Aunque la asistencia al parto en nuestro país ha mejorado (en general), sigue siendo importante hablar sobre los Derechos del Nacimiento, tanto de las madres, como de los bebés.
Día Mundial de los Derechos del Nacimiento
Por suerte ya queda lejos esa imagen del médico dando un azote a un bebé recién nacido sujetándolo por los pies, pero aún falta mucho por conseguir en cuanto al respeto por las necesidades básicas de los recién nacidos, sobre todo de las necesidades emocionales.
Me enfada escuchar aún que el plan de parto es una tontería, que las preferencias de la mujer son caprichos… Me enfada y me apena.
Porque no solo se trata de que una mujer tenga derecho a ser tratada con respeto en su parto, a ser informada y poder tomar decisiones, sino que su bebé tiene derecho también a vivir un nacimiento tranquilo y sin intervenciones innecesarias. No porque su madre se haya empeñado en que se respeten sus derechos como mujer adulta y en plenas facultades (¡cómo se le ocurre!), sino porque importa.
Importa la forma de nacer, lo que siente el bebé antes, durante y después del parto. Importa tanto que asusta, porque no sabemos muy bien hasta dónde llega ese impacto.
¿Cuáles son los Derechos del Nacimiento?
Hay unas premisas básicas que tenemos que tener claras a la hora del nacimiento:
Los recién nacidos SÍ sienten
Los bebés sienten. Sí, parece una tontería, pero esto se nos olvida. Frases típicas como “si dentro de unos días no se acuerda” o “mejor le hacemos x procedimiento ahora que les duele menos, o incluso, que no les duele” perpetúan la idea de que por ser recién nacidos su sensibilidad es menor que la nuestra. Y sucede todo lo contrario, el periodo perinatal es un momento crítico en el que su sensibilidad está aumentada.
Y es que como no nos lo pueden hacer saber por palabras, imaginamos que son ajenos a todo lo que les rodea, pero son capaces de captar estímulos y responder a ellos con extrema facilidad. Los bebés sienten dolor, a un nivel que ni entendemos.
Siempre se ha dicho que no pasa nada, que son de goma pero, ¿en serio podemos pensar que un recién nacido al que se le ha practicado un parto instrumental no ha sentido o siente dolor? Si nos lo hicieran a nosotros ¿pensaríamos lo mismo?
Derecho de información y decisión, al respeto a los ritmos y a no sufrir intervenciones innecesarias
Las mujeres tienen derecho a ser informadas y decidir en el proceso de SU parto y los profesionales tenemos el deber de respetarlo. Esto es fundamental para que la experiencia sea positiva y condicione para bien esa vivencia del postparto y la crianza.
Es necesario cuidar el ambiente perinatal, evitando situaciones estresantes innecesarias que puedan repercutir en el cóctel hormonal madre-bebé, que tienen derecho a vivir el embarazo de la forma más tranquila posible.
No se trata de erradicar las intervenciones en el parto. El objetivo de una mejor asistencia no es ese, sino indicar las intervenciones solamente cuando son necesarias, sabiendo que tienen un impacto sobre la salud de la madre y del recién nacido. Dejemos de minimizar las intervenciones porque “no pasa nada”. Sí pasa. Pero cuando son necesarias, los beneficios superan a los riesgos.
Tanto el bebé como la madre tienen derecho a que se respeten sus tiempos durante el parto y si es necesario intervenir, se informa, se explica y se pide consentimiento sabiendo que ella es la responsable de su cuerpo y su proceso.
A las mamás y los bebés NO se les separa
Cuidemos la intimidad durante el parto, respetemos esa “hora sangrada” de piel con piel… Protejamos ese momento y ese ambiente siendo conscientes de lo importante y delicado que puede llegar a ser.
No a la separación rutinaria. Jamás, jamás, se puede separar a un bebé de su madre sin un motivo justificado (estado de salud grave de alguno de ellos o la necesidad de atención urgente). Aunque en otros países ya se hace reanimación del bebé a pie de cama sin cortar el cordón, aquí aún estamos a años luz porque todavía cuesta darle la importancia que tiene al piel con piel y al pinzamiento óptimo.
No es una moda, no es un capricho, es una necesidad importante que madre y bebé tienen que cubrir, tanto si es parto vaginal como cesárea. Los bebés necesitan estar con sus madres, las madres necesitan estar con sus bebés para que todo se desarrolle de manera óptima.
Por supuesto, los bebés y las madres tienen derecho a cohabitar juntos. Tanto si el bebé está sano como si no. Las unidades de neonatología tienen el deber de facilitar el contacto entre ambos durante todo el tiempo que sea necesario, al igual que aseguran una correcta hidratación o alimentación del bebé. La presencia de su madre es importante al mismo nivel.
Igualmente, el bebé tiene derecho a que sus padres sean informados de forma veraz y adaptada a sus capacidades para tomar las decisiones pertinentes a su salud.
Respeto y apoyo a la opción de lactancia de la madre
El bebé y su madre tienen derecho a que se respete su opción de lactancia (materna o de fórmula) y que se le preste apoyo y ayuda en cualquiera de las dos opciones. Tienen derecho a no perder su lactancia materna, por culpa de actuaciones y recomendaciones desactualizadas o por la falta de apoyo en caso de surgir dificultades.
