Este post se publicó originalmente el 25/11/2021 y ha sido actualizado en fecha 11/11/2024
¡Corre! ¡Date prisa! ¡No llegamos! ¿De verdad necesitas tanto tiempo para atarte los zapatos? ¡Deja ya de jugar! ¡Vamos a llegar tarde! ¡Venga! ¡Vamos! Hoy hablamos de la importancia del ritmo de vida en el desarrollo de los niños y de por qué tenemos que adaptar nuestro ritmo al de los niños y no al revés.
Por qué tenemos que adaptar nuestro ritmo al de los niños y no al revés
Lo vemos constantemente en la Tribu CSC, llevamos un ritmo de vida vertiginoso. Comenzamos el día con la agenda llena de obligaciones y responsabilidades. Preparar los desayunos, llevar a los niños al colegio, llegar a tiempo al trabajo, completar una jornada laboral agotadora, hacer la compra, poner la lavadora, preparar la comida para el día siguiente, llevar al niño a las extraescolares, pagar el regalo del cumpleaños al que va la niña el viernes, contestar el correo, las duchas, la cena, firmar la nota para la excursión del colegio… Nos metemos de nuevo en la cama con la sensación de no llegar a nada y vivir constantemente con una lista interminable de tareas pendientes por hacer.
El sistema laboral, en su afán de producir cuanto más mejor en el menor tiempo posible, nos empuja a vivir, en ocasiones, al límite de nuestras posibilidades. El estrés y la ansiedad son las nuevas enfermedades de la población adulta en esta era. Y aún así, seguimos día tras día sin poder bajar el ritmo, como un hámster dando vueltas en una rueda; como simples piezas de un engranaje.
Si las personas adultas apenas podemos soportar ese ritmo sin ver seriamente perjudicada nuestra salud, no deberíamos intentar someter a esa presión a la infancia, que tiene sus propios ritmos y necesita que sean respetados.
¿Por qué es importante adaptarse al ritmo de los niños?
Los peques se detienen en el vuelo de una mariquita y pueden pasarse horas observando cada pequeño detalle del mundo que les rodea. Una tarea tan simple como quitarse un pantalón o guardar algo en una mochila puede ocuparles un tiempo que a nosotras/os se nos antoja desmesurado. Las gotas de lluvia deslizándose tras el cristal pueden ser un espectáculo mayor que cualquiera de los exhibidos en los grandes teatros del mundo.
Ese es su ritmo. Necesitan tiempo para observar, para analizar, para captar, para aprender, para ser, sin más. No entienden de prisas ni de contrarrelojes. Entienden de sensaciones reales. Hambre, sueño, cansancio, curiosidad… Pretender convertir a los/as niños/as en personas adultas en miniatura no solo demuestra falta de conocimiento y de sensibilidad; también es la mejor manera de robarles su esencia.
Debemos tener en cuenta la importancia del ritmo de vida en el aprendizaje de los niños. Todos esos “retrasos” en nuestras apretadas agendas forman parte de su manera de estar en el mundo, forman parte de su crecimiento, de su avidez de aprendizaje.
Si somos capaces de adaptar nuestro ritmo y respetar el suyo, cada niño/a se desarrollará a su propio ritmo, alcanzarán cada hito evolutivo cuando sea su momento; aprenderán e irán adquiriendo destrezas sin presiones del entorno. Pretender forzar sus ritmos y que crezcan antes de tiempo para que no entorpezcan nuestras aceleradas vidas es irrespetuoso pero también puede tener consecuencias negativas sobre su desarrollo.
Cada vez que les abrochamos los botones aunque ya sepan hacerlo porque así acabamos más rápido, estamos privándoles de la oportunidad de practicar. Cada vez que les vestimos porque vamos con prisas y no les permitimos intentarlo, les estamos lanzando el mensaje implícito de que nosotras/os sabemos hacer las cosas mejor que ellos/as. Cada vez que les recriminamos que van muy despacio, estamos contribuyendo a minar su autoestima con mensajes de incapacidad.
No forcemos sus motores. No les cortemos las alas. Probemos mejor a contagiarnos un poco de su calma, de su capacidad innata para estar en el aquí y en el ahora. Aprendamos a echar el freno para disfrutar de una infancia bella y efímera que durará apenas unos pocos años. Y, de paso, conectemos también con nuestra propia necesidad de bajar el ritmo, de dejar de autoexigirnos ser semidiosas/es que pueden con todo.
Aprendamos a priorizar y démosle espacio en nuestra vida a lo verdaderamente importante. La conexión libre de WiFi con las personas que queremos. La presencia de verdad en las vidas de nuestras hijas e hijos y en nuestras propias vidas. Escuchemos las señales que nos dan y que nos damos. Bajar las prisas para subir la escucha. Difícil y hermosa tarea.
Sé que puede resultar difícil y que en los trabajos, por lo general, no entienden de crianza respetuosa. Y también sé que cuando conectamos con sus necesidades y aprendemos a buscar soluciones eficaces y respetuosas con todas las partes, todo fluye y es más fácil ganarnos su cooperación y llegar a tiempo. Llegar al cole a tiempo es importante. Llegar con una sonrisa, lo es aún más.
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