En la puerta de clase te espera la maestra o el maestro. O (ahora con el coronavirus) recibes un mensaje o un correo electrónico en el que el/la profesora te cita para una tutoría. Te…
El 2 de mayo se celebra el Día Internacional contra el Acoso Escolar o Bullying. Se trata de un problema grave, difícil de detectar en muchos casos y que provoca mucho sufrimiento al menor que lo sufre pero también a toda su familia y entorno. Tiene consecuencias negativas psicológicas y, en los casos más extremos, la víctima puede llegar a plantearse el suicidio o incluso llegar a suicidarse.
Es un problema, además, que está rodeado de grandes mitos. «Eso ha pasado siempre pero ahora los niños están muy mimados»; «esto en mi colegio no ocurre»… son algunas ideas que provocan más daño aún. También se tiende a pensar que el acosador es «malo» de modo que se le etiqueta (al igual que a la víctima) dando a entender que lo es por naturaleza y que no cambiará. Pero es más complicado que eso, porque suelen ser niños-as o adolescentes que tienen muchas carencias, falta de empatía y escasa capacidad de autorregulación.
¿Qué es el acoso escolar?
El acoso escolar o bullying es un tipo de maltrato e intimidación que se produce entre iguales y de forma mantenida en el tiempo. Una pelea o una burla en el patio del colegio de manera aislada no es acoso escolar. Es necesario que sea reiterativo. Se suele dar en el contexto escolar o en los alrededores del colegio y, como decía al principio, es difícil de detectar porque los episodios de acoso se producen cuando no hay adultos delante.
Y, sin embargo, es un problema grave con consecuencias psicológicas y de rechazo para la persona que lo sufre. Por lo general, suele existir una situación de abuso de poder por parte del agresor. El objetivo de este es humillar y someter a otra persona por medio de agresiones físicas, verbales o de tipo social (aislamiento, dar de lado a la persona, etc.). Existen distintas modalidades: desde la violencia física a las coacciones, la manipulación, el hostigamiento o el ciberacoso.
El acoso escolar puede afectar a cualquier menor, delgado, gordo, alto, bajo, inteligente o con alguna discapacidad. No obstante, según la Unesco, «este fenómeno afecta desproporcionadamente a las niñas, así como a aquellos que presuntamente no se ajustan a las normas sexuales y de género predominantes». El Ministerio de Educación también reflejaba en el informe sobre esta lacra de 2019 que la chicas entre 12 y 13 años son el grupo que más sufre bullying en España.
Son datos basado en el servicio de atención telefónica a víctimas (900 018 018) y el chat de la Fundación ANAR durante el periodo 2018-2019. Según esos datos, el 81% de casos se concentra entre los 8 y los 14 años, habiendo un ascenso progresivo con un punto álgido a los 12 años.
El agresor y los observadores
Detrás de un niño o adolescente que pega o acosa hay carencias. Suelen ser personas poco tolerantes ante la frustración, que no son capaces de regular sus emociones, a las que les cuesta seguir las normas y a las que les falta empatía.
Esto es necesario visualizarlo y entenderlo. Los niños y niñas no son malos o buenos. Su comportamiento se basa en distintos aspectos familiares, educativos y sociales, aunque también pueda influir en cierta manera su forma de ser.
El tercer elemento en el acoso escolar, además de la víctima y el agresor, se centra en los observadores. Es decir, los compañeros que son testigos de ese acoso y que, en algunos casos, toman parte activa y en otras simplemente son testigos pasivos pero permiten que ese hostigamiento se mantenga.
La existencia de «espectadores» es importante porque para que un agresor pueda demostrar su poder sobre otro necesita testigos. Alguna campañas han centrado el mensaje precisamente en eso, en que los testigos no se callen y denuncien estos episodios (también los adultos).
Señales de que nuestro hijo o hija está sufriendo bullying
Como madre me gusta pensar que si mis hijas tienen cualquier problema me lo contarán. Creo que es un deseo que tenemos todos los adultos con respecto a nuestros hijos. Desde pequeñitas las hemos animado a expresar sus sentimientos (todos, aquellos que las hacen sentir bien y aquellos que las hacen sentir regular o mal).
La comunicación es clave en las relaciones con ellos. Sin embargo, es posible que ante una situación de acoso escolar no se sientan seguros, les dé vergüenza o intenten esconder lo que les pasa.
