Las vacunas son actualmente una medida preventiva muy eficaz y segura. Sin embargo, en algunas ocasiones pueden provocar reacción. En la inmensa mayoría de casos esa reacción es leve. Hoy os hablamos de los efectos…
Este post se publicó originalmente el 05/12/2021 y ha sido actualizado en fecha 22/11/2024
Las vacunas infantiles siempre han generado gran controversia. A pesar de su enorme importancia para controlar (y erradicar enfermedades), lo cierto es que no todos los padres, madres o tutores están a favor de vacunar a sus hijos. Y el motivo, en muchas ocasiones, se debe a los bulos y mentiras que circulan sobre ellas.
La OMS alerta de la «insuficiente» vacunación infantil, provocada por la negativa de algunos padres a inmunizar a sus hijos
La vacunación ha cobrado especial relevancia en los adultos a raíz de la pandemia del COVID-19 y el movimiento antivacunas ha cobrado, quizás, más fuerza que nunca. Pero cuando decidimos no vacunarnos, no solo quedamos expuestos a la enfermedad nosotros, sino que también podemos transmitirla a otras personas consideradas vulnerables como los bebés, las personas mayores o los inmunodeprimidos. Por ello, es fundamental que la mayor parte de la población esté protegida por las vacunas, consiguiendo así la inmunidad de grupo.
Según explica la pediatra de Criar con Sentido Común, Gloria Colli:
Las vacunas han supuesto un gran avance en la lucha contra la mortalidad infantil, y tendemos a restarle importancia porque ya no vemos las terribles consecuencias de no vacunar. Sin embargo, cuando surgen pequeños focos de no vacunados, las enfermedades que creíamos ya inexistentes vuelven a reaparecer, provocando estragos en la población infantil. Las vacunas actuales son seguras y eficaces y son la mejor manera de prevenir muertes y discapacidades en el sector más vulnerable de la población: la infancia.
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El movimiento antivacunas se ha extendido por todo el mundo, lo que ha llevado, por ejemplo, a importantes repuntes en Europa de enfermedades que se consideraban controladas como el sarampión. De hecho, la propia OMS ha alertado de la «insuficiente» vacunación infantil, provocada por la negativa de algunos padres a inmunizar a sus hijos.
Y frente a los antivacunas que defienden su decisión de no inmunizar a sus hijos basándose en informes no científicos en muchas ocasiones, la realidad es que las agencias reguladoras de los medicamentos someten a las vacunas a un control exhaustivo, por lo que son completamente seguras. Sin embargo, esto no evita que los mentiras sobre las vacunas se sigan extendiendo por todo el mundo.
Mito 1: Las vacunas infantiles provocan autismo
En 1998, el exmédico británico Andrew Wakefield publicó un artículo en la revista The Lancet en el que se asociaba la triple vírica (sarampión-rubeola-paperas) con el autismo. Sin embargo, esta asociación nunca se ha demostrado y, de hecho, en 2004, 10 de los 12 autores del artículo original publicaron otro en la misma revista en el que se retractaban de lo dicho.
Pero el daño ya estaba hecho y aún hoy, muchos padres antivacunas siguen utilizando el artículo de Wakefield para defender sus argumentos y casi encumbrando al ex-médico como héroe por decir «su verdad» sobre las vacunas infantiles. De hecho, en 2017, un conocido presentador de radio y televisión español aseguró en su programa de radio que las vacunas causaban autismo. Las declaraciones volvieron a causar gran revuelo, aunque días después aseguró que se habían tergiversado sus palabras.
Desde entonces no cesan de publicarse estudios que demuestran una y otra vez que los niños no vacunados con la triple vírica tienen la misma probabilidad de tener trastorno del espectro autista que los vacunados, como por ejemplo este, realizado en más de medio millón de niños daneses
Mito 2: Las vacunas pueden provocar diferentes enfermedades
Esclerosis múltiple, epilepsia, síndrome de Guillain-Barré, encefalopatías, retraso psicomotor, alteraciones de sueño, trastornos del lenguaje, diferentes tipos de tics… Son solo algunas de las enfermedades que se recogen en el libro «¿Eres vacunofóbico? Dime, que te escucho» del doctor Roi Piñeiro Pérez enlazadas a la inyección de los viales. Lo cierto es que ninguna de estas enfermedades está relacionada con la administración de las vacunas infantiles.
Mito 3: Las vacunas tienen efectos secundarios graves y alteran el sistema inmune del niño
Es cierto que las vacunas tienen efectos secundarios. Es habitual que provoquen somnolencia, malestar general, febrícula o hinchazón en la zona del pinchazo, pero pocas veces va más allá. Las reacciones alérgicas graves como la anafilaxia son excepcionales, pero se evitan administrando las vacunas en un centro sanitario apropiado, donde se puede tratar en el caso de que se presente.
