Uno de los principales aspectos a mejorar en la dieta de un niño es reducir el azúcar. Existe evidencia científica acerca de como el abuso del consumo de azúcar afecta tanto al desarrollo como al…
Leche desnatada, yogures 0%, embutido sin grasa… Llevamos años fijándonos mucho en la cantidad de grasa que consumimos, huyendo de ella como si de la peste se tratara porque desde hace décadas se nos dice que la grasa es lo peor que podemos consumir, a pesar de que resulta ser muy necesaria en una dieta equilibrada. Pero, ¿qué pasa con el azúcar en la alimentación de los niños?
Llevamos años huyendo de la grasa por culpa de que hace 60 años, cuando aparecieron los primeros estudios que enumeraban los factores que aumentaban el riesgo de enfermedad coronaria, obesidad, etc., la industria del azúcar consiguió sobornar a los científicos que publicaban los datos para que omitieran todo lo relacionado con el azúcar.
Una mentira con doble intención
Al publicarse los datos demonizando las grasas, se consiguió un doble efecto. Por un lado, comenzamos a retirar la grasa de nuestra dieta, aumentando en consecuencia el consumo de otros alimentos (entre ellos, los que llevaban más azúcar). Y, por otra parte, se silenció el daño que el azúcar podía provocar en nuestra salud, haciendo que su consumo no se viera limitado.
Así se explica en esta investigación realizada en la Universidad de California en San Francisco, publicada en la revista JAMA Internal Medicine, en que se analizaron los documentos de aquella época hasta descubrir la trampa.
Al parecer, la industria del azúcar pagó a científicos de nutrición de la Universidad de Harvard para que hicieran unos estudios donde se concluyera que los principales factores de enfermedad cardíaca eran las grasas saturadas y el colesterol. Al mismo tiempo, debían restar importancia a los efectos que los alimentos y bebidas con azúcar podrían provocar.
Es decir, se desvió la atención hacia las grasas, ignorando los efectos del azúcar en la salud. Por ello, cada uno de ellos recibió el equivalente a 50.000 dólares de dinero actual.
La obesidad aumentó de forma alarmante
Como consecuencia, se nos dijo que lo que debíamos evitar eran las grasas, pero no los dulces. Así, con una dieta totalmente descompensada, cargada de hidratos de carbono, muchos de ellos de absorción rápida (como el azúcar), y baja en alimentos ricos en grasas saludables (como el pescado o los frutos secos); la obesidad y las enfermedades asociadas (como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades cardíacas) aumentaron su incidencia de manera alarmante.
Stanton Glantz, profesor de medicina de la Universidad de California y autor del estudio, lo explica así en Medline:
«Hay muchísimas formas en que se puede manipular con sutileza el resultado de un estudio, algo en que la industria tiene mucha práctica. Como dice el dicho, poderoso caballero es don dinero».
Según la investigación, la industria del azúcar sabía ya en los años 50 que si se reducía el consumo de grasa, aumentaría el del azúcar. Y como eso les perjudicaba, ocultó lo que por aquella época los estudios ya empezaban a advertir: la posible existencia de un vínculo entre el azúcar y los factores de riesgo de la enfermedad cardíaca: el colesterol y los triglicéridos elevados.
Pero cuando estos datos comenzaron a publicarse, un grupo comercial de la industria azucarera (la Sugar Research Foundation) pidió a científicos de la Universidad de Harvard una revisión de esas investigaciones, por la que percibirían el dinero comentado. Esa revisión de la evidencia se publicó en la revista New England Journal of Medicine en 1967, y en ella se echó la mayor parte de la culpa al colesterol.
El azúcar como del «nuevo tabaco»
Esa información caló tanto en la población que han pasado décadas hasta que en los últimos años se le está quitando ya gran parte de la culpa al colesterol, hasta el punto que las nuevas guías alimentarias de EE.UU. ya sin límites para el colesterol (el que se ingiere no tiene tanto que ver con el nivel de colesterol en la sangre, y el nivel de colesterol en la sangre no parece ser tan peligroso), aunque sí con restricciones sobre grasas saturadas.
Y así, comenzó a haber cierta controversia, y en muchos círculos médicos se empezó a hablar del azúcar como del «nuevo tabaco» ya que, como al legislar el tabaco disminuyeron las tasas de enfermedad cardíaca, muchos países comenzaron a barajar la posibilidad de legislar también el azúcar, aumentando los impuestos de las bebidas que fueran ricas en este ingrediente (en España, por ejemplo, casi una década después, el Gobierno ha legislado la publicidad de productos con azúcar para niños).
