El divorcio destructivo y sus consecuencias

Ningún proceso de divorcio es fácil, incluso cuando las dos partes están de acuerdo. Pero las barreras pueden ser muros insalvables en algunos casos, como el llamado divorcio destructivo . Este hace referencia a un divorcio complicado en el que uno de los progenitores trata de impedir que el otro tenga una relación normal con sus hijos.

Divorcio con niños

El divorcio supone un cambio fundamental en la vida de una persona y de toda una familia. Lo deseable es que este cambio afecte lo mínimo posible a los hijos, aunque es inevitable que, de una u otra forma, impacte en ellos (a veces en negativo, otras en positivo). Está demostrado científicamente que las discusiones de los padres (divorciados, separados o convivientes) tienen efectos en los hijos .

Pero ¿cómo se siente una persona divorciada? En las personas adultas el divorcio también puede generar emociones desagradables: tristeza, sensación de derrota, pérdida, frustración, dolor emocional, incertidumbre, miedo. Es necesario pasar por el proceso de duelo que tiene varias fases. Cuando ese duelo no está bien gestionado y las heridas no se cierran, los sentimientos negativos pueden derivar en rabia y en necesidad de venganza. Por desgracia los hijos son a veces utilizados y manipulados, consciente o inconscientemente, pese a las consecuencias negativas que para ellos tiene todo esto, que pueden afectar incluso a su vida adulta.

No hay que olvidar que para los hijos e hijas también es difícil asumir que el divorcio de sus padres, que estos ya no vivirán juntos y su día a día va a cambiar. Por ello, es necesario explicarles los cambios que sobrevendrán, cómo afectarán a sus vidas, acompañarles en el proceso de reacomodación y hacerles ver que el amor hacia ellos sigue intacto. La idea fundamental que habría que transmitirles es que la familia no se rompe, sino que cambia.

Por todo ello, es importante pensar qué hacer cuando te divorcias si tienes hijos en común con el otro cónyuge. Informaros sobre la forma correcta de actuar con los/as hijos/as durante el proceso puede seros muy útil si estáis en esta situación. En la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil, educación positiva y crianza respetuosa. Entre ellos/as se encuentra la psicóloga para madres y padres Mamen Bueno y la docente, psicóloga y logopeda infantil Elena Mesonero, de quiénes puedes recibir consejos para el divorcio.

¿Cuánto tiempo dura el dolor de un divorcio? Según investigaciones científicas, el tiempo de recuperación después de una ruptura abarca de 6 meses a 2 años. Es una horquilla bastante amplia, dado que cada persona tiene un proceso único y personal. En el caso del divorcio con niños, si este es un divorcio complicado, puede extenderse más en el tiempo.

A veces, el progenitor que acumula rabia puede mitigar esta con el paso del tiempo y dejar de perjudicar con sus actitudes a sus hijos/as, pero en otras ocasiones, las emociones y los comportamientos asociados persisten en el tiempo o reaparecen cuando la expareja empieza a relacionarse con otra persona.

Estudio sobre el divorcio destructivo

En 2008 la doctora Ana Cristina de la Cruz, psicóloga y profesora de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina), analizó este fenómeno en un estudio en el que ponía de relieve la consecuencias del divorcio destructivo, cuando uno de los miembros de la pareja separada se veía excluida de la vida de sus hijos/as.

Su trabajo es uno de los pocos que se centra en la figura del progenitor excluido y sus consecuencias para la salud psicológica y física de este, ya que por lo general estas investigaciones se centran en el impacto que tienen los divorcios conflictivos sobre la salud y el desarrollo de los hijos, especialmente si estos son menores.

La autora partió de su propia experiencia en «causas familiares en contextos judiciales, en la práctica clínica como terapeuta familiar y de pareja» y en una investigación «cualitativa» en la que participaron 12 progenitores «alejados» y 8 expertos (abogados, asesores de familia y psicólogos judiciales).

Según esta experta, un divorcio destructivo provoca en los padres excluidos consecuencias físicas, psicológicas y sociales en diferente grado. Además, según esta experta, aunque son situaciones en las que suele mediar la justicia, las acciones ejercidas por los tribunales son «poco eficaces para ayudar a desarticular las conductas de entorpecimiento de la vinculación del progenitor alienador».

De hecho, suelen ser situaciones tan complejas que en muchas ocasiones el sistema se manifiesta como ineficaz y, paradójicamente, solo en los casos leves, «el peso de la ley termina respetándose».

El síndrome de alienación parental (SAP)

La psicóloga y profesora universitaria argentina hace referencia en su estudio sobre el divorcio destructivo al controvertido Síndrome de Alienación Parental (SAP), un término adoptado por el psiquiatra infantil y forense norteamericano Richard Gardner en 1987, aunque con anterioridad ya era un concepto usado por los equipos psicosociales adscritos a los juzgados de familia en EE.UU. Se trata de un trastorno que surge en el contexto de las disputas por la guarda y custodia de los niños.

«Su primera manifestación es una campaña de difamación contra uno de los padres por parte del hijo, que no tiene justificación. El fenómeno resulta de la combinación del sistemático adoctrinamiento (lavado de cerebro) de uno de los padres y de las propias contribuciones del menor dirigidas a la denigración del progenitor objeto de esta campaña«.

Definir esta situación como un síndrome es polémico. La OMS aceptó y luego excluyó el término SAP como trastorno mental, tampoco se incluye en manuales internacionales de clasificación de enfermedades mentales, si bien los profesionales que lo defienden inciden en que los manuales son de «clasificación» no de «creación» de trastornos (el SIDA, por ejemplo, existía mucho antes de que la comunidad científica se decidiera a ponerle su actual nombre).

Sea como fuera, en España desde el 2013 el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) desaconseja utilizarlo en las resoluciones judiciales, y la Ley de La Infancia y la Adolescencia de 2021 lo prohíbe explícitamente en el artículo 11, punto 3, a pesar de que sus defensores inciden en la existencia de su aval científico.

No obstante, en otros países el SAP se articula y persigue como grave actuación contra los Derechos de la Infancia. Es el caso de Brasil, con más de 200 millones de habitantes y la 8ª potencia en el mundo según el FMI, donde a estos casos se les otorga prioridad de urgencia en tribunales.

Algo similar sucede en Ohio, donde no se permite a un progenitor manipular a un hijo contra el otro progenitor. Asimismo, bajo la ley de la Florida, cualquier cosa que se diga o se haga intencionalmente para dañar la relación de un niño o una niña con el otro progenitor o dañar la imagen que el menor tiene de este, puede ser considerado como alienación parental y puede ocasionar la pérdida de custodia del menor.

Es por ello que, en los últimos tiempos, en España, se empezó a hablar de interferencias parentales, un concepto que ha evolucionado hacia el llamado Gatekeeping negativo hacia la coparentalidad (Biezna y Fariña, 2020).

Este concepto lo desarrolló en 1947 Kurt Lewin, al referirse al control de la información sobre un grupo humano: un sujeto selecciona la información, la tergiversa y manipula, censura lo que no le interesa, y una vez realizados los cambios interesados, la ofrece a la persona o grupo para que lleguen a las conclusiones deseadas.

Cuando hablamos de los hijos, el sujeto sería uno de los progenitores (el padre y/o la madre), consiguiendo a menudo que los menores acaben odiando, rechazando e incluso sintiendo verdadero pavor ante la posibilidad de relacionarse con un progenitor que, en realidad, no tiene por qué haber hecho nada malo.

Los motivos para el rechazo han sido creados por el progenitor manipulador, que convence a sus hijos de que el otro progenitor es peligroso, no le quiere o no es como pensaba.

El tipo de manipulaciones puede ir desde lograr que los menores no quieran estar con su progenitor porque «no me lava bien la ropa», «deja mi mochila en el suelo», «una vez, de pequeño, me pegó», «tiene pareja», «me da comida que no es nutritiva», cosas que a los niños no suelen preocupar si no es que alguien le convence de que son motivos por los que rechazar a ese/a progenitor, hasta conseguir que hablen de maltrato físico o abuso sexual, sin que realmente haya sucedido.

¿Qué tipo de conductas pueden ocurrir en el divorcio destructivo?

