Diario de una madre de juncos (V): Visita al pediatra

Las madres y padres sufrimos de una extraña afección denominada “banderilla diferida”, y es que nos duelen más las vacunas que les ponen a nuestros hijos que un aplauso en la cara con dos ladrillos

En el haber de toda madre, hay varias situaciones que solo con mentarlas se te ponen los pelos como escarpias, el esfínter se contrae y te pones más nerviosa que Spiderman en un descampao… Una de ellas es… (insertar música de terror aquí tipo psicosis o similar…) LLEVAR EL NIÑO AL PEDIATRAAAAAA.

Después de una de las típicas nochecitas toledanas que solemos pasar en esta casa, en la que la emoción se apodera de mi retoño y va de teta en teta cual ficha de parchís (me como una y me cuento 20 de paseo por la otra…), sonó el despertador a unas nada apetecibles 8:30 de la mañana. Y con despertador me refiero a mi hijo… Y con sonar, me refiero a mi pobre nariz, víctima de un cabezazo sin piedad que la sangre de mi sangre, hijo de mi vida y de mi corassssón me plantó con una fuerza indirectamente proporcional a mis ganas de vivir en ese momento.

Vamos, que casi vamos al pediatra y después al otorrino para solucionar la rotura de tabique que estuvo a punto de provocarme. Gracias, cariño mío, con despertares así, ¿pa que queremos los de la mili?

Aún así tuve que agradecerle que me despertase, pues nada menos que una hora después teníamos la revisión pertinente con sus pertinentes vacunas, que ocasionarían que mi pertinente hijo dejara de ser tan pertinente y se convirtiera en un ser impertinentemente poseído delante del impertinente del enfermero… Todo estupendo, oiga.

A la carrera, conseguí que el microbio comiera algo de desayuno mientras, peine en mano y pantalón en la otra, yo iba vistiéndome a retales, con el mismo sentido de la moda y de la combinación de colores que el payaso de Micolor… Bien querida, bien… Quién te ha visto y quién te ve. De los tacones a las pantuflas, de los vestidos imposibles a… Que vestirse sea misión imposible… Ágatha Ruiz de la Prada estaría orgullosa del estilismo que te estás marcando hoy, maja.

Una vez desayunado el tocinito de cielo, conseguí precariamente embutirle en aproximadamente 47 capas de ropa, para que no se me congelase en el camino del portal de casa al coche, y con una mirada de reproche, mi hijo me miró sin poder apenas moverse mientras le metía en la mochila de porteo y lo cubría con el cobertor… Un momento… ¿Eso que le cae por la frente es una gota de sudor? Igual me he pasado con las capitas, ¿no? Bueno, lo hecho, hecho está, no lo puedo sacar ahora de la mochila… Aguanta hijo mío, ¡¡no rompas a hervir aún que ya salimos!!

Cogí su mochila (pañales, toallitas, ropa de cambio, cartilla del médico, de vacunas, certificado de nacimiento, solicitud de la universidad, póliza de seguros, primera nómina, carnet de conducir, copia simple de la hipoteca, chicles, caramelos, pipas…), vale, creo que va todo, las llaves de casa, las llaves del coche, quita perro, ay leches que no tiene comida en el cacharro… Luego te pongo… ¡Ay dios, la gata!! ¡¡Quitaaaaa que me escuerno!! ¡Hijo no te tires de la mochila! Por dios, salir de esta casa es más difícil que salir de las drogas!!! AAAARGHHHHH.

Tras un recorrido de exactamente 42 metros hasta el coche, me quito la mochila y tengo la tentación de meter a cebollito tal cual en la silla… A lo que mi junco interior responde escandalizado llevándose sus ramitas de junco a la cara en gesto de susto: «Nooooooo junco madre, nooooo, el efecto dominó, o barco velero, o submarino, o como narices se llame, quítale capas, que parece mentira que te hayas visto todos los seminarios de seguridad en el coche de la Tribu…”. Por un momento visualizas a tu adorada María Arenzana detrás de ti preparando la mano abierta para soltarte una colleja al grito de: “A contra marcha te voy a poner yo a ti de una guaya como no le quites el abrigo a la criatura, ¡¡insensata!!»

