Un estudio ha demostrado que mudarse a zonas con niveles más altos de contaminación atmosférica se asocia a un aumento de la obesidad infantil. Mudarse a zonas con más contaminación conlleva un aumento del IMC…
Un estudio revela que los niveles de contaminación del aire que hasta ahora se consideraban «seguros» pueden dañar el cerebro en desarrollo.
Incluso la contaminación del aire considerada «segura» podría dañar el cerebro en desarrollo
Durante décadas, diferentes investigaciones se han centrado en analizar las consecuencias que tiene la contaminación sobre el desarrollo infantil y la salud del ser humano. Y entre ellos, destaca el Proyecto INMA, que encontró que los recién nacidos en ambientes con peor calidad de aire tienen a pesar y a medir menos.
Sin embargo, cada vez hay más evidencia de que los niveles de contaminación que durante mucho tiempo se han considerado «seguros» pueden incrementar el riesgo de sufrir problemas de salud. Es la conclusión a la que ha llegado una investigación de la Universidad de Medicina Keck de la USC que ha demostrado que los niveles de ciertos contaminantes considerados seguros por la Agencia de Protección Ambiental (EPA), están vinculados a cambios en la función cerebral a lo largo del tiempo.
Para realizar el estudio, publicado en la revista Environment International, los investigadores utilizaron escáneres cerebrales de más de 9.000 participantes del estudio Adolescent Brain Cognitive Development (ABCD), lo que se considera el estudio más grande realizado en Estados Unidos sobre la salud cerebral de los niños y adolescentes. Y encontraron que los menores expuestos a más contaminantes mostraron cambios en la conectividad entre varias regiones cerebrales. Así, en algunas áreas tenían más conexiones de lo habitual; mientras que en otras, tenían menos.
Una situación que según la autora principal del estudio, Devyn L. Cotter, podría ser «perjudicial en el futuro», tal y como ocurre con cualquier desviación en cualquier dirección de la trayectoria normal del desarrollo cerebral (ya sea que las redes cerebrales estén demasiado conectadas o no lo suficiente).
La conectividad cerebral influye en cómo pensamos o actuamos
La comunicación entre las regiones del cerebro es clave en nuestro día a día y nos ayuda a desenvolvernos prácticamente en cada momento. Desde la forma en que asimilamos la información que recibimos sobre nuestro entorno hasta cómo pensamos y sentimos. Muchas de esas conexiones fundamentales se desarrollan entre los 9 y los 12 años y pueden influir en que los niños experimenten un desarrollo cognitivo y emocional normal o atípico.
Por ello, la calidad del aire y su influencia en el desarrollo cerebral juega un papel fundamental en los niños y niñas. Tal y como explica la coautora del estudio y profesora asociada de Ciencias de la Población y la Salud Pública en la Escuela de Medicina Keck, Megan M. Herting:
«La calidad del aire en todo Estados Unidos, aunque es segura según los estándares de la EPA, está contribuyendo a cambios en las redes cerebrales durante este período crítico, lo que puede reflejar un biomarcador temprano de un mayor riesgo de problemas cognitivos y emocionales más adelante en la vida«.
¿Cómo afecta la contaminación del aire al cerebro?
Pero, ¿qué encontraron exactamente los investigadores? Tras analizar las resonancias magnéticas de 9.497 niños y niñas de entre 9 y 10 años, los investigadores analizaron cómo cambiaba la conectividad cerebral, analizando diferentes redes cerebrales, así como el hipocampo o la amígdala. Estas están involucradas en funciones como la emoción, el aprendizaje o la memoria, entre otras.
Tras ello, analizaron la calidad del aire en la residencia de cada menor e investigaron cómo los niveles de contaminación del aire se relacionan con los cambios en la conectividad del cerebro a lo largo del tiempo.
Y encontraron que una mayor exposición a PM2,5 (materia particulada) se asoció con aumentos relativos de la conectividad funcional entre regiones. Por su parte, una mayor exposición a dióxido de nitrógeno predijo disminuciones relativas de la conectividad. Además, la exposición a niveles más altos de ozono se asoció con mayores conexiones dentro de la corteza cerebral, pero menos conexiones entre la corteza y otras regiones, como la amígdala y el hipocampo.
Los investigadores pretenden seguir estudiando la composición química de los contaminantes para determinar cómo y por qué causan daños en el cerebro, además de analizar la salud cerebral a lo largo del tiempo. Mientras, esperan que los resultados del estudio impulse a los gobiernos a tener en cuenta la salud cerebral infantil, además de la salud pulmonar y cardiometabólica, sobre todo cuando hagan recomendaciones sobre la calidad del aire. De hecho, la EPA ya propuso reforzar los estándares de PM2,5, aunque las pautas para el dióxido de nitrógeno no han cambiado desde que se establecieron por primera vez en 1971.
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