Además, los antivacunas defienden que el sistema inmunológico de los bebés es aún muy inmaduro para responder a todas las sustancias que se administran con las vacunas. Y argumentan que se consigue mayor inmunidad tras superar una enfermedad como el sarampión que con la vacuna en sí misma. Es verdad que la enfermedad produce inmunidad duradera en algunos casos, (como el sarampión, que solo se puede pasar una vez), pero no todas las enfermedades se comportan así. La tos ferina no deja inmunidad permanente, por ejemplo, y un adulto puede tener la infección con síntomas leves y contagiar a un bebé que puede sufrir una enfermedad grave, incluso mortal. Además, «muchas de las enfermedades prevenibles con vacunas pueden ser graves, incluso mortales en un porcentaje alto de afectados, lo que hace que asumir el riesgo de enfermar para adquirir la inmunidad sea difícilmente asumible, como es el caso del sarampión o las meningitis«, según explica Gloria Colli.
Cualquier efecto secundario «nuevo» debe ser comunicado a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, quien, en en caso de detectarse el más mínimo riesgo, ordena interrumpir la distribución de la vacuna sospechosa hasta que se aclara la responsabilidad. Desde el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, aseguran que las vacunas que actualmente se emplean son seguras y por ese motivo se siguen utilizando.
Mito 4: Contienen sustancias tóxicas
Precisamente, los exigentes controles que pasan las vacunas garantizan que estén libres de sustancias tóxicas como el mercurio. Sí contienen otros compuestos como el aluminio para aumentar la respuesta inmunitaria. Sin embargo, la cantidad presente está muy debajo de los niveles que se consideran tóxicos y, de hecho, se usa desde hace años para tal efecto.
Por poner un ejemplo, algunas vacunas contienen 0,5 mg de sales de aluminio. Pero este está presente en otras muchas cosas, como por ejemplo la leche materna o de fórmula. En el primer caso, bastarán unos 20 o 25 días de lactancia materna para que el pequeño tome la misma cantidad de aluminio que hay en una vacuna. Pero ojo, porque la leche artificial contiene 10 veces más aluminio que el que se encuentra en la leche materna, por lo que bastarían solo 2-3 días para igualar los datos. Y sí, alimentos como las verduras o las frutas también tienen aluminio.
Para el movimiento antivacuna, las dosis que se administran a los niños contienen además conservantes y estabilizantes como fenoles, sales, excipientes desconocidos y multitud de sustancias ocultas. La realidad es que las vacunas son de los productos sanitarios que más controles pasan precisamente porque se administra a niños que además están sanos, por lo que con más motivo hay que estar completamente seguros de que no hay ningún riesgo.
Mito 5: Las vacunas esconden intereses económicos
Los grandes laboratorios y farmacéuticas son siempre objeto de sospecha cuando hablamos de vacunas. Y es que sobre ellos se pone siempre el foco por los intereses económicos que pueden subyacer a las vacunas. Sin embargo, los nuevos medicamentos son evaluados siempre por las agencias de regulación. Además, hay que tener en cuenta que las vacunas infantiles no son la principal fuente de ingresos de las farmacéuticas y, de hecho, no ganan excesivo dinero con ellas.
A ello se suma la creencia de que las farmacéuticas pretenden hacer un negocio indirecto: gracias a las vacunas se debilita el sistema inmunológico de los niños, provocando que enfermen más y, por tanto, consuman más fármacos. Cuando, en realidad, los niños no vacunados tienen muchas más probabilidades de enfermar y precisar consumir muchos más fármacos.
Pero no solo se benefician las farmacéuticas. Según los antivacunas, también lo hacen los pediatras que las prescriben, quienes reciben regalos de la industria a cambio de recetarlas a sus pequeños pacientes, extendiendo también este mito sobre las vacunas infantiles.
Mito 6: Las vacunas infantiles protegen en realidad de enfermedades benignas
En muchas ocasiones, se piensa que seguimos vacunando a los más pequeños por costumbre y porque «se ha hecho así desde siempre», lo que lleva a inmunizarlos contra enfermedades benignas. La realidad es que el sarampión, la meningitis o la difteria son enfermedades graves que pueden provocar la muerte.