E incluso se celebró la famosa «Cumbre del Azúcar» parlamentaria del Reino Unido, un evento convocado por Rend Platings, una madre tan afectada por la revelación del director médico de Inglaterra de que, como resultado de la obesidad, la generación actual de padres puede ser la primera en sobrevivir a sus hijos, que lanzó una campaña, Sugarwise, para ayudar a los consumidores a identificar alimentos con azúcar agregado.
Pero, ¿tan malo es comer azúcar?
La OMS ya hace tiempo que está apretando para que a las bebidas azucaradas se les añada unos impuestos de al menos el 20% para intentar frenar su consumo y reducir así la obesidad y la diabetes de la población. Y es que la evidencia parece clara:
- Investigadores de Oxford estimaron que una reducción del consumo de azúcar del 15% prevendría que 180.000 personas de Reino Unido acabaran teniendo obesidad en tan solo un año (y un número aún mayor de personas evitarían tener sobrepeso).
- Otro estudio analizando datos de 175 países reveló que por cada 150 calorías adicionales provenientes del azúcar (en comparación con 150 calorías de la grasa o de las proteínas), la prevalencia de diabetes tipo 2 en la población era hasta 11 veces mayor.
- Un tercer estudio concluyó que en los adultos estadounidenses que consumen más del 25% de las calorías diarias en azúcar, el riesgo de mortalidad cardiovascular es del triple en comparación con los que consumen menos del 10%. Esto sucedía independientemente del IMC y de la actividad física que realizaran.
- Un cuarto estudio (y aquí me paro, porque podríamos pasar horas, y creo que con estos datos ya es bastante evidente), muestra cómo la reducción del azúcar es capaz de modificar rápidamente el estado de salud de una persona. A una muestra de 43 niños latinos y afroamericanos con síndrome metabólico les pautaron una dieta en la que no redujeron el número de calorías que tomaban ni el porcentaje de hidratos, pero sí bajaron el porcentaje de azúcar del 28% de las calorías totales al 10%. Y así pudieron comprobar que a los 10 días se habían reducido significativamente los niveles de triglicéridos, de colesterol LDL, la presión arterial y la insulina en ayunas.
¿Entonces, qué hacemos con los niños?
Empezar a mirar las etiquetas de lo que les damos de comer e ir eliminando todos esos productos que llevan cantidades elevadas de azúcar en su composición. Desde yogures para niños con 15-18 gramos de azúcar por 125 ml (nadie en su sano juicio le pondría 4 cucharadas de azúcar a un niño, pero la industria sí lo hace), a cereales para el desayuno con más de un 40% de azúcar en su composición, pasando por galletas y otra bollería, yogures líquidos, leche para bebés de más de un año, postres, meriendas, refrescos, zumos, etc.
Dicho de otro modo, lo que deberíamos hacer con los niños es darles comida. Comida de verdad. De la que venden en los mercados. Comida fresca.
No es tan complicado, sale todo en la pirámide alimenticia:
- Aumentar el consumo de verduras, hortalizas y frutas ya desplaza gran parte de los comestibles poco saludables que comen.
- Volver a darles legumbres, que están cayendo en el olvido.
- Recuperar los frutos secos (que se pueden ofrecer triturados a partir de los 6 meses) y son la mar de sanos (pero no enteros, para evitar el riesgo de atragantamiento).
- Beber agua (y no zumos ni refrescos).
- Evitar todo lo que está marcado como «consumo ocasional o moderado» en la medida de lo posible.
Y esto es algo que se empieza en el supermercado al escoger lo que compramos, porque lo que no llegue a casa, no lo podrán comer. De ese modo, si todo lo que tenemos en casa es sano, el riesgo es mínimo y la probabilidad de que nuestros hijos e hijas tengan una alimentación saludable, elevadísima.
¿Cuántos gramos de azúcar puede consumir un niño? ¿Qué cantidad de azúcar debe consumir un niño al día? ¿Cuántos gramos de azúcar recomienda la OMS para niños? Si quieres más información sobre cuáles son las consecuencias del azúcar en los niños, los síntomas de exceso de azúcar en niños o sobre los efectos del azúcar en el cerebro de los niños; o necesitas asesoramiento profesional, estaré encantado de atenderte en la Tribu CSC, donde además puedes consultar al resto de miembros de nuestro equipo de expertos en salud materno-infantil y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentran la pediatra Gloria Colli y la dietista-nutricionista Rebeca Pastor.
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