Gritar suele ser una de las formas más frecuentes de gestionar algunas emociones como la frustración o la ira. Puede ser normal que se nos escape un grito si nos damos un golpe, por ejemplo;…

Este post se publicó originalmente el 01/03/2024 y ha sido actualizado en fecha 30/09/2024
Discutir delante de los hijos puede tener consecuencias negativas para su bienestar emocional que podemos evitar aprendiendo a discutir de forma respetuosa y constructiva.
Discutir delante de los hijos
Las discusiones tienen una tremenda carga emocional para los niños. Cuando son descontroladas, los gritos, las lágrimas, el malestar… generan en ellos emociones estresantes que les angustian, les pueden conducir a interpretaciones erróneas («yo tengo la culpa»), a normalizar interacciones insanas («es normal que las parejas se insulten» o «la gente que se quiere se puede gritar»), pueden afectar a su desarrollo y puede hacer que no sepan interaccionar correctamente o defenderse en sus relaciones futuras.

¿Cómo afectan las discusiones de pareja a los niños?
Presenciar una discusión «salida de tono» es una mala experiencia para los niños y las niñas, que les hará sentir miedo e inseguridad ante episodios que aún no son lo suficientemente maduros para comprender.
¿Cómo se siente un niño cuando sus padres discuten? Los niños y niñas que ven discutir a sus padres pueden sentir dolor, estrés y preocupación extremos. Los menores necesitan sentir que sus progenitores son una unidad fuerte para sentirlos capaces de cuidarlos, protegerlos y acompañarlos. La amenaza de perder esa protección les genera mucha angustia.
Si esa discusión implica, además, cualquier tipo de violencia (emocional, verbal o física), las consecuencias negativas para el estado anímico y la seguridad de los peques se multiplican. A todo esto se suma que aprenderán que la violencia «es buena» para enfrentar diferencias y conflictos.
Por ello, incluso si los hijos e hijas ya son «mayores» y pueden entender la situación del conflicto, es fundamental que su presencia obligue a los progenitores a mantener la calma y que la discusión sea un intercambio de ideas respetuoso, como demostración de que ambos son capaces de escucharse y de llegar a algún acuerdo.
Discutir delante de los hijos temas relacionados con la intimidad de la pareja es dejarles desprotegidos ante información que no están en situación de poder afrontar. Tampoco es conveniente tener frente a los niños discusiones en relación con el estilo de crianza o disciplina, y mucho menos que papá o mamá se desautoricen uno al otro ante sus ojos.
Es fundamental, en cambio, tratarse con con respeto y amabilidad, así como terminar la discusión con una demostración de cariño para que a los niños les quede claro que enojarse o pensar diferente no significa dejar de quererse.
Para eso lo mejor es terminar la discusión con un acuerdo (aunque sea intermedio) que le demuestre a los niños y niñas que sus padres seguirán buscando la mejor manera de entenderse y apoyarse, porque eso es lo que hacen las personas con los seres queridos. Y esto es válido incluso para parejas separadas o divorciadas con hijos.

Efectos nocivos incluso en bebés
Existe evidencia de que, por lo general, las discusiones cordiales entre padres tienen muy poco o ningún efecto sobre los niños, pero los estudios científicos han concluido que esto cambia cuando la peleas son más agresivas, hay gritos o incluso los progenitores se retiran la palabra.
Y esto sucede incluso con bebés de meses. ¿Cómo es posible? ¿Qué siente un bebé cuando sus padres discuten? Según las investigaciones realizadas, las discusiones «salidas de tono» hacen que los menores expuestos al conflicto puedan experimentar una mayor frecuencia cardíaca y tener desequilibrios en las hormonas relacionadas con el estrés.
Y todo eso puede ocurrir desde una edad tan temprana como los 6 meses. Si las discusiones son inapropiadas y continuas, también es posible que los bebés sufran retrasos en el desarrollo cerebral, problemas de sueño, ansiedad, depresión y problemas de comportamiento más adelante.
¿Cómo solucionar problemas de pareja con hijos?: Consejos para discutir en pareja sin perder los nervios

Veamos varias pautas sobre cómo discutir con una pareja de manera constructiva y orientada a la resolución de conflictos mediante el diálogo, especialmente si hay hijos delante.
1. Las cosas de adultos, entre adultos han de quedarse
La primera pauta es no discutir con niños delante. Especialmente si se trata de asuntos íntimos, de pareja, problemas que se refieren a los hijos (su educación, crianza, etc.) o temas complejos que los niños y niñas no van a saber comprender, porque aún no están en condiciones de hacerlo.
Además, las parejas que discuten con frecuencia delante de sus hijos, pueden caer en la tentación de hacerles tomar partido obligándoles a posicionarse para ganar «aliados». Esta triangulación hace que uno o ambos progenitores busquen, de forma consciente o inconsciente, una alianza con los hijos, y estos acaben involucrados en los conflictos conyugales.Como consecuencia, la niña o el niño es obligado a ayudar a uno de sus progenitores en el conflicto de pareja (porque se lleva mejor con él/ella o le da más «pena») y, como consecuencia, su relación con el otro progenitor acaba deteriorándose.Los niños, niñas y adolescentes sumergidos en una triangulación familiar suelen desarrollar problemas relacionados con la agresividad, las autolesiones, los trastornos alimentarios y las adicciones, especialmente durante la adolescencia.
Involucrar a los hijos en los problemas de la pareja, además de afectar a su bienestar emocional, puede acarrear terribles consecuencias para su desarrollo, como la parentalización de los hijos o el incesto emocional.
2. Aprende a detectar los signos de malestar para que no vayan a más