Así, el sarampión provoca un caso de encefalitis y un fallecido por cada mil enfermos; la meningitis meningocócica provoca sordera, amputaciones y problemas cognitivos a entre el 10 y el 30% de los que la padecen y la muerte al 10%; mientras que la difteria causa complicaciones renales, neurológicas y cardíacas que pueden acabar en la muerte a entre un 5 y un 10% de los diagnosticados.
De hecho, aunque se piense que enfermedades como la poliomielitis o la difteria ha desaparecido, la realidad es que lo han hecho en España (gracias a la vacunación), lo que no significa que no siga presente en otros países. De hecho, en 2015 se detectó el primer caso de un niño con difteria en España desde 1987.
Mito 7: La disminución de las enfermedades no se debe a las vacunas, sino a la higiene y alimentación
Es cierto que la higiene juega un papel fundamental en el control de las enfermedades. Lo llevamos viviendo desde marzo de 2020 cuando el COVID-19 llegó a nuestras vidas y aprendimos la importancia del lavado de manos, la distancia social y el uso de la mascarilla. Pero todo eso no es suficiente para luchar contra cualquier enfermedad.
Tampoco la potabilización del agua o cambiar nuestra alimentación y apostar por una más saludable. Nos ayudará, pero no nos mantendrá a salvo de caer enfermos. Gracias a las vacunas se ha conseguido erradicar enfermedades como la viruela, con la que se acabó en 1979, cuando unos años antes mataba a cerca de cinco millones de personas anualmente.
Muchos antivacunas argumentan que gracias a los contagios estaríamos protegidos siempre gracias a que nuestro cuerpo generaría las defensas necesarias. Sin embargo, el verdadero riesgo es padecer una enfermedad (e incluso morir) cuando se puede evitar con una vacuna.
Vaya basura de artículo donde se juzga a los padres que deciden libremente no vacunar como «LOS antivacunas» una connotación súper negativa y discriminatoria. Poco respeto hay en la sociedad queriendo siempre separar unos de otros. Losnpadres que deciden no vacunar no son «los antivacunas» son padres que buscan informarse y cuestionarse todo aquello que meten en el cuerpo de sus hijos a diferencia de la mayoria que solo sigue protocolos a ciegas porque lo dice un artículo o la OMS.
Lamentable calificar como antinada.
Absoluta falta de informacion y como ejemplo citar el presunto caso de difteria q en realidad no lo fue.
Este es un mero articulo de opinion,con cero evidencia.
Si realmente quiere conocer lo que pasó con el niño de Olot y el diagnóstico diftérico del Dr Schneider de lo que fue una amigdalitis, qué erróneamente trataron. con un suero traído de Rusia según los protocolos de los años 50 en el hospital vall de Hebrón, lo tienen perfectamente explicado en el vídeo de YouTube del Dr Enric costa que se llama la falsa teoría de la infección a partir del minuto 27 y hasta el final. Les ánimo a verlo para aclararle tal afirmación errónea que se hace en este blog.
El artículo es lamentable,existen muchos estudios que dicen que las vacunas debilitan el sistema inmune,aparte de las sustancias que se utilizan como adyuvantes de la vacuna,como el aluminio y el mercurio,que atraviesan la barrera hematoencefálica,provocando autismo(que se sabe que es básicamente una intoxicación por aluminio),aparte de los virus que están presentes en los tejidos de procedencia bovina e
y también de tejidos fetales que se encuentran en las vacunas «de toda la vida»,que se sabe que provocan enfermedades autoinmunes y demás enfermedades con los años.En Usa es donde más vacunas ponen a los bebés y es donde más mortalidad infantil hay,qué curioso.Todos estos datos son científicos,pero las farmacéuticas no dejan que lleguen a la gente,porque Sí hay mucho dinero en juego y muchos intereses que no nombraré aquí.El virus del sarampión se erradicó en 1960 gracias a la mejora en la higiene, y la vacuna salió en 1963,así que no fue gracias a la inyección.Además,las vacunas hacen que los virus se hagan más fuertes porque tienen que mutar para esquivar a los que estan en los vacunados,esto también está demostrado,así que la inmunidad de grupo es falso,lo que hacen es hacer más fuerte a la enfermedad, es lo que se llama inmunidad paradójica. En definitiva, hay que investigar un poco y ser responsable, contrastar todo y poner en una balanza los perjuicios y beneficios de un medicamento,y luego decidir que es lo mejor para un bebé,en eso se basa la ciencia.
El artículo es lamentable,existe infinidad de literatura científica que dice que las inyecciones debilitan el sistema inmune, provocan enfermedades autoinmunes, cáncer,autismo(que es básicamente intoxicación por aluminio).Las farmacéuticas controlan que esa información no llegue al público,sería muy extenso explicarlo todo aquí.