecen ese vuelven más escépticos
A medida que cumplen años, la motivación detrás del deseo de explorar de los niños cambia: los más pequeños quieren investigar porque quieren experimentar, es decir, han creído lo que les han dicho y quieren ver ese hecho sorprendente; en tanto los mayores exploran porque son escépticos sobre lo que les han dicho.
En el segundo estudio, que se realizó entre septiembre y diciembre de 2020 participaron 154 menores de 4 a 7 años residentes en la misma zona que los del primer estudio. También eran de diversa etnia y sus progenitores también poseían diferentes niveles académicos.
La investigación en este caso se hizo a través de Zoom a causa de las restricciones impuestas por la pandemia de COVID-19. Un investigador compartió su pantalla y presentó a cada uno de los participantes 8 viñetas. Para cada viñeta el adulto hizo una afirmación sorprendente (por ejemplo, «la roca es suave» o «la esponja es más dura que la roca») y se les preguntó después qué debería hacer otro niño en respuesta a esa afirmación y por qué deberían hacer eso.
Los resultados mostraron que los niños mayores (de 6 y 7 años) eran más propensos que los más pequeños a indicar una estrategia de exploración que se adaptaba a la afirmación que habían escuchado (es decir, tocar una roca y una esponja). También se observó que según van cumpliendo años los niños cada vez justifican más la exploración como un medio para verificar la afirmación sorprendente de un adulto.
A partir de los 6 años, empiezan a cuestionar e intentar contrastar las informaciones
Estos hallazgos sugieren que a medida que crecen los niños y las niñas, se vuelven más conscientes de sus dudas sobre lo que los adultos les dicen y, como resultado, su exploración se vuelve más intencionada, específica y eficiente.
«Todavía hay mucho que no sabemos», ha declarado Samuel Ronfard, profesor asistente de la Universidad de Toronto y director de laboratorio en el Laboratorio de Aprendizaje y Desarrollo Infantil (ChiLD), «pero lo que está claro es que los niños no creen todo lo que les dicen. Piensan en lo que les han dicho y, si son escépticos, buscan información adicional que pueda confirmarlo o desmentirlo».
Es por ello que los especialistas en educación y psicología infantil desaconsejan mentir o engañar a los menores, así como ofrecerles explicaciones fantasiosas o incompletas a la hora de explicarles temas complejos. En primer lugar, porque les damos ejemplo de una mala conducta, enseñándoles a mentir a los demás.
En segundo lugar, porque las mentiras y las explicaciones vagas o incompletas pueden generar en los menores frustración, inseguridad y desconfianza hacia nosotros.
Si quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentra la docente, psicóloga y logopeda infantilElena Mesonero.
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