Llega diciembre y las reuniones familiares en Navidad se convierten en las protagonistas. Pero la alegría y el deseo de compartir también vienen acompañados de sombras. Las comidas y cenas navideñas pueden provocar situaciones incómodas…
Este post se publicó originalmente el 21/12/2020 y ha sido actualizado en fecha 29/11/2024
La Navidad puede ser esa maravillosa época de alegría y felicidad en que la que compartimos momentos inolvidables con los nuestros. O convertirse en una auténtica pesadilla de estrés, nervios y mal humor. ¿Cómo podemos evitar el estrés en Navidad?
Uno de los motivos de mayor angustia en esta época del año, lo genera el no poder controlar o no ser capaces de «llegar» a conseguir cada uno de los detalles que se supone ha de tener para que sea perfecta. ¿Hay término medio? Pues como en todo en esta vida, claro que lo hay. ¿Podemos lograr ese momento zen de equilibrio y paz?
Pues depende. El estrés puede ser muy subjetivo porque no a todas las personas nos lo produce las mismas circunstancias, pero sí tienen un común denominador: si no logramos controlar toda esa vorágine de sensaciones, la blanca Navidad puede transformarnos en una especie de Grinch y llegar a tener problemas incluso con nuestra pareja.
¿Qué nos estresa tanto en Navidad?
El estrés que sufrimos, las mujeres sobre todo, en Navidad está muy relacionado con lo que se denomina la carga mental y que no siempre reconoce nuestro entorno y, lo que es peor, nosotras mismas. Es un proceso que lleva principalmente a las mujeres a asumir la organización, programación y decisiones que se toman principalmente en casa relacionadas con el cuidado de los hijos y con las tareas domésticas. Así que es lógico que durante la Navidad, la época familiar por antonomasia, esa carga mental se multiplique.
Por un lado, si nuestros hijos tienen edad escolar, coincide con dos semanas largas de vacaciones en el colegio. Si son pequeñitos, pues igual, porque el cuidado del bebé exige mucha dedicación. A ello, se suma que las reuniones familiares se multiplican en ese mismo periodo de tiempo.
Es cierto que en este año de pandemia por coronavirus, esos encuentros sociales se van a restringir (y debemos restringirlos, ojo). Pero aunque reduzcamos esas citas, cuadrar agendas, los lugares escogidos (en el exterior a poder ser), la elecciones de con quién vernos y con quién no… También nos puede provocar más de un quebradero de cabeza.
Pensemos en que este año no nos reuniremos con nadie. Que solo celebraremos la Navidad y el Fin de Año con nuestra pareja (si la tenemos) y nuestros peques. ¿En qué consistirá la cena? Lo pasaremos como una noche normal o, como seguramente hará la mayoría, prepararemos algo especial. Otra decisión que tomar.
Y luego los regalos, que no solo provocan estrés por cuántos debería comprar; sino cuánto me voy a gastar o, por desgracia con tantas personas en ERTE o sin trabajo, cuánto ME PUEDO gastar, si es que puedo gastarme algo (más preocupación para el guiso de la ansiedad).
Y, a todo ello, ¿cuándo podemos dedicar tiempo para nosotras? Porque, como es lógico, nuestros peques querrán estar con nosotras, y nuestra pareja, y nuestra familia… ¡Reconozco que he escrito estos párrafos y he sentido estrés! Vamos a ver qué podemos hacer para neutralizarlo.
Rebajar las expectativas para evitar el estrés en Navidad
Gran parte de nuestro estrés está relacionado con las expectativas. Como tenemos en parte idealizada la Navidad, nos imaginamos que esta ha de ser «perfecta». Y esos deseos no siempre se cumplen y eso genera frustración. Pensamos, por ejemplo, que el mero hecho de que estemos todos en casa será suficiente para estar contentos y eso no siempre es así. Nuestros hijos estarán encantados de tenernos cerca pero necesitan que no sea algo meramente presencial, sino que les dediquemos tiempo. ¡Ellos también tienen sus propias expectativas!
En este sentido habría que pararse a pensar cuáles de esas cuestiones que nos preocupan son realmente importantes, cuáles podemos solucionar y cuáles no podemos controlar.
Organizarnos con tiempo
Son dos semanas largas de vacaciones escolares que no siempre van a coincidir con las vacaciones si trabajamos fuera de casa. Así que lo mejor es planificar el tiempo y las tareas y hacerlo de forma compartida si tenemos pareja. En casa este año hemos programados los días libres de Navidad de modo que uno de los dos esté libre para estar con nuestras hijas.
Los abuelos o familiares cercanos, si los tenemos, también pueden ayudar en el cuidado de los hijos e hijas en la medida de los posible (y con las precauciones de salud precisas teniendo en cuenta la pandemia).
Esa organización nos permitirá el reparto de tareas y obligaciones y conseguir optimizar el tiempo para su realización, de modo que tendremos oportunidad de hacer de todo: ocio con la familia, las compras y la organización de comidas o cenas navideñas.
Sentido común en las compras navideñas
Una vez que nos hemos organizado, podemos pasar a la práctica. Los regalos, seguramente, son una parte muy divertida de la Navidad cuando se abren pero generan muchos quebraderos de cabeza.
Este año, además, hay muchas familias que se han quedado sin empleo o están en una situación delicada por la crisis económica que está provocando la pandemia. Así que, aunque deberíamos planteárnoslo siempre, este año más aún; no está mal que ajustemos el presupuesto a nuestras posibilidades y lo cumplamos.
Además, hay que pensar también qué mensaje lanzamos a nuestros hijos. La Navidad, por desgracia, se ha convertido en sinónimo de consumismo a todos los niveles (también en las comidas y cenas que parece que han de ser propias de un banquete de boda). Nuestros hijos no necesitan 20 regalos. Lo que realmente necesitan es tenernos cerca. Nosotros somos su mejor regalo.
Teniendo en cuenta ambos puntos, el económico y el consumismo, tal vez lo mejor es elaborar una lista o acordar con la familia quién va a regalar qué o hacer un «amigo invisible» en el que cada uno se encarga de hacer un único regalo a otra persona.
Las comidas navideñas son cosa de todos
Y tras las compras, el menú navideño. Otro momento estresante para muchas mamás: ¿carne o pescado?, ¿entrantes, primer plato y segundo o entrantes y un plato principal?, ¿postre casero?, ¿cuántas bebidas compramos?, ¿a fulanito le gusta el refresco o preferirá vino?, ¿y los niños comerán lo mismo o les hago una alternativa?… ¡Y la lista de preguntas puede ser tan larga como la digestión!
Si somos las anfitrionas, lo mejor desde luego es el reparto de tareas. Este año no seremos muchos comensales a la mesa así que ese reparto será más fácil. Se puede acordar, por ejemplo, que cada comensal traiga un plato o se encargue de algo. También se puede optar por comprar la comida hecha (hay muchos establecimientos locales donde se pueden adquirir y, seguramente, colaboraremos con negocios familiares que lo están pasando realmente mal).
Si somos invitadas, podemos ofrecernos a ser nosotras (nuestra familia) la que se encarga de algo en concreto. Además, hay que mostrar colaboración para que todo el peso del encuentro familiar no recaiga en quienes nos han invitado. Preparar una cena o una comida navideña (aunque los alimentos estén preparados) supone también poner y quitar la mesa, fregar o poner el lavaplatos, entretener y cuidar a los niños y niñas, etc.
Respeto en los encuentros familiares
Es otro de los momentos estresantes y más este año en el que pueden faltar personas. En este caso hay que ser respetuosos y empáticos. No todo el mundo tiene que estar alegre y eso tampoco debe suponer que nos sintamos mal. Quizás somos nosotros y nosotras mismas las que estemos tristes y, en ese caso, nos gustará un poco de empatía.
También hay que tener en cuenta que no a todos les gusta la Navidad o que haya quien pueda tener problemas alimentarios o con el alcohol. En este sentido, es mejor no insistir si alguien dice no. Y también saber decir «no» nosotras y nosotros mismos, que a veces nos cuesta enormemente.
En el caso de los niños, tampoco hay que obligarles a dar besos o a responder siempre con una sonrisa. También ellos tienen derecho a decir NO y los adultos a respetarlos. Si es la primera Navidad del bebé, es posible que todos quieran cogerlo y mimarlo. Siéntete libre de negarte a ello porque no es una pelota y, además, pasar de mano en mano también puede ser muy estresante para ellos.
Más tiempo con nuestros hijos
A veces con tantos planes y tareas que realizar para preparar la Navidad se nos olvida que lo más importante es pasar tiempo con nuestro hijos e hijas. Nos empeñamos en que tengan la decoración más bonita, que tengan regalos y prueben delicias navideñas y se nos pasa que todo eso es superfluo para ellos, que lo que realmente les hace felices es estar con su padres, es jugar con nosotros, pasear o hacer una excursión.
Este año no habrá aglomeraciones por el tema de la pandemia (o eso espero). ¡Aprovechémoslo para recuperar la calle! Para pasear y jugar al aire libre. No habrá Cabalgata de Reyes pero sí luces navideñas que podemos admirar con ellos. Y ese tiempo de ocio no solo es positivo para ellos. También para nosotras. Esto ha de ser lo primero de nuestra lista navideña.
Cuidarnos a nosotras mismas
Todo este estrés que acumulamos durante las navidades se vuelve contra nosotras. Si no somos capaces de controlar la ansiedad, los nervios nos pueden y el mal humor acampa en nuestra cabeza. Igual que no hay que dejarse llevar por las expectativas de cómo serán nuestras navidades tampoco hay que ser tan autoexigentes con nosotras.
No somos perfectas ni hay que serlo. No está mal ser compasivas con los demás, pero también con nosotras mismas. Sacar un ratito para nosotras también va a servir para soltar todo ese lastre. Puedes aprovechar para hacer algo de deporte o, si no eres deportista, para dar un paseo.
Un buen libro, quedar con alguna amiga (¡sitios al aire libre y con distancia social, por supuesto!) e incluso cuidar nuestra alimentación y saber decir «por mí es suficiente» también nos vendrá bien para estar más relajadas y que nuestra cabeza se amueble de bienestar, calma y buen humor para que las navidades en familia sean realmente blancas y felices.
Si ese estrés sigue ahí, si no se va; la mejor opción entonces es hablarlo. A veces intercambiar experiencias con otras madres puede ayudar en ese sentido. Aquí en la Tribu CSC, de hecho, confiamos mucho en esa cercanía con familias que se sienten igual. Y contamos con un equipo de profesionales que pueden ayudarte en este sentido.
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