La llegada del verano y el calor conlleva cambios en nuestra alimentación y no solo nos apetece beber más agua, sino también cosas frías como helados. Los más pequeños no se quedan atrás, pero nos…
La alimentación del bebé cambia a partir de los 12 meses. Si hasta entonces no podían tomar nada de azúcar ni de sal, a partir de este momento, sí podemos introducir la sal en muy pequeñas cantidades. Por su parte el azúcar sigue vetado para los más pequeños.
Ni necesitan sal, ni azúcar
Cuando comenzamos la introducción de alimentos con el bebé a partir de los seis meses, hay dos premisas claras: nada de azúcar ni de sal. Sin embargo, esto cambia ligeramente a partir de los 12 meses. En este momento, además de modificaciones a la hora de ofrecer la leche o con la introducción de lácteos, podemos ofrecer también la sal yodada.
Eso sí, el azúcar debe seguir alejado de nuestros peques. ¿Por qué? Por algo tan sencillo como que no lo necesitan.
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La sal en la alimentación infantil
Al nacer, los bebés cuentan con un sistema renal muy inmaduro, lo que les impide procesar cantidades elevadas de sodio. Por eso, al iniciar la alimentación complementaria en torno a los seis meses, no debemos añadir nada de sal en las comidas.
Es cierto que el sodio en la cantidad justa es un mineral necesario para el organismo. Sin embargo, la leche materna y de fórmula, además de los alimentos que ofrecemos a los bebés, contienen la cantidad diaria recomendada en este momento. Así, la leche materna contiene 15 mg de sodio por cada 100 ml que, combinados con la alimentación complementaria, son suficientes para el funcionamiento del organismo del bebé en este momento.
La mayoría de ingestas elevadas de sal a estas edades es por productos procesados no necesarios. Si además le pusiéramos sal a las comidas, sería muy probable que sobrepasáramos el límite indicado, lo que puede conllevar problemas a largo plazo como hipertensión arterial o un colesterol alto. Y aunque hablamos de bebés y estos problemas suelen desarrollarse a edad más avanzada, es cierto que inculcar unos buenos hábitos alimenticios desde pequeños es clave para su desarrollo.
Sin embargo, al cumplir el primer año sí podemos añadir un poco de sal yodada en la alimentación de nuestro pequeño. El motivo es que es una de las fuentes más fiables y seguras de añadir yodo en nuestra alimentación. Además, según explica la Asociación Española de Pediatría, desde el primer año y hasta que cumplan tres, podemos ofrecer unos dos gramos de sal al día, lo que equivale a 0,8 gramos de sodio.
Además, si hasta este momento intentábamos que los más peques comieran igual que el resto de la familia, al cumplir los 12 meses, esto se acentúa aún más: la leche deja de ser la base de su alimentación y deja de ofrecerse antes de cada comida, por lo que la alimentación de los más pequeños se asemeja cada vez más a la de los adultos.
Por ello, es el momento ideal de empezar a cocinar con menos sal para toda la familia, de forma que todos podamos comer lo mismo, a la vez que cuidamos de nuestra salud. En su lugar, podemos usar todo tipo de especias o aliños para potenciar el sabor verdadero de los alimentos.
Eso sí, la moderación sigue siendo clave, así que lo ideal es controlar su consumo para evitar problemas de salud en el futuro. Y es que según nuestra dietista-nutricionista:
«Si añadimos demasiada sal a las comidas, estaremos acostumbrando al paladar del pequeño a los sabores salados en lugar de conocer los sabores reales que tienen los alimentos«.
¿Azúcar a partir de los 12 meses?
Con el azúcar ocurre todo lo contrario. Ni lo necesitan los bebés de seis meses ni tampoco con un año ni de hecho más adelante. El consumo de azúcar se relaciona con una mayor obesidad infantil y también con la aparición de caries. Por ello, tanto Asociación Española de Pediatría como la OMS recomiendan evitar los azúcares añadidos y libres en la alimentación de los lactantes y niños pequeños. Además, la AEP advierte:
«Si se consumen cereales en polvo u otros productos específicos para lactantes, hay que desaconsejar aquellos que contengan miel o azúcares añadidos en su composición».
Los azúcares añadidos, a diferencia de los naturales propios de cada alimento, no tienen ningún valor nutricional y además no dan sensación de saciedad. Sin embargo, sí aumentan el riesgo de sufrir obesidad o bien otro tipo de enfermedades como diabetes.
Tal y como explica Rebeca Pastor:
«En muchas ocasiones somos los adultos los que ofrecemos dulces a los niños porque en realidad somos nosotros los que nos los queremos comer, pero ellos no conocen el sabor dulce y no lo necesitan en sus comidas. Pero si queremos, podemos endulzar con frutas maduras o manzanas asadas».
La realidad es que el azúcar está demasiado presente en la dieta de los pequeños. No en vano, tal y como explicamos en el post «Mis primeros… pasos hacia la adicción al azúcar», los niños de hoy están comiendo hasta 10 veces más azúcar de la cantidad recomendada.
Es cierto que la bollería o los productos ultraprocesados forman parte (más de lo que deberían) de la dieta de los más peques, pero tampoco ayudan productos de alimentación destinados a niños como los primeros yogures para bebé, que ni son saludables ni imprescindibles en su dieta.
De hecho, los últimos estudios han relacionado el bruxismo nocturno de los niños con el alto consumo de azúcar. La buena noticia es que el azúcar está cada vez más vetado en la alimentación infantil. Mientras la sociedad se va haciendo consciente de ello, nuestra dietista-nutricionista recomienda aprovechar la alimentación de nuestros peques para iniciar hábitos saludables en toda la familia y que los niños aprendan a comer igual que sus padres.
En la Tribu CSC hay muchas madres y familias que tienen esta y otras dudas similares y pueden darte apoyo y consejo. También encontrarás en ella el asesoramiento de nuestro equipo de expertos en salud materno infantil y crianza respetuosa.
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