Razones por las que no es beneficioso sentar a tu bebé antes de que esté preparado para hacerlo él solo

¿Cuándo es recomendable sentar a un bebé? En el desarrollo del bebé existe un ritmo, una secuencia, una serie de hitos que hasta que no se consiguen y afianzan bien, no dan paso a otros más elaborados y maduros.

Podríamos compararlo con algo así como construir una casa en la que es necesario colocar unos cimientos bien fuertes y estables para poder levantar después las paredes y el tejado.

¿Por qué no debo sentar a mi bebé?

Cuando un bebé nace, no tiene control voluntario de la musculatura de su cuerpo más allá de la de la boca, que es la que le permite alimentarse. El resto de su movimiento está dominado por los reflejos.

Alrededor del tercer mes, llegará el control de cabeza y cuello, y será capaz de mantener su cuerpecito alineado, esto es lo que se conoce como línea media. Tener un tronco estable será la base para que pueda ir dominando los movimientos de brazos y piernas, manos y pies. Después llegará el control de su cuerpo contra la gravedad, estas son las posturas boca abajo, sentado y finalmente de pie.

Poco a poco, y de manera simultánea a esta ganancia de control de la musculatura y de la postura, comienza a organizarse el movimiento voluntario, a fuerza de ensayar y practicar; de moverse, al principio de manera aleatoria, hasta que logra alcanzar lo que desea, explorar con su cuerpo el espacio y los materiales. Esa motricidad, en un principio refleja, se ha vuelto voluntaria.

¿Y cómo puede hacer nuestro bebé ese aprendizaje? ¿Cuál es el mejor espacio que podemos proporcionarle para que pueda practicar, ir integrando todos esos reflejos innatos con los que nace, y prepararse para moverse? Un trocito de suelo, ¡no necesita nada más!

A partir de los 3 meses… ¡Al suelo!

Una vez que ha pasado el primer trimestre, en el que el bebé necesitará los brazos y el pecho de mamá y papá de manera casi continuada, tiempo en el que estará comiendo, durmiendo y ajustándose a la vida al otro lado de la piel, conociendo a esos adultos que le cuidan y satisfacen sus necesidades, y aprendiendo los ritmos cotidianos, nuestro bebé está más que preparado para comenzar a pasar tiempo en el suelo.

Y sí, digo suelo, literalmente, porque es lo que necesita para poder sentir bien su cuerpo y así poder comenzar a moverse. Una esterilla de yoga, una alfombra delgadita o algo similar, que sea firme y no se arrugue, que no aísle en exceso serán el elemento más adecuado sobre el que colocar al bebé.

Si lo colocamos sobre una superficie muy mullida, además de dificultarle el poder moverse, porque se hundirá, le estamos impidiendo sentir bien cómo apoya la cabeza, espalda, pelvis y talones sobre la superficie donde está tumbado (esta superficie mullidita absorberá el peso de su cuerpo y los golpes), no notará bien cómo, al mover estas partes de su cuerpo puede ir girándose, empujando con más o menos fuerza, y que eso produce un efecto que va a querer repetir y repetir hasta que logre voltear completamente, ajustando su fuerza y movimientos para ir perfeccionando la técnica cada vez más.

Ese es solo el principio, después del volteo llegará el arrastre, gateo u otras formas de desplazamiento, que darán paso a la bipedestación y a que, finalmente logre, conseguir la marcha independiente, con mil posiciones y movimientos intermedios que, nuevamente solo se pueden practicar en el suelo, poco a poco. Y esta es la secuencia que, sí o sí, con alguna pequeña variación, irá ocurriendo en el desarrollo.

Los dispositivos para sentar al bebé no son beneficiosos para su desarrollo

Siendo algo tan importante y, a la vez, tan sencillo de acompañar, porque realmente no hay que hacer nada más que dejar al bebé en el suelo, es muy habitual que nos compliquemos la vida y nos hagamos con diferentes dispositivos que, lejos de ayudar a nuestro bebé en su cometido, dificultan que adquiera la sedestación por sí mismo y limitan sus posibilidades de moverse libremente, saltándose esta secuencia de pasos natural de la que antes hablábamos.

Hamacas, asientos de múltiples tipos, con más o menos accesorios, andadores o correpasillos, saltadores de puerta o de suelo, sofás con actividades… Podríamos seguir así hasta el infinito, porque la verdad es que cada día aparece un nuevo dispositivo de este tipo, que promete estimular y entretener a nuestro bebé… Y es que, una vez que cumplen los 6 meses, nos entra el agobio porque sean capaces de mantenerse sentados, pensamos además que se aburren y sentados pueden hacer más cosas. Y creemos, erróneamente, que sentarlos nosotros es la manera de fortalecer su espalda, cuando esto no es así.

¿Has pensado en el tipo de ejercicios que hacemos los adultos en el gimnasio, o en clases de yoga o pilates, para fortalecer tronco y espalda? Planchas, flexiones, múltiples posturas en cuadrupedia o tumbados boca abajo; en definitiva, lo que hacemos es volver al suelo, ¡porque esa es la manera! ¿Por qué creemos que con nuestros peques tendría que ser diferente?

Cuando un bebé logra llegar al sentado por sí mismo, lo hace cuando realmente está preparado para mantener la posición, cuando su tronco está bien fuerte. Sin forzar su musculatura o articulaciones adelantándonos a sus tiempos. Además, ha ido practicando todas esas posturas intermedias que le permiten organizar su cuerpo para entrar y salir de la posición. Así, cuando lo desea, puede estar explorando el espacio, cuando encuentra algo que le interesa puede sentarse y manipularlo, y volver al suelo sin dificultad cuando se cansa o quiere seguir moviéndose.

Al sentar nosotros a nuestro bebé le colocamos en situación de dependencia

Y justo aquí es cuando nos encontramos el otro importantísimo motivo por el que NO debemos sentar a nuestro bebé antes de que él solo lo logre. Si soy yo quien lo siento cuando creo que quiere sentarse, cuando él aún no ha aprendido cómo hacerlo por sí mismo y, por tanto, no sabe volver al suelo cuando lo desea, lo estoy colocando en una situación de dependencia hacia mí. Depende de mí para sentarse y para volver a tumbarse.

Depende de mí para que lo ponga sentado en el suelo, lo coloque en el columpio, asiento, balancín o correpasillos y para que lo baje de ahí. ¿Y qué es lo que puede hacer él para indicarme que quiere sentarse o tumbarse? Pues llamarme gritando o llorando, no tiene más estrategias en este momento. Quizá, también se tire al suelo de formas poco ajustadas (porque no ha tenido la oportunidad de aprender otras), hacia delante o hacia atrás, golpeándose la cabeza seguramente.

En general, yo tengo el mantra de “menos siempre es más”. Respetar tiempos, respetar ritmos, seguir la iniciativa del bebé cuando su desarrollo es típico. Permitirle hacer, moverse, explorar su cuerpo y el espacio, sin intervenir demasiado, es lo más adecuado para nuestro peque.

Pero es cierto que también hay que poder conciliar y sobrevivir, y habrá momentos puntuales en los que tengamos que tener un espacio para poder dejar a nuestro peque unos minutos mientras nos duchamos o hacemos la comida. Si no es una opción pasar ese rato en el suelo, unos minutos en una hamaca o asiento, no tienen por qué suponer ningún drama, pero vamos a compensarlos siempre con tiempo en el suelo, que es el medio natural de aprendizaje y desarrollo de nuestra criatura.

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