Consecuencias de no respetar los Derechos del Nacimiento
La mayoría de estudios realizados sobre cómo afectan las intervenciones, el estrés… En definitiva, la modificación del ambiente neurohomonal del parto, están realizados en animales. Por tanto, aunque sus conclusiones pueden darnos la pista de que efectivamente hay afectación a muchos niveles tanto en la madre como en la cría, no podemos extrapolarlos a los humanos de forma directa.
Se sabe que durante el nacimiento, el cerebro materno segrega una serie de hormonas que forman un cóctel perfecto que ayuda a que el bebé nazca, pero también a que el estado de consciencia de la madre se vea alterado.
Siempre se ha pensado que esto sucedía solo para facilitar la vivencia del proceso a la madre, ya que se produce ese estado de “planeta parto” en el que las sensaciones dolorosas son menores, el tiempo pasa de forma distinta y se perciben los estímulos externos de forma más suave… Casi como estar en tu propia burbuja. Pero al parecer la importancia de este planeta parto va mucho más allá.
Esas hormonas segregadas de forma natural por el cuerpo de la madre, generan un entorno perfecto para encontrarse con su bebé y sellar ese vínculo emocional que ya se va formando dentro del útero. Pero no solo eso, sino que el cerebro materno y el del bebé, de alguna manera, se “comunican” produciendo en él un estado parecido que también favorece el vínculo, el estado de alerta tranquila y un bienestar emocional para hacer más fácil la adaptación extrauterina.
Todo esto favorece que, además, estando piel con piel el bebé consiga regular mejor todas sus constantes vitales y conseguir un inicio más fluido de la lactancia materna.
¿Y qué pasa cuando no se respeta este proceso? El cóctel hormonal cambia por completo. Por ejemplo, en casos de cesárea programada ni siquiera ha existido, la oxitocina sintética no tiene el mismo efecto neuronal que la propia, y eso al final impacta directamente sobre el neurodesarrollo del bebé y la experiencia materna.
Lo sé, estarás pensando: madre mía, mi bebé nació por cesárea/parto inducido/parto hiper medicalizado/parto instrumental… ¿Tendrá secuelas?
En esos casos, lo más importante es que esa intervención seguramente estaba indicada. Y sus beneficios superaban los posibles riesgos de alterar el curso natural del nacimiento. Y aquí es donde viene la reivindicación de este día.
No se pretende que desaparezcan las cesáreas, ni la medicación, ni las inducciones… sino que se realicen las intervenciones estrictamente necesarias porque tienen un impacto importante en la salud de madres y bebés a corto, medio y largo plazo.
Algunos estudios hechos con ratones han demostrado que había áreas cerebrales que se veían afectadas cuando comparaban ratones que nacían por cesárea y por parto vaginal, que les afectaba tanto en la vida adulta como en su infancia. Lo curioso del estudio es que cuando entraban en contacto con otros individuos y les daban probióticos, estas alteraciones revertían, por lo que se cree que la microbiota puede tener importancia a este nivel.
En cuanto a estudios con bebés, se han comparado grupos de bebés nacidos por cesárea programada sin trabajo de parto con otros nacidos por parto vaginal en los que se han descubierto diferencias importantes de actividad en distintas áreas cerebrales, pero por suerte estas diferencias no persistían a los tres años (American Journal o Neuroradiology. 2020).
En general se piensa que la experiencia perinatal de ambos tiene una importancia clave en el desarrollo de la sociabilidad, el aprendizaje y la afectividad en la vida adulta (Ibone Olza. Cumbre PAHO 2020).
También se ha observado en algún estudio que las madres que tuvieron dos horas a los bebés piel con piel tras el parto, eran más sensibles a las necesidades de sus bebés y vivían la crianza de forma más fluida al año de vida. Para mí la vivencia de la maternidad implica muchas variables, en parte somos animales, pero somos racionales y por eso no reaccionamos igual en la crianza de nuestros bebés que los animales utilizados en los estudios. Pero por mi experiencia y contacto con muchas madres, cuanto más se interviene el proceso, y, sobre todo, cuando se vive de manera traumática, más dificultades hay después para colocar las piezas del puzzle del postparto y adaptarse a su nueva realidad.
No es lo mismo salir del hospital (o de tu casa o de donde hayas decidido tener a tu bebé) en una nube de oxitocina y creyendo que ahora mismo te comes el mundo y eres capaz de todo, que salir con la autoestima por los suelos, pensando que no vales para nada, con dolor, sin entender bien qué ha pasado y sintiéndote infantilizada. No puedes afrontar igual el postparto, sus dificultades, la lactancia…
La vivencia es distinta, las hormonas que segregamos son diferentes. Y no hablo necesariamente de un parto natural, hablo de partos en los que el resultado, sea el que sea, conlleve una madre informada, empoderada y consciente de lo bien que lo ha hecho. En definitiva, una madre que se haya sentido cuidada, tenida en cuenta y, por tanto, un bebé que se haya sentido protegido, respetado, que no llegue a este mundo en un estado de alerta y miedo.
Y es que como dice Michel Odent: para cambiar el mundo, primero tenemos que cambiar la forma de nacer. Y yo añado: además de cambiar la forma de nacer, la sociedad necesita urgentemente darle a la crianza y a los cuidados perinatales la importancia que realmente merecen. Los bebés que nacen hoy, son los adultos del futuro… Si se sienten cuidados y amados, confío en que lo hagan mejor que nosotros.
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