11 Cosas que no debes decir a las parejas con hijos adoptivos

La adopción no es un gesto de caridad sino un deseo de formar una familia que respetar y saber acompañar

Aunque la percepción social sobre la adopción está cambiando y es una realidad cada vez más visible, existen frases y actitudes que deberíamos evitar ante los padres con hijos adoptivos. El proceso de adopción es largo y enrevesado, con muchos trámites administrativos y, si se trata de adopción internacional, muchas gestiones y viajes al país de origen del peque.

Y si sumamos a esa incertidumbre y espera comentarios fuera de lugar o actitudes basadas en mitos y falsas creencias podemos hacer mucho daño a esas personas. Si no queremos cometer ese error, estas son algunas de las cosas que no deberíamos hacer.

1. Preguntar por las razones para ser padres adoptivos

Existe una idea muy extendida que relaciona la idea de adoptar hijos con la infertilidad. Sin embargo, no todos los padres con hijos adoptivos los tienen porque no pueden tener hijos biológicos. Hay familias que deciden ampliarse cuando ya han nacido hijos biológicos y otras que asumen la tutela de hijos de familiares que no se pueden hacer cargo de ellos o han fallecido. Otras optan por esta vía simplemente porque asumen que es una buena forma de cumplir sus deseos y darle un hogar a un menor que no lo tiene.

 

 

No hay que olvidar que la adopción no es una herramienta para solucionar un problema de fertilidad o porque un adulto quiere ser (p)madre a toda costa. Tal y como recoge la Convención de los Derechos del Niño (1989), tener una familia es un derecho básico de todo niño o niña.

Así que preguntar por las razones puede resultar poco adecuado. Sea la que sea, el entorno tiene que aceptarlo con respeto.

2. Adularles con frases como «sois unos héroes»

Igual que no es de buen gusto preguntar las razones, tampoco hay que exagerar. La adopción no es un gesto de caridad. Todos los niños tienen derecho a una familia. Y, efectivamente, las personas que optan por esta fórmula han de ser fuertes y pacientes porque el proceso es largo, pero no son héroes. Son personas que quieren formar una familia y deciden que esta es una buena vía para hacerlo.

 

 

«Sois unos héroes, yo no podría». No conocemos el proceso de reflexión de cada persona y desde luego frases como esta se basan en pensamientos erróneos y pueden crear también falsas expectativas, tanto en el entorno como en los propios padres. Pensar que alguien es fuera de serie puede conseguir todo lo contrario.

El generar expectativas tan altas, puede desencadenar que el nivel de autoexigencia de esa familia sea mayor. Y es posible que provoque sensaciones agridulces si no se consigue el ideal de familia perfecta (ideal, por otro lado, completamente alejado de la realidad). Hay tantos modelos de familia, como familias.

3. Preguntarles continuamente por plazos o comparar la adopción con otras familias

El proceso de adopción puede durar años. Si preguntamos insistentemente a la pareja que está en ese proceso podemos provocarles frustración. Ya es suficientemente duro ir pasando todas las fases para adoptar a un hijo. Entrevistas y más entrevistas, trámites, procesos administrativos, más entrevistas… Los Servicios Sociales investigan a fondo a cada familia para asegurarse de que formará un buen hogar para el menor.

 

 

Lo que sí podemos (y deberíamos hacer) es acompañarlos en todo ese proceso, ofrecerles nuestro apoyo y comprensión. Hay familias que tardan más en formarse y otras que tardan menos. Tampoco son iguales las listas de espera en cada comunidad autónoma.

4. Preguntar a los padres con hijos adoptivos por el coste de la adopción

Otra falsa creencia es pensar que adoptar un niño cuesta dinero. El único coste se centra en los gastos administrativos, que muchas veces se ven inflados de una manera desproporcionada. También puede ser costoso el proceso final, en el que los padres tienen que estar un periodo en el lugar de origen del pequeño como paso previo a la conclusión de la adopción.
Pero ese menor ya había nacido sin que la familia adoptante lo desease. Lo que se intenta es que esté en un ambiente familiar. No hay razones económicas detrás de eso. Preguntar sobre ello puede ofender y lastimar a la familia.

5. Expectativas con respecto a la familia tradicional

Afortunadamente, hoy en día existen familias muy diversas que se forman de distinta forma. En el caso de los padres con hijos adoptivos hay que comprender que el proceso es algo más lento. No solo porque adoptar a un hijo no ocurre de la noche a la mañana, sino porque incluso cuando llega el nuevo miembro de la familia, todos han de adaptarse a la nueva situación.

Para los padres es un momento de gran alegría, pero para ese menor, estar ahí, puede suponer un duelo previo muy grande. Es un encuentro desde perspectivas totalmente diferentes.  Cada núcleo familiar tiene sus dinámicas y hay que saber respetarlas y asumir que pueden ser diferentes a las nuestras.

 

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Eso no significa que una familia adoptiva sea mejor ni peor, sino que ha nacido de forma diferente y las formas de relacionarse y establecer los vínculos serán algo distintas. Reconocer esas diferencias y asumirlas es una forma de respetar a esa familia.

6. Preguntar por el origen del niño o la familia biológica

¿Qué importa de dónde proceda el niño o la niña? Lo importante es que necesitaba una familia y ahora la tiene. La curiosidad puede ser muy indiscreta en este sentido. Es algo similar a preguntar las razones de optar por esta opción a los padres con hijos adoptivos. Preguntas como «¿Sabes quiénes son sus padres?», solo debería tener una respuesta: «Sí, nosotros».

