¿Por qué mis hijos se portan bien con otras personas y luego se portan mal conmigo?

Cuando los peques están con personas desconocidas ya que no saben cómo responderán a su comportamiento

Es probable que hayas observado que muchas veces tus hijos se portan bien con otros fuera de casa y mal cuando están dentro. ¿A qué se debe este cambio de comportamiento?

Así, si dentro puede ser una auténtica odisea que pidan las cosas por favor, den las gracias o hagan las cosas con solo pedirlas una vez, fuera son capaces de recordar y cumplir todas las cosas que les pedimos. ¿Por qué mis hijos se portan bien con otras personas y luego se portan mal conmigo?

¿Por qué los peques se portan de forma diferente dentro y fuera de casa?

Partiendo de la base de que es complicado delimitar qué es “portarse bien” o “portarse mal”, lo cierto es que hay diferentes razones para que los niños actúen de diferente manera según con quien se encuentren. Y, en ocasiones, esa diferencia de comportamiento fuera y dentro de casa es premeditada, pero otras no.

 

¿Por qué mis hijos se portan bien con otras personas y luego se portan mal conmigo?

 

Por ejemplo, si después del cole o la escuela infantil, llenamos su tarde de actividades extraescolares o, simplemente, vamos al parque, es probable que lleguen a casa muy cansados. Y esto les llevará a estar más irritables. En otras ocasiones, querrán analizar los límites y probar a ver qué ocurre si no cumplen con las normas de casa. Forma parte de su aprendizaje y la curiosidad propia de esta edad.

Sin embargo, es cierto que algunos peques tienden a portarse peor en casa que fuera de ella. Y para entender el motivo, es necesario entender el comportamiento de los niños y niñas. Estos, desde que son bebés, aprenden que su conducta produce un resultado. No se trata de ser manipuladores o ser más listos que los adultos. Más bien se trata de cosas sencillas: cuando lloran, una persona adulta responde a su llanto: le da de comer, le ayuda a dormir, le cambia el pañal o lo coge en brazos. Pero también ocurre en el caso contrario: si lloran y nadie los atiende, dejan de hacerlo porque aprenden que nadie acude a su cuidado. Es lo que se conoce con el nombre de indefensión aprendida.

Poco a poco, y a medida que van creciendo, sus actos tienen consecuencias (que no castigos). Y, en muchas ocasiones, esa consecuencia puede ser interpretada como una recompensa accidental por parte de los más peques. Por ejemplo, si no recogen los juguetes antes de la ducha, reciben una atención especial de sus progenitores.

Y, quizás, es justo eso lo que buscaban: que le prestaran más atención en un día a día que muchas veces nos sobrepasa por las obligaciones laborales y familiares. Es probable que esa atención adicional que reciben no sea más que sus progenitores le repitan de forma insistente que recojan, pero, lo que los adultos no ven como una recompensa, sí puede ser interpretado como tal por los niños y niñas.

 

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En otras ocasiones, es posible que lloren para jugar con el teléfono móvil o la tablet. Y, después de un buen rato, puede que lo consigan. En este caso, la recompensa es doble: para ellos que consiguen estar un rato frente a las pantallas; pero también para los adultos, que dejan de escuchar al peque llorar.

¿Por qué mis hijos se portan bien con otros y mal conmigo?

Sin embargo, la situación cambia cuando los peques están con personas desconocidas ya que no saben cómo responderán a su comportamiento ni con cuál de ellos conseguirán una recompensa. Es una cuestión de falta de confianza hacia esas personas y de falta de seguridad al no conocer las consecuencias de sus comportamientos (a lo que podemos sumar la tendencia que tenemos todos a comportarnos muy diferente dentro y fuera de casa).

Es más, en la escuela infantil o el colegio, se mantienen ocupados con actividades variadas y, además, tienden a imitar el comportamiento de sus compañeros, especialmente si ven que tienen resultados.

 

¿Por qué es importante jugar con tus hijos?

 

¿Podemos hacer algo para ayudar a los niños a portarse mejor en casa? La realidad es que sí, sobre todo si sabemos que fuera de casa son capaces de cumplir las normas, siempre que estas sean acordes a su edad. Entre ellas, destacan:

  1. Instaura rutinas. Establecer una tabla de rutinas cuando los peques llegan a casa después del colegio les ayudará a organizar las tardes, saber lo que va a ocurrir y afrontar el resto del día de forma más tranquila y relajada.
  2. Establece reglas sencillas en casa acordes a la edad de los peques y explícaselas con un lenguaje claro. “No des portazos” o “Recoge los juguetes cuando acabes” son algunos ejemplos.
  3. Valora el buen comportamiento. No se trata de halagar o premiar a los peques, pero sí de reconocer que ha hecho algo que le habíamos pedido previamente.
  4. Comparte tiempo de calidad con cada uno de tus hijos e hijas, sobre todo, cuando es él o ella quien reclama esa atención. Deja a un lado el móvil y el resto de obligaciones y dedica al menos 10 minutos al día a cada uno de tus peques, sin necesidad de que haya un mal comportamiento previo para llamar la atención.
  5. Ajusta las expectativas y celebra cada pequeño cambio.

¿Por qué mis hijos se portan bien con otras personas y luego se portan mal conmigo? ¿Qué hacer si mi hijo tiene malos comportamientos? ¿Por qué mi hijo se porta bien con los demás pero no conmigo? ¿Cómo debo actuar si mi hijo se porta mal? Si quieres responder a estas preguntas o necesitas saber por qué los niños se portan peor con las madres o con los padres, en la Tribu CSC cuentas con un equipo de expertos/as que pueden ayudarte y a los que puedes consultar todas tus dudas. Entre ellos, se encuentra la psicóloga infantil y logopeda Elena Mesonero.

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