Tras quitarle el abrigo, el gorro, la bufanda, tres pares de chaquetas, camisa de fuerza, borreguito, zurrón de pastorcillo y el échate una rebequita por si refresca, procedo a sentar a cebollín en su silla del coche, a contra marcha, of course (María Arenzana me mira con aprobación y procede a guardar la mano collejil mientras se marcha haciendo la croqueta) e iniciar el camino hacia (insertar tono lúgubre chungo aquí de nuevo, junto con la música de terror de antes) EL PEDIAAAATRAAAAA.

Llegamos y el señor enfermero (que tiene tela marinera), nos recibe sin mascarilla. El junco empieza a calzarse los zapatitos de claqué porque sabe que le toca mandanga de la buena en el día de hoy… No sé qué mirada le debí de echar, pero se puso la mascarilla en menos que canta David Bisbal si le tocas palmas, y me miró con cara de inocente como si allí no hubiese pasado nada.

Tras la exploración de retoñín, llegó el temido momento de las banderillas. Y es que las madres y padres por lo general, sufrimos de una extraña afección denominada “banderilla diferida”, y es que nos duelen más las vacunas que les ponen a nuestros hijos que un aplauso en la cara con dos ladrillos… Es un extraño fenómeno digno de analizar por cuarto milenio, desde aquí, Iker, si me lees, por favó, marcha un estudio que ahí tienes chicha pa rato.

De manera que entró el enfermero desastre al terreno de juego, y se vino juerga

Pi pi pi pi pi pi… Sí, me informan desde la banda que al señor enfermero se le ha caído una de las vacunas al suelo. Sí, sí, te informan bien, por lo que vemos en el VAR, la madre está afilando algún tipo de planta con claras intenciones de utilizarla con fines violentos mientras le pide al enfermero que cambie la aguja antes de pinchar al niño, que la inyección ha recorrido la nada desdeñable distancia de metro y medio rodando por la consulta.

Pi pi pi piii… Por lo visto también le pide que se eche gel antes de cambiar la aguja, que ha recogido la inyección del santo suelo.

Pi pi pi piiii… Sí, la madre ha soltado el junco afilado y está procediendo a sacarse algo del interior de la equipación. ¿Qué será? ¿Está buscando las tarjetas? Pongamos la repetición: ah, pues sí, es una teta señoras y señores, la famosa estrategia tetanalgesia. Bien jugado madre de juncos, bien jugado.

Y ahí… Ahí ya sí que se lio:

El buen señor enfermero desastre no quería que me lo pusiera en la teta mientras le pinchaba, yo le miraba con cara de “un rábano me importa a mi lo que tú quieras, tesoro de mi vida, la teta sale y sale”.

El junco estaba ya bailando la lambada.

La teta salió al ruedo.

Cebollito lloró fuerte.

Yo lloré fuerte pa dentro (cosas del efecto banderilla diferida, que se le va a hacer).

Marinovio trabajando no ha sentido tal efecto, suertudo él.

El enfermero se partía la caja mientras nos miraba a cebollito y a mí a moco tendío mientras daba cabezazos contra la teta como si ella tuviese la culpa. El Junco decidió hacer mutis por el foro, que aquello podía acabar en carnicería…

Cebollito tiene teta. El enfermero se ha librado de que le dejase hecho un pincho moruno…

¿¡¿¡¿Dónde está mi siesta de consuelo?!?!

#soyunjuncohueco #somnoliento y #jartito

De bonus: estoy de mudanza todo el fin de semana. Me encomiendo a San Padre Karras de la posesión infantil y a toda la hermandad del Santo Junco Hueco para que a mi bebé no le de fiebre en las próximas horas porque se avecina finde majo majo.

🌾🌾🌾 ¡Besos de junco familia! 🌾🌾🌾

 

28 mayo, 2022

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