Según la psicóloga de la Cruz, algunas de las conductas que obstaculizan una relación normal entre los progenitores divorciados y sus hijos se producen cuando uno de los progenitores persiste de forma continuada en rehusar pasar el teléfono a los hijos, entregarles regalos o mensajes, impedir que el otro progenitor ejerza el derecho de visita o no informarle de las actividades de la vida de sus hijos como fiestas escolares, partidos deportivos, vacaciones, resultados académicos o visitas médicas.

Otros ejemplos de este tipo de interferencias destructivas del vínculo son cuando un progenitor toma decisiones importantes que atañen a la vida de sus hijos sin que el otro progenitor sea consultado. También recurrir al insulto y a la denigración del otro progenitor ente los hijos comunes o incluso llegar a castigar a los hijos si se comunican o se encuentran con él.

Al final, según esta psicóloga, con el paso del tiempo los menores se terminan identificando con el progenitor manipulador, ya que este acaba consiguiendo mayor tiempo de permanencia y relación con ellos y los hijos acaban por contribuir a desaprobar, rechazar e incluso atacar al progenitor excluido.

Consecuencias del alejamiento de los hijos de uno de los progenitores

Hay abundante literatura científica sobre cómo la pérdida de la figura de uno de los progenitores tiene profundas consecuencias negativas para los menores, que incluso pueden extenderse en el tiempo hasta la edad adulta. No obstante, Ana Cristina de la Cruz se centra en su investigación en las múltiples consecuencias para los progenitores alejados de sus hijos. Estas dependen en gran medida de si las barreras son leves o importantes. Es decir, si pese a todo hay relación con los hijo, o si esta es limitada o inexistente:

• En aquellos progenitores del estudio que vivían casos «leves» las consecuencias fueron:
  • Psicológicas: sentimientos de ansiedad, dolor, tristeza, irritabilidad, desarraigo, soledad y frustración.
  • Físicas: pérdida de peso.
• En los casos moderados, los progenitores sufrían consecuencias:
  • Psicológicas: rabia e impotencia, estaban «obsesionados» con el tema, con frecuentes sentimientos de angustia, injusticia y soledad. Esto les hacía caer en estados depresivos.
  • Físicas: Bajaron en el rendimiento laboral y el estrés los impactó físicamente.
• Para los casos más graves, los progenitores sufridores de un divorcio destructivo experimentaron consecuencias de tipo:
  • Psicológico: depresión, angustia, crisis de llano e ideas suicidas.
  • Físicas: gran deterioro de la salud con trastornos cronificados.

En este último caso, según la especialista, los progenitores, en general, necesitaban atención médica y psicológica «ya que todo en sus vidas se había descontrolado».

«Estaban obsesionados con la situación, con sentimientos de enojo e impotencia casi permanentes. Presentaban una marcada inseguridad, desorientación, insomnio, trastornos físicos crónicos, tanto gastrointestinales como cardíacos«. 

¿Qué hacer frente a un divorcio destructivo?

La psicóloga Ana Cristina de la Cruz hace en su artículo algunas sugerencias para los progenitores involucrados en un divorcio destructivo:

• Mantener siempre el contacto con los hijos, «por breve o poco frecuente que sea el mismo», incluso aunque sea unidireccional.
• Ante el rechazo o ataque de los hijos, intentar recordar la relación anterior con ellos y no entrar en enfrentamientos: los niños también son víctimas.
• Evitar dar argumentos que favorezcan las críticas («profecías autocumplidoras»).
• Tratar de ser impermeable a los ataques o desplantes del otro progenitor.
• Recordar que los hijos son sensibles al lenguaje oral y al no verbal.
• Cuidar los momentos de encuentro, compartir las novedades, establecer compromisos y «revestirse de credibilidad».
• Intentar conocer a los hijos (gustos, creencias, sentimientos).
• Tener paciencia y persistir en los contactos, pero sin forzar la situación.
• Manejar los problemas de adultos entre adultos, sin trasladarlos a los hijos.

Y, como recomienda nuestra psicóloga infantil Elena Mesonero, cuando los conflictos en la pareja «desbordan los límites de esta y comienzan a involucrar a los hijos, es necesario parar y tomar decisiones desde la calma que dejen fuera a los/as niños/as «. Si esto no es posible, es imprescindible buscar ayuda en la figura de un psicólogo especializado y/o de un mediador «que pueda revertir la situación problemática».

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