La muerte de un padre o una madre es la experiencia más dura para un menor. El evento es tan traumático que alterará el curso de su desarrollo vital. Desde ese mismo momento, su vida cambia porque el sistema familiar que lo envuelve se modifica. Pero con una serie de pautas, podemos ayudar en el duelo de un hijo por la muerte de un padre o madre.
Cuando se pierde a un progenitor siendo niño
El fallecimiento de alguien amado deja una profunda herida y, al igual que cualquier lesión, enfermedad o herida física, necesita tiempo para curar hasta que termina sanando, sin olvidar que la cicatriz estará ahí. El duelo de esa muerte es una experiencia que puede durar muchos años.
El cómo afecte ese duelo al niño o niña dependerá, en gran medida, de las habilidades empáticas y sociales del progenitor sobreviviente que para paliar daños deberá ser el encargado de acompañarle y contenerle.
De hecho, cualquier psicopatología en la edad adulta de ese menor que ha vivido una pérdida parental en la infancia, está correlacionada con los cuidados (buenos, malos, eficientes o deficientes) proporcionados tras dicha pérdida, dados por el progenitor presente.
Si la muerte es repentina o inesperada, la angustia es más aguda. Al recibir la noticia se siente una conmoción física real que hay que tener en cuenta para arropar y acompañar convenientemente, sobre todo, por el progenitor superviviente.
Para que la herida emocional sane lo mejor posible, el niño o la niña necesitan que se le asegure que el padre o madre que queda vivo no lo va a dejar. Que su vida regresará a la rutina (aunque no a la normalidad, porque ya nada será como antes), lo más pronto posible. En definitiva, hay que ayudarle a ajustarse a su nueva vida con las virtudes que tenía la anterior, entre ellas, las rutinas y límites pertinentes y necesarios para el menor.
Pautas para ayudar a hijos e hijas en duelo por la muerte del padre o la madre
Ser sincero y honesto
Cuando un niño no sabe, rellenará los huecos con fantasía e imaginación, por eso es importante que se le cuente lo sucedido de una forma sincera, honesta y por supuesto, conforme a su edad. Lo mejor es que lo haga el padre o madre sobreviviente, sobre todo al principio.
Permita que su hijo o hija haga preguntas y contéstelas lo mejor que pueda. No pasa nada si no tiene todas las respuestas en ese momento, entenderá que le diga que ya hablará de eso en otro momento.
Dejarle participar en los rituales de despedida
Darle la oportunidad, si lo desea de acudir tanto al tanatorio como al entierro. Explicándole previamente qué se puede encontrar. Si no desea acudir, no forzarle, aunque sí es recomendable invitarle a realizar algún ritual de despedida en el que pueda empezar a canalizar su desconsuelo, y como forma de honrar la memoria del fallecido.
Duelo de un hijo por la muerte de un padre o madre: Dar seguridad y calma
La pérdida de un padre o una madre genera mucha inseguridad, no se le puede garantizar que no habrá más muertes, eso sería mentirle, pero sí se le puede decir que lo habitual es que ocurra a edades avanzadas. También puede comentar con su hijo qué ocurriría si eso le pasara al progenitor sobreviviente: quién le cuidaría, dónde viviría… hacerle partícipe de esas decisiones, le facilitará cierta sensación de control.
Permitir las muestras de dolor
Las muestras de duelo pueden ser de lo más variopintas en un niño o adolescente, desde mostrarse enojados e irritables hasta hacer como si no hubiera pasado nada. Si no está seguro de cómo el sufrimiento afecta a su hijo, lo mejor que puede hacer es pasar tiempo con él y observarle, le dará pistas sobre su desconsuelo. Tampoco es de extrañar que prefiera desahogarse con otra persona, un profesor, amigos…
Mantener rutinas y normas durante el duelo de un hijo por la muerte de un padre o madre
Cuando el mundo emocional de su hijo se convulsiona, necesita aferrarse a las rutinas y a las normas existentes. Estas actividades pueden ser difíciles cuando usted está triste y abatido o abatida, sobre todo si está muy reciente la pérdida, sin embargo, saber que hay predictibilidad en su vida ayuda a disminuir el miedo y la incertidumbre.
Los niños ganan seguridad cuando saben lo que se espera de ellos. A veces, usan su angustia como coartada de malos comportamientos, reconózcale su derecho a sentir dolor, pena… y a la vez, con cariño muéstrele la importancia de ser responsable de sus acciones y sus consecuencias. No por estar en un proceso de duelo se le va a consentir que se salte normas que antes no se le permitía.
Cultivar su salud como referente
Su hijo necesita un adulto sano que le contenga y comprenda. El cuidado físico y emocional de sí mismo es primordial, no dude en buscar apoyo externo para descargar su pena, de lo contrario existe el riesgo de depositar su dolor en su hijo o hija.
Incrementar el diálogo o crear nuevos vías comunicativas
Compartir situaciones de su propia vida en las que sintió angustia o tristeza, si vivió la muerte de algún familiar siendo usted pequeño, le ayudará a normalizar lo que él o ella está experimentando. Por otro lado, escuche cómo está viviendo lo sucedido, permítale hacer preguntas.
Abrir vías de expresión creativa para expresar sus emociones a través de códigos genuinos para ambos; dibujar, escribir, modelar juntos o mediante el juego común puede ser beneficioso cuando no sabemos qué decir o cómo hacerlo. Las experiencias y la comunicación nuevas tejerán un nuevo lienzo donde pintar una historia original.
Tener paciencia y dar tiempo a adaptarse
Dice una frase que es necesario darle tiempo al tiempo. En este tema que tratamos, el sosiego impera sobre el ajetreo por querer hacer sin más para olvidar a modo de huida. Con acogimiento y paciencia se irá dando forma a un renovado vínculo paterno/materno-filial.
Permitiendo con el tiempo minimizar el dolor intenso, el desconsuelo, la aflicción, el shock o la añoranza recurrente. Pasen tiempo vivenciando momentos nuevos; o rememorando pasados; o desahogándose juntos; u honrando la memoria de la persona fallecida con recuerdos singulares, son algunas de las formas en que pueden reconfortarse.
Permitir el consuelo mutuo es una de las mejores catarsis para avanzar. Y ante todo la paciencia, como un tributo en sí mismo, es la que hará que las experiencias se mantengan o se diluyan. Pase tranquilamente tiempo con su hijo o hija y verá cómo ambos crecen y siguen construyendo la historia de sus vidas.
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