3. Respirar y resolver comunicando: elige bien el momento y cuida el tono
En caliente es muy difícil poder resolver nada. Y hacer como si no sucediera tampoco es una solución efectiva. Hay personas muy reactivas que se toman de forma demasiado personal cualquier queja de su pareja, y en seguida se ponen a la defensiva, en tanto otras tienen miedo a discutir y lo evitan a toda costa.
Tanto unas como otras precisan prepararse ante de discutir. Las primeras sosegándose antes, y las segundas armándose de valor. En ambos casos, es conveniente no discutir en caliente cuando las emociones nos desbordan.
Primero, nos calmaremos y procuraremos centrarnos en sosegar nuestro propio malestar. «Escribir lo que sentimos y lo que queremos expresar puede ayudar a aclarar las ideas y calmar los ánimos», aconseja Bueno. Después, anunciaremos a nuestra pareja que tenemos que hablar de un asunto con él/ella y consensuaremos para elegir conjuntamente un momento tranquilo del día, sin niños presentes, ni más ocupaciones, para dialogar.
Sea como sea la persona, es frecuente que la perspectiva de tener que discutir sobre un tema nos tense. Eso se debe a la connotación negativa que solemos dar a las discusiones y a las ideas preconcebidas sobre su desarrollo.
En realidad, discutir solo significa tratar un problema y las razones a favor o en contra de dos maneras de abordarlo, independientemente de si hay sentimientos de enfado o no. Discutir no debería ser sinónimo de gritos, lágrimas, reproches o insultos. Solo un intercambio de ideas opuestas con el fin de llegar a un acuerdo que satisfaga a ambas partes.
Por supuesto, cuanto más personal e íntimo sea el problema, más delicada es la discusión, por lo que conviene saber gestionarla. Para ello, debemos aprender a afrontar la discusión como un asunto comunicativo.
Algunas personas no pueden evitar convertir las discusiones en una batalla con vencedores y vencidos. Esto es totalmente contrario a la naturaleza de las discusiones constructivas, que son abordadas como un asunto comunicativo.

4. Distingue los sentimientos de los hechos
Es fundamental que en una discusión se distinga bien entre lo que se siente y lo que se hace, puesto que comunicar una emoción puede ser difícil, en tanto un hecho objetivo puede ser reconocido por el otro y tender un puente hacia la empatía de la pareja.
Por ejemplo, siguiendo con el ejemplo anterior: «me siento ignorado/a si cada vez que expreso mis preferencias, estas no son tenidas en cuenta. Por ejemplo: a la hora de elegir los juguetes del bebé, nunca tienes en cuenta mis consideraciones. Esto me hace sentir invalidado/a». Este mensaje es mucho más amable y constructivo que «es que tú nunca me haces caso, siempre decides todo por tu cuenta, no me dejas participar de la educación de nuestro/a hijo/a, no me valores y me haces sentir que no valgo para nada». Tu pareja puede no haberse dado cuenta de que su forma de actuar te hace sentir mal, y sentirse atacada después por tus quejas, lo cual solo la enojará.
Si en una discusión aparecen quejas sobre lo mal que uno se siente, hay que entender que las emociones no son algo extrínseco, que otras personas puedan gestionar por nosotros. Lo que sí se puede tratar es la atribución de responsabilidades, si nuestra emoción ha sido provocada por algo que ha hecho la otra persona y que ha podido facilitar el surgimiento de esas emociones.
5. Respeta el turno de palabra y pacta una señal con tu pareja
Resulta muy frustrante intentar hablar y que tu pareja esté constantemente pisando tus frases. Esto a veces ocasiona que una de las partes decida callar y no participar en la solución del conflicto, o bien provoca una escalada de voces que acaba en gritos. Por ello, es muy importante mostrar respeto y respetar el turno de palabra.
«Es muy importante saber escuchar para entender al otro, no para defenderse del otro. Siempre y cuando, no haya relaciones de poder o maltrato. En caso de estar en una relación de maltrato o de abuso de poder, es importante tomar otras medidas encaminadas a salir de una relación violenta, y hacer terapia individual, no de pareja», incide Mamen Bueno.

Además, un truco sencillo para evitar que una conversación se convierta en una discusión negativa, es pactar una señal que indique al otro que os estáis alterando y no podéis continuar con la conversación.
Por ejemplo, una palabra clave tipo «stop» o «tiempo muerto», que signifique que debemos parar en ese momento, dejar de hablar y separarnos hasta que estemos más tranquilos, para poder retomar la conversación un poco más adelante o en otro momento, cuando hayamos podido gestionar nuestras emociones alteradas y encarar posibles nuevas soluciones al conflicto.
También es perfectamente válido decir un simple «vamos a dejarlo aquí por el momento, me estoy alterando y no quiero discutir». En cualquier caso, es importante que ninguno de los dos siga al otro o se empeñe en continuar la conversación, ya que esto solo empeorará la situación. Si es necesario, puedes salir de casa a dar una vuelta para tranquilizarte.
5. Si la discusión se os va de las manos, pisad el freno: el uso de las pausas
Muchas personas notan una opresión en el pecho, un nudo en el estómago o la cabeza a punto de estallar. Lo importante es detectar estas señales porque nos indican que la tensión está subiendo y si seguimos es probable que nos dejemos secuestrar por la rabia y sea ella quien hable por nosotros. Más vale echar el freno, calmarnos y dejar la conversación para otro momento.
Para evitarlo, hay que saber utilizar las pausas: en los momentos en los que parezca que alguna de las personas involucradas en la discusión de pareja empieza a sentirse visiblemente frustrada y enfadada, hay que dejar una breve pausa que sirva para bajar el tono y relajarse. Esto puede ser comunicado de manera explícita, y es un motivo perfectamente válido para postergar unos minutos el intercambio de argumentos.
La diferencia con el uso de la señal pactada de pareja que explicábamos en el punto anterior, es que en tanto la primera es expresada por uno/a mismo/a para nuestro propio sosiego, y puede suponer posponer la discusión por un tiempo indeterminado; la pausa es empleada al advertir un estado emocional alterado en la otra persona, y puede tratarse solo de unos minutos para hacer consciente que es necesario bajar el tono o la intensidad de la conversación.
Es decir, en definitiva, se trata de saber cuidar tanto al otro como a nosotros mismos en una discusión.
6. Mejor prevenir: cuidaros mutuamente… para poder cuidar

7. Dar ejemplo: Zanjar la discusión con un acuerdo
Si sabemos discutir delante de los niños de forma constructiva, y el tema en cuestión es apto para ellos, lo ideal es terminar la discusión con un acuerdo (aunque sea intermedio) que le demuestre a los niños y niñas que sus padres seguirán buscando siempre la mejor manera de entenderse y apoyarse, porque eso es lo que hacen las personas responsables con los seres queridos.
Tanto si hay niños delante como si no, las discusiones son una herramienta para solucionar problemas y, como tal, estos deberían quedar resueltos. Para ello, y ante diferentes opiniones, deseos o necesidades; en muchas ocasiones es necesario que ambas partes cedan un poco para poder alcanzar una posición intermedia.
Saber realizar concesiones no es un signo de debilidad, sino de madurez y responsabilidad. Por ejemplo, si la discusión gira en torno a las vacaciones de verano, porque uno quiere pasarlas en familia con los abuelos o los primos, y el otro necesita un poco más de intimidad; o uno quiere ir a la playa en tanto el otro necesita relajarse en el campo, y no hay manera de conciliar posturas, siempre podéis dividir el tiempo a la mitad y regalarle a vuestra pareja la experiencia que necesita.
Estar de acuerdo en todo no siempre es posible, pero se pueden alcanzar acuerdos razonables para ambas partes. Eso sí, «cuidando que no siempre ceda la misma parte o estaríamos entrando en terrenos del abuso», indica Bueno.
Discusiones de pareja constantes: la ayuda profesional
Muchas parejas pueden sentirse angustiadas por los desafíos de la m[p]aternidad, y es aquí donde la terapia de pareja juega un papel clave para la relación, ya que puede ayudar a lidiar con los nuevos retos y mejorar la comunicación en pareja, establecer objetivos, superar diferencias de la crianza y a crecer juntos como padres,
«siempre y cuando no haya relaciones de abuso y maltrato, en las que las estructuras de poder no están equilibradas, en ese caso, la terapia de pareja estaría contraindicada», subraya de nuevo Bueno.
Especialmente si hay hijos de por medio, los/as psicólogos/as pueden ayudar enseñando técnicas de comunicación y escucha activa para aprender a gestionar y expresar nuestros sentimientos de manera clara y no defensiva ni ofensiva, con el objetivo de resolver conflictos de manera constructiva.
Si tienes alguna duda, quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil, desarrollo infanto-juvenil, educación positiva y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentra la psicóloga para padres y madres Mamen Bueno.
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