Retinopatía del recién nacido

La retinopatía en el recién nacido es una enfermedad ocultar que puede afectar a los bebés prematuros. En ella, los vasos sanguíneos crecen de forma anormal dentro de la retina, y debido a la debilidad de estos vasos, pueden provocar derrames o sangrados en el ojo.

¿Qué es la retinopatía del recién nacido?

Este crecimiento anormal de los vasos sanguíneos dentro de la retina, provoca a su vez la cicatrización de la retina (la capa de tejido nervioso del ojo que envía al cerebro los mensajes que nos permiten ver). Y cuando estas cicatrices encogen, tiran de la retina, separándola y desprendiéndola de la parte posterior del ojo. En los casos más graves puede provocar pérdida de visión e incluso ceguera.

Los vasos sanguíneos comienzan a crecer alrededor de la semana 16 de embarazo y continúan haciéndolo hasta después del nacimiento. Sin embargo, en el caso de los bebés prematuros este crecimiento se ve alterado. De hecho, los peques que nacen antes de la semana 31 de gestación o los que pesan menos de 1.500 gramos son los que más riesgo tienen de sufrir la retinopatía del recién nacido.

Por ello, a la mayoría de estos bebés o aquellos con riesgo alto de sufrirla por otras razones, se les realizan exámenes de retina en las primeras 4-9 semanas de vida. En caso de que que los vasos sanguíneos de ambas retinas hayan completado su desarrollo de forma normal, no es necesario ninguna otra evaluación posterior. Pero en el caso contrario, será el médico el que nos explique el tratamiento más adecuado para el bebé.

Hay que tener en cuenta que muchos de estos bebés prematuros necesitan el suministro de oxígeno adicional tras el nacimiento, lo que se considera también un factor de riesgo asociado a la retinopatía de los bebés. En el caso de la retinopatía sea grave, los síntomas incluyen movimientos oculares anormales, estrabismo convergente, miopía grave y/o pupilas de apariencia blanca (leucocoria).

También conocida como retinopatía del prematuro, fibroplasia retrolenticular, retrocristaliniana o ROP, no se asocia con ningún signo ni síntoma durante el desarrollo del ojo del feto, por lo que no se ve a simple vista. Por ello, la única manera de diagnosticarla es gracias a una exploración ocular realizada por un oftalmólogo. Eso sí, la tasa de retinopatía de la prematuridad ha disminuido de forma considerable en los países desarrollados en las últimas décadas gracias a los mejores cuidados que se ofrecen en las UCIs neonatales.

Tratamiento de la retinopatía del recién nacido prematuro

En algunos casos, la retinopatía es leve y no necesita ningún tipo de tratamiento al corregirse por sí sola. Sin embargo, hay algunos casos graves que puede provocar que la retina se desprenda del ojo. En estos casos, es necesario operar para prevenir la pérdida de visión o ceguera. Y el tratamiento precoz aumenta las probabilidades de que el bebé tenga una visión normal.

Gracias a esta operación es posible detener el crecimiento de los vasos sanguíneos anormales dentro del ojo. Así, el objetivo es tratar los lados de la retina (retina periférica) para preservar la retina central (la parte más importante). Esta cirugía puede conllevar la pérdida de la visión periférica, pero consigue preservar la parte central de la retina. De esta forma, el ojo conserva sus funciones vitales, como puede ser ver lo que hay delante, leer o distinguir colores, por ejemplo.

Los métodos más frecuentes para operar la retinopatía en recién nacidos son a través del láser o con una inyección de medicamento en el ojo, una técnica novedosa con resultados prometedores, pero que aún sigue en estudio. En los casos más complejos, se usan otras técnicas como la indentación escleral o la vitrectomía. En la mayoría de los casos, los resultados son positivos siempre que la detección y el tratamiento sea precoz.

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