Agredida por dar el pecho en público 

La condena social sobre la lactancia en público va más allá del debate sobre la ocupación de los espacios. Tiene que ver también con la censura de nuestros cuerpos

Ayer nos sorprendía la noticia de que, en Francia, una mujer había sido abofeteada por dar el pecho a su hijo en público, mientras hacía cola para recoger un paquete. En este caso nos sobrecoge la agresión recibida por parte de esta madre; pero son frecuentes las noticias de diversos países en las que se denuncian situaciones como esta.

Madres que son expulsadas de edificios públicos, invitadas a abandonar centros comerciales o restaurantes, o increpadas por amamantar a su bebé en un espacio público

Dar el pecho en público sigue estando «mal visto»

Cualquiera que haya dado lactancia materna exclusiva sabe que amamantar a demanda implica estar 24 horas al día disponible para tu bebé. Decirle a una madre que da el pecho que no puede hacerlo en un espacio público es condenarla a encerrarse en su casa durante meses. También es vulnerar los derechos fundamentales de su bebé.

Las mujeres, en general, estamos acostumbradas a que se nos veten los espacios públicos. El problema para quienes pretendan mantenernos encerradas es que ya no estamos dispuestas a obedecer

 

 

Pero la condena social sobre la lactancia en público va mucho más allá del debate sobre la ocupación de los espacios. Tiene que ver también con la censura de nuestros cuerpos. El cuerpo de las mujeres es usado como reclamo publicitario para cualquier campaña de marketing. Se nos cosifica.

La gran paradoja de nuestra sociedad: Enseñar las tetas sí, pero para vender; no para amamantar

No importa si lo que se vende es un coche de lujo, una casa o un perfume. No hay campaña publicitaria que se resista a un par de tetas. Porque para ser un hombre de éxito tienes que tener un buen coche (no uno cualquiera, uno potente, que demuestre tu hombría); un buen trabajo donde se reconozca tu valía; y una mujer guapa, con un buen par de tetas, a la que exhibir como un trofeo entre tus colegas. 

Si una mujer joven y atractiva lleva un escotazo o incluso unas transparencias que dejan poco margen a la imaginación, no hay problema. Habrá quienes lo critiquen, por supuesto, como todo. Habrá incluso quien diga que las que critican lo hacen por envidia. Y aquí está una vez más la censura sobre el cuerpo de las mujeres. Se luce porque ella puede. 

Si tienes un cuerpo que encaja en los cánones de belleza establecidos puedes ir prácticamente desnuda por la calle, si lo deseas. Es tu derecho. Hay quien argumenta incluso que es feminismo porque ahí está la libertad de una mujer para vestirse como quiera. Pero es mentira. Tienes derecho a exhibir tu cuerpo porque tu cuerpo es considerado un objeto de deseo digno de ser contemplado por otros. En el mejor de los casos, contemplado. Porque si llegara el caso de que tu cuerpo fuera violentado y abusado, tu vestimenta serviría como excusa para justificar al agresor. “Es que parecía que lo iba buscando”

 

 

Y eso si estás buena. Si tu cuerpo no encaja con los cánones de belleza actuales olvídate de exhibirlo y tapa bien esos michelines, esa celulitis y esas estrías. No se te ocurra hacer topless si la ley de la gravedad ha tenido la osadía de hacer un llamamiento a tus pezones. Porque en ese caso, exhibir tu cuerpo ya no es un derecho que te corresponde sino un acto de mal gusto

Porque en realidad, nadie defiende el derecho de la Pedroche a vestirse como quiera, que lo tiene. Si se defendiera ese derecho se defendería por igual el de cualquier mujer con cualquier tipo de apariencia física. Lo que se defiende es el derecho de las hordas de telespectadores a consumir carne fresca, como quien ve un programa de deportivos de alta gama que sabe que no podrá tener pero que le gusta contemplar. Productos de consumo. A eso quedan reducidos nuestros cuerpos

Y en esa pervertida censura que se hace sobre nuestros cuerpos y nuestras libertades entran los actos en contra de la lactancia materna en público. Porque si en la marquesina de la parada del autobús hay un póster de una chica semidesnuda anunciando unas gafas de sol, perfecto. No tiene nada que ver con el producto que se vende pero quién sabe. Igual alguien se compra unas gafas pensando que al ponérselas tendrá un cuerpo como ese; o incluso que podrá acompañarse de una mujer como esa. Pero si en esa misma parada de autobús a una madre se le ocurre darle el pecho a su bebé… qué necesidad hay de ir provocando. Quédese usted en su casa y así nos evita este bochorno. (Entiéndase la ironía). 

 

 

Quien ve algo sucio o provocativo en una madre amamantando a su bebé tiene una mente enferma

Las tetas, les guste a ustedes o no, existen para una única función: amamantar a nuestras crías. De hecho, se dice que la atracción masculina por los pechos grandes está relacionada con la capacidad de producir leche de los mismos. Buscar una mujer que sea capaz de amamantar a nuestras crías para que crezcan sanas y fuertes. A pesar de que hoy en día sabemos que el tamaño del pecho no es proporcional a la producción de leche en absoluto.

Así que si al sistema heteropatriarcal y capitalista le interesa vendernos prótesis de silicona y usar nuestras tetas para vender coches está bien. Pero dejen de decirnos lo que podemos hacer o no con nuestro cuerpo. Porque si una mujer decide dar el pecho a su bebé, nadie tiene derecho a decirle dónde ni cuándo debe hacerlo

Entendemos que dar la teta no “vende”. Al mercado de consumo no le interesa la lactancia. No produce beneficios económicos a ninguna gran empresa, no genera residuos, no contamina. Cada mujer es libre de hacer con su cuerpo lo que le plazca. Cada madre es libre de decidir, si puede hacerlo, si amamantar o no a su bebé. Nadie tiene potestad para decidir sobre nuestros cuerpos más que nosotras mismas

 

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En un mundo en el que nos han vendido que ser “moderna” es seguir trabajando y haciendo tu vida como si no hubieras sido madre hace poco, dar el pecho es casi un acto revolucionario. Y las revoluciones, es lo que tienen. No hay guantazos que las paren. 

 

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