En estos casos, hay algunas señales que pueden ayudarnos a ver que algo pasa:
- No quiere ir al colegio.
- Su rendimiento escolar empeora (aunque no siempre ocurre).
- Irritabilidad, falta de apetito, problemas de sueño o pesadillas.
- Somatiza su estado de ansiedad con dolores de barriga o cabeza.
- Muestra ansiedad y nerviosismo, así como pensamientos pesimistas.
- En los casos más graves, pensamientos suicidas o intentos de suicidio.
¿Qué podemos hacer las familias para prevenirlo?
En la web de Criar Con Sentido Común tenéis un curso específico sobre acoso escolar que imparte la maestra Gema Febles. En él, habla de la importancia de «empoderar» a nuestros hijos en el sentido de «darles herramientas para gestionar el conflicto, usar un lenguaje no violento y ser asertivos para que aprendan a decir no sin sentirse señalados ni malos». Y, para ello, es fundamental enseñarles a gestionar sus emociones y a entender que todas tienen cabida y son necesarias.
Como Febles explica, «no podemos cambiar el entorno al que se van a enfrentar en su día a día», pero sí podemos ayudarles a saber enfrentar esos conflictos con respeto a sí mismos y a los demás. Un menor con buena autoestima; que sepa decir no, aunque pueda no gustar a los demás; y que exprese sus emociones; tendrá esas herramientas para no dejarse intimidar y pedir ayuda si es necesario.
Otro elemento importante en las relaciones entre iguales es la empatía. El agresor suele carecer de ella, pero un niño o niña con empatía suficiente sabrá comprender que cuando alguien intenta abusar de él es porque tiene problemas personales y no focalizará la situación en sí mismo («me pega porque lo merezco», «soy lo que él o ella me dice que soy», «no merezco ayuda», etc.).
Nosotros, como padres, también debemos escuchar a nuestros hijos, prestarles la atención y no restar importancia a las cosas que les pasan. Si acuden a nosotros y hacemos eso, dejarán de confiar en nosotros. Y ser conscientes de que somos sus modelos. Si nosotros somos incapaces de gestionar un conflicto, difícilmente podrán hacerlo ellos.
¿Qué hacer si constatamos que nuestro hijo sufre acoso escolar?
Lo primero que habría que hacer es acudir al propio centro escolar, exponer el caso y solicitar la activación de protocolo de actuación frente a estas situaciones. Todos los centros están obligados a ello y es algo que recoge la nueva Ley de Infancia que se acaba de aprobar con una holgada mayoría en el Congreso de los Diputados.
Esta nueva norma exige a profesores y resto de profesionales que no encubran estas situaciones y las denuncien. Y se crea la figura del «coordinador de protección», que también tendrá presencia en centros deportivos. Hasta ahora ya se aplicaban protocolos diseñados por las comunidades autónomas y las soluciones no son homogéneas.
Gema Febles alerta de que a veces «no se interviene bien» y se proponen soluciones de carácter punitivo que no resuelven el problema. Y, además, pueden estigmatizar a la víctima si sale a la luz la denuncia. Su apuesta y la de muchos expertos en educación es la prevención.
La ONG Amnistía Internacional España elaboró en 2019 un informe muy llamativo sobre este problema que se titulaba «Hacer la vista… ¡gorda!» en el que ponía de relieve que hay miles de casos de bullying que no se denuncian «ya sea por errores en la recogida de los datos por parte de la administración, porque profesorado y padres y madres no saben cómo identificarlo y actuar, o porque las medidas que existen para atajarlo no están funcionando».
Desde la Unesco se apuesta por recurrir a un enfoque educativo global. Su comité científico señala la necesidad de un «fuerte liderazgo» político y marcos jurídicos adecuados; planes y recursos pedagógicos; y mecanismos de alerta. También apuesta por la creación de un marco seguro en la escuela, por la participación de todas las partes interesadas; y la formación y acompañamiento de los docentes; entre otros aspectos.
En la Tribu CSC puedes encontrar apoyo y asesoramiento de profesionales de todos los ámbitos sobre este problema, y también la comprensión y el cariño de las familias que forman parte de ella.
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Silvia Guijarro
SILVIA GUIJARRO Madre de una niña y un niño. Maestra de Educación Primaria y Educadora de Disciplina Positiva para familias.
Website : http://madremaestraymujer.wordpress.com/
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