Hoy escribo este artículo porque muchas familias recurren a mí para preguntarme por escuelas infantiles cuando llega la hora de que mamá se incorpore al trabajo y buscar una solución para el peque. Yo puedo…
Seguro que os sentís identificadas: desde que tuve a mi hijo, no estoy sola ni un minuto. ¡Ni siquiera puedo ir sola al baño! Ni cuando tengo la regla… Así que antes o después iba a llegar este momento: el del día que mi hijo me preguntó qué era la regla.
Esa sangre no es de una herida
Mi hijo, de 4 años y medio, tiene (como la mayoría a esta edad), la mala costumbre de abrir cualquier puerta que encuentre tentadoramente cerrada ante él. Y eso fue lo primero que vio: una compresa manchada de sangre.
No se alarmó, que conste, porque no lo hice yo. Desde que soy madre, procuro reaccionar con suavidad (o letargo, depende del cansancio) y vio que yo estaba bien, que no me pasaba nada, a pesar de la llamativa mancha de sangre que había en mis bragas. Pero estaba intrigado y un poco confuso. Y llegaron las preguntas: «¿Mamá, qué te pasa?, ¿Estás malita?, ¿Te has hecho pupa?, ¿Y esa sangre?»
Así que, al igual que llegó el día de hablar de las diferencias anatómicas de los niños y las niñas (¿ya os dije que no estoy sola ni un segundo? Pues la ducha tampoco es una excepción), llegó el momento de explicarle a mi hijo de 4 años qué era la menstruación.
La regla no es una enfermedad
Evidentemente, fue necesario simplificar el mensaje y adaptarlo a su capacidad cognitiva. Así que me limité a ofrecerle, con toda la naturalidad del mundo, los datos necesarios para que pudiera normalizar la menstruación.
La regla no es una enfermedad. No es una herida y no es nada raro. Es perfectamente normal. Les sucede a todas las mujeres adultas, pasa una vez al mes y es la forma que nuestro cuerpo tiene de decirnos que, si nos apetece, podemos tener bebés y ser mamás.
Apenas media docena de frases pronunciadas en el cuarto de baño fueron suficientes para que, por el momento, mi hijo se diese por satisfecho y centrase su atención en otra cosa. Así que, ya veis, no fue para tanto. Ni para él, ni para mí.
Pero, ¿qué sucedería si no hubiese atendido correctamente su curiosidad? Pues que la regla se habría convertido en un tema tabú de forma innecesaria. Además, el niño SÍ se hubiese preocupado por mi estado de salud y comenzaría a imaginarse cosas preocupantes. Porque para un niño la sangre es sinónimo de herida, de dolor y malestar. Pero la sangre menstrual es algo muy distinto y no había motivo para que se alarmase ni para ocultarle la verdad.
Normalizar la menstruación es necesario
Yo tengo un hijo varón, un niño. Pero una correcta educación sexual es tan importante para niños como para niñas. Y normalizar la educación sexual es algo que deberíamos hacer todos, tanto mujeres como hombres. En concreto, normalizar la menstruación es una labor necesaria que comienza en casa, con nosotras.
Lo cierto es que a mí no me pilló del todo desprevenida la curiosidad de mi hijo, porque estando juntos todo el día es inevitable que vea como me lavo, me visto… Y sí, también que tengo la regla. Y es perfectamente normal. No es algo que haya que ocultar. De hecho, es muchísimo mejor que seamos nosotras quienes despejemos sus dudas antes de que acudan a fuentes poco fiables.
Hablar con sencillez y honestidad de sexualidad con nuestros hijos e hijas refuerza el vínculo de confianza. Pero si nos perciben como poco fiables o pudorosos a la hora de tratar ciertos temas, es muy posible que esa primera sensación les impida acudir a nosotros para consultarnos dudas más importantes más adelante.
De hecho, la menstruación consciente es un término que hace referencia a la aceptación de nuestro sangrado mensual con plena consciencia y la mayor naturalidad. Al fin y al cabo, la menstruación es el sangrado mensual que todas las mujeres compartimos.
Normalizar la menstruación es no sentir vergüenza o malestar al tenerla o hablar de la misma. Es aceptarnos a nosotras mismas, abrazar nuestra naturaleza y transmitírsela a nuestras hijas… e hijos.
Y bajo esta premisa se lo expliqué a mi hijo, porque considero de gran importancia que los progenitores intervengan de forma consciente en la educación de sus hijos. Esta explicación no era solo importante para su formación académica, sino también para su educación sexual, su desarrollo personal e incluso para su educación en igualdad.
Educación sexual, esa asignatura olvidada
El despertar de la sexualidad no empieza en la adolescencia como muchos suponen, sino en la etapa infantil. De hecho, es en la etapa que abarca de los 3 a los 5 años cuando los peques manifiestan más curiosidad por este tema. Evidentemente con 4 años no se puede pretender ni explicarles todo, ni que ellos lo entiendan. Pero tampoco debemos evitar el tema ni andarnos por las ramas.
El momento adecuado para hablar sobre cualquier tema lo deciden ellos haciendo las primeras preguntas de curiosidad. Siempre hay una respuesta directa y honesta que se les puede ofrecer en función de su edad o del grado de interés que manifiesten sobre el tema. En cualquier caso, ofrecer una información simplificada pero veraz siempre es mejor que ocultar o fantasear.
Los adultos tenemos la falsa creencia de que los niños no son capaces de soportar la realidad, pero lo cierto es que están perfectamente preparados para descubrir el mundo que les rodea y asimilar conceptos con muchísima más naturalidad y rapidez que nosotros. Pero la forma en que se les comunican es importante, por eso os recomiendo echar un vistazo al siguiente curso:
Obras de referencia
La educación sexual se trabaja desde la primera infancia, desde el mismo momento en que nos plantean preguntas y dudas. Es tan importante hacerlo con las niñas como con los niños, y no es bueno mentirles ni contarles fantasías.
Hoy en día, hay numerosas obras de referencia para hablar con naturalidad de estas cuestiones. Yo os voy a recomendar dos: ¿De dónde vengo? y ¿De dónde venimos? Ambas son obras ilustradas para niños y niñas que no solo hablan de sexualidad y pareja con sencillez y naturalidad, sino también de diversidad familiar; que por desgracia, buena falta sigue haciendo. La primera obra es perfecta para los más pequeños. La segunda es muy completa e ideal para profundizar en el tema con los niños y niñas de más edad.
El árbol de los bebés también es una obra familiar e ilustrada maravillosa que advierte sobre los peligros de confundir a los peques con absurdas explicaciones o informaciones sesgadas. Además de ser muy divertida, al final del cuento hay una guía para padres con las preguntas infantiles más frecuentes sobre la sexualidad y la mejor forma de abordarlas.
Materiales para todas las edades
Además, también es posible encontrar muchísimos materiales lúdico-educativos para trabajar el desarrollo y la comprensión de la sexualidad con nuestros peques. Existen juegos de mesa, maquetas y muñecos de sexo masculino y femenino (lo ideal es disponer de la pareja), que reproducen modelos anatómicos y nos permiten enseñar cómo son y cómo funcionan sus diferentes anatomías.
Incluso existen maquetas que muestran qué sucede dentro del cuerpo de la mujer cuando está embarazada. Si, desde pequeños, los niños y las niñas se acostumbran a «jugar» con este tipo de materiales, crecerán interiorizando con naturalidad y de forma instintiva su propia sexualidad y la de sus congéneres.
Y, por último, aquí tenéis una guía práctica del Ministerio de Educación que incluso incluye epígrafes bastante interesantes para la educación a favor de la diversidad. También menciona explícitamente los mitos e ideas falsas sobre el sexo y la sexualidad que las sociedades patriarcales llevamos acarreando desde hace siglos. Cito textualmente:
A partir del sexo, las sociedades patriarcales han construido la teoría de los géneros, que consiste en una serie de características que definen lo masculino y lo femenino. Han dicho que los hombres son “hombres de verdad” cuando son capaces de hacer uso de la fuerza física, el control, el poder y el dinero; y que las mujeres son “mujeres de verdad” cuando son capaces de sostener las necesidades afectivas, sexuales y fisiológicas masculinas. La teoría de los géneros, además de dictaminar un rol diferenciado para unas y para otros, ha considerado que el sexo masculino tiene más valor e importancia que el femenino.
Las prácticas de algunas mujeres singulares a lo largo de la historia y, especialmente, los grandes cambios que se han producido en las vidas de las mujeres durante el último siglo, han permitido desmontar este esquema; han hecho visible que el sexo no predetermina una forma de ser, y que siempre ha habido mujeres y hombres que han podido o sabido situarse más allá de las imposiciones de género y que han vivido, de este modo, experiencias de libertad.
Todo ello ha contribuido a nombrar las experiencias y aportaciones femeninas que han estado ocultