Con la llegada de las fiestas navideñas vuelven las tradiciones y costumbres propias de estas fechas. Hay quienes adoran esta época del año y hay quienes desearían poder viajar en el tiempo para despertarse mañana…
Los daños supuestamente registrados en “el primer estudio sobre el impacto de las mascarillas obligatorias en niños”, alarman a progenitores de todo el mundo. La publicación ha sido compartida más de 3.000 veces en redes sociales desde el 13 de enero pasado. Aunque el estudio citado existe, sus resultados son preliminares y carecen de carácter científico.
La «nueva normalidad»
Parece mentira, pero ya ha pasado un año. El año más atípico que jamás pude imaginar. Equiparable a la mejor de las películas de ficción apocalíptica… Un año ya desde que tocó convertir la casa en hogar, oficina, colegio, gimnasio y cine. Un año desde que tuvimos que re-aprender a relacionarnos y comunicarnos de otra manera con los nuestros.
También nos hemos visto obligados a reajustar nuestra forma de hacer y desenvolvernos en nuestro entorno social y laboral, con todos los que nos rodean: se acabaron los dos besos de rigor al saludarnos, los abrazos o el acercarnos para hablar con complicidad de cualquier cosa. El lavado de manos continuo y el uso de las mascarillas acentúan aún más esta barrera imaginaria volviéndola más física, más tangible.
Yo trabajo dentro de un hospital pequeñito, donde hay una zona reservada para nuestro centro de atención temprana. Igual que ocurrió con los centros educativos, la actividad no se detuvo en ningún momento. Durante el parón obligatorio, seguimos acompañando mediante videollamadas y llamadas telefónicas a nuestras familias y peques. Después, poco a poco, volvimos a coger ritmo y a retomar la actividad presencial.
No negaré que costó un poco acostumbrarse a la nueva indumentaria y sus complementos. Pero lo más complicado, para mí, fue acostumbrarse a no comerse a besos a los enanos, o a no poder contener con un abrazo a una familia en un momento complicado. Pero pasan las semanas y todo se va ajustando, y somos capaces de adaptarnos y normalizar medidas que hace tan solo un año nos parecían una locura, algo impensable. Esto no quita que no eche muchísimo de menos la antigua normalidad.
Al hilo de esta reflexión, hay una imagen que se ha hecho viral en redes sociales, en la que se muestran unos datos, bastante llamativos, recogidos en población alemana. Son de un estudio sobre el impacto de las mascarillas obligatorias en niñas y niños.
Y son llamativos por el porcentaje tan alto de efectos negativos que parece provocar el uso de las mascarillas en nuestros pequeños, reflejando por ejemplo que hasta un 53% de los menores sufre dolores de cabeza, el 50% tiene dificultades de concentración, el 49% se muestra menos alegre, el 44% ya no quiere ir a la escuela o el 38% sufre problemas de aprendizaje.
¿De verdad las mascarillas están haciendo tanto daño a los niños?
Echando un vistazo rápido a la imagen, dan ganas de llorar, la verdad. Son unos datos bastante desalentadores, por decir algo. Da vértigo pensar en porcentajes tan altos relacionados con problemas de aprendizaje, e incluso emocionales. Pero si investigamos un poco más sobre este primer estudio, lo primero que encontramos es que realmente se trata de un preprint o publicación provisional. Es decir, es un artículo que aún no sido revisado por pares, por lo que todavía no puede considerarse como una publicación científica. De hecho, aún no está publicado en ningún lado.
Esto por sí mismo no invalida los datos o conclusiones que muestra, pero sí hace que se tengan que tomar con precaución. Por otro lado, al analizar más detalladamente el estudio, aparecen múltiples limitaciones que hacen que no pueda establecerse una relación causal entre el uso de mascarillas y los efectos negativos que provoca su uso en los menores.
Primero, porque es un estudio observacional, lo que impide hablar estrictamente de una relación directa entre el uso de las mascarillas y los síntomas informados. Segundo, porque no existe un grupo control, lo que limita saber en qué medida los niños y niñas de las mismas características muestran esos síntomas. Es decir, no existe un punto de comparación que permita saber si los porcentajes mostrados son altos o bajos para niños que están en las mismas condiciones, pero sin usar la mascarilla. Tercero, y quizás el más importante, porque pueden existir sesgos a la hora de recoger la muestra.
Así, los autores del estudio elaboraron una encuesta que se distribuyó mayoritariamente en foros de redes sociales que, según sus autores “critican en principio las medidas de protección contra el coronavirus del gobierno” alemán. Esto puede llevar a un fuerte sesgo de participación, ya que es mucho más fácil que contesten la encuesta y manifiesten su opinión las personas que están negativamente predispuestas al uso de mascarillas o que hayan percibido efectos desagradables por su uso, que aquellos que no experimenten malestar.
Por todo esto, se trata de un estudio preliminar cuyos resultados, a pesar de estar ahí, hay que coger un poco con pinzas, y nos hace quedar a la espera de nuevos estudios que arrojen algo más de luz y datos más fiables sobre todo este tema. De hecho, la citada nota editorial que acompaña al estudio continúa advirtiendo de que el uso de la mascarilla reduce notablemente la propagación del COVID-19 y que se considera seguro su uso en niños mayores de dos años.
Un año de cambios… que los niños han normalizado con naturalidad
De momento, los datos más tangibles de los que podemos disponer son los que nos muestra nuestra experiencia en el día a día a la hora de interaccionar y relacionarnos con los peques. Datos muy sesgados y muy dependientes de la experiencia propia, eso sí.
Pero reflexionando sobre la mía, mientras voy redactando estas líneas, observo que si los adultos hemos sido capaces de normalizar el uso de la mascarilla (recuerdo esas primeras semanas de uso, en las que me provocaba roces en las orejas), los peques lo han hecho de manera más natural aún, prácticamente como un juego. Igual que han integrado otras muchas medidas, como el lavado de manos o el mantener más la distancia interpersonal.
En el centro de atención temprana suelo atender alrededor de 40 menores semanales, que acuden de manera fija, y a tres o cuatro más que lo hacen una única vez para recibir alguna información concreta, con edades comprendidas entre los cero y seis años. La relación con ellos ha cambiado realmente poco y la mascarilla no se ha convertido en barrera para que ellos puedan percibir cuándo me muestro feliz y les animo por sus logros, o cuándo me pongo seria porque están más revoltosos. Su uso tampoco les supone mucho problema a la mayoría, la llevan como llevan el babi del cole o una bufanda para el frío.
Como profesional, sí que me encuentro algunas dificultades, especialmente en relación a la articulación del lenguaje, cuando necesito mostrarles cómo pronunciar mejor un determinado sonido o palabra, y ahí la mascarilla sí supone un hándicap. Pero por otro lado, incluso los más pequeñitos, que han nacido en esta nueva normalidad, son capaces de disfrutar de la interacción con un adulto con mascarilla. Justo esta mañana, me sorprendía al ver la reacción de un peque, de apenas ocho meses, que disfrutaba y se reía cuando le imitaba haciendo pedorretas, mascarilla mediante, por supuesto. Me miraba a los ojos y esperaba a que volviera a imitar su pedorreta, para después morirse de la risa.
Hacen falta estudios orientados en esta dirección, por supuesto, que nos arrojen luz y nos hagan entender que ha supuesto este año tan complicado que hemos pasado, y los meses que aún nos quedan por pasar. Pero de momento, no nos queda otra que seguir y, al parecer, la mascarilla va a seguir siendo nuestra compañera. Si tenéis dudas acerca de si esta afecta al desarrollo de vuestros pequeños, os esperamos encantados en la Tribu CSC para intentar resolverlas.
Otra visión que no está relacionada con el estudio que se cita, se trata de cómo han /o están viviendo está situación a nivel emocional. No relacionado con el uso de mascarilla ( insisto porque no lo digo por contraposición, sino por dar otra información)
https://saludmentalperinatal.es/2020/11/14/no-los-ninos-no-se-estan-adaptando-bien/