 

 

Por otro lado, cada familia marcará los ritmos a la hora de informar a su hijo sobre su procedencia. Hay padres que prefieren no contarles la verdad a sus hijos para no hacerles sufrir, aunque la adopción pueda ser un hecho reparador para el origen de esta situación: la existencia de un abandono o renuncia a un hijo. Seguramente no es la mejor opción, pero es una decisión íntima. Aunque puede que se acaben enterando de una manera abrupta más adelante, y este hecho les resulte más traumático y humillante que contarlo con naturalidad desde el principio.

Precisamente por eso, tampoco deberíamos preguntarle al menor por sus orígenes (a no ser que sus padres inviten a sus hijos a hablar de ello como forma de reconciliarse con ellos). Hay múltiples razones por la que una mujer decide renunciar a su hijo. Muchas veces se trata de mujeres que han preferido preservar la vida de sus hijos y entregarlos en adopción, buscando una vida mejor para ellos, en vez de tomar la opción de abortar. Es muy difícil saber por qué lo hicieron, así que hacer juicios de valor sobre eso o prejuzgar puede ser muy negativo.

7. Hacer comentarios racistas o xenófobos

En realidad, NUNCA se deben hacer comentarios racistas o xenófobos. En ningún contexto. Un gesto o un comentario supuestamente inocente como «qué pelo más rizado y suave» o «qué ojos más rasgados» puede esconder una forma de subrayar la diferencia, si el peque es de otro país.

 

 

Igual que respetamos al resto de personas, a los niños también hay que respetarlos. Los prejuicios o estereotipos raciales pueden afectar gravemente la autoestima de un niño, que ya de por sí puede partir de experiencias muy traumáticas.

8. «¿Cuál es el de verdad?»

Otra pregunta fuera de lugar. Si se trata de padres con hijos adoptivos e hijos biológicos, ¿por qué asumir que a estos últimos se les quiere más que a los otros? Este es uno de los grandes mitos en torno a la adopción, que a los hijos biológicos se les quiere más que a los adoptados.

 

 

Sin embargo, si unos progenitores deciden adoptar lo hacen porque quieren sumar a su familia un nuevo miembro que será tan querido como el resto. Es una pregunta cruel e injusta. ¿Deberíamos asumir entonces que las parejas o mujeres que acuden a la reproducción asistida o necesitan una donante querrán menos a sus bebés? La respuesta es no. Pues igual ocurre en el caso de una adopción.

9. Son hijos consentidos

Otro mito muy extendido: que los padres con hijos adoptivos los consienten en todo por «pena». Ya hemos visto que el hecho de adoptar a niño no es un gesto de solidaridad, sino de amor. Nace con el objetivo de dar amparo a un menor que tiene derecho a tener un hogar y unos padres que se comprometen a darlo y están deseosos de ello porque quieren formar una familia o ampliarla. Pero que se parta de ahí no significa que esos padres no seas responsables y entiendan que hay que educarlos.

 

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De hecho, todas las entrevistas y fases del proceso de adopción miden precisamente eso. Si las personas que quieren adoptar están realmente preparadas y cuáles son las razones que les llevan a eso. Las madres con hijos adoptivos, además, se sienten doblemente observadas por la sociedad y eso es una presión que no se merece nadie. Se suelen sentir más vigiladas en el trato que dan a sus hijos y por si los regañan o consienten más o menos.

10. Problemas en el colegio

En muchas ocasiones los niños adoptados se incorporan al colegio más tarde, con el curso empezado; o si proceden de otros países, necesitan un periodo para «ponerse al día». Esto puede provocar que en el colegio se planteen ciertas dificultades. Es posible que se queden algo atrás, si no reciben el apoyo pedagógico que necesitan.

 

 

Algunas familias con hijos adoptivos cuentan casos donde no han recibido la respuesta que esperaban en los colegios. E incluso mensajes que relacionan esa falta de éxito con la actitud de los menores, calificándoles de «vagos» (muy relacionado, además, con la idea de que son niños consentidos). También en el colegio pueden aparecer confrontaciones con iguales y episodios de racismo o acoso escolar.

Contar con la necesidad de un apoyo académico de antemano, puede ayudar a regular las expectativas de todas las personas implicadas.

11. Asumir que serán niños más problemáticos o que enferman más

Adoptar a un niño/a no es un camino fácil. Tampoco cuando el nuevo miembro llega a un hogar. Tanto él como sus padres tienen que adaptarse, conocerse e ir trabajando poco a poco el vínculo afectivo. Esto no siempre es fácil y muchas veces viene condicionado por las vivencias anteriores del niño y por las expectativas de los padres adoptivos.

 

 

Pero eso no significa que sean niños problemáticos. Pueden ser niños heridos. Pero todas las heridas se pueden sanar. Deberíamos asumir eso y no tener esos prejuicios con respecto a los menores adoptados.

En otras ocasiones, se tiene la falsa idea de que pueden traer enfermedades o incluso tener problemas de salud mental. Como digo, dependiendo de las circunstancias, los menores pueden traer consigo heridas por desajustes, de apegos inseguros, etc.; y se recurre a ayuda profesional. Pero eso no solo no es malo, sino que puede ser muy positivo para toda la familia.

 

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En ese caso, repito, deberíamos mostrar comprensión y apoyo a los padres con hijos adoptivos que tienen que pasar por esas fases. Y ya está. Es lo que necesita cualquier familia: empatía, compresión y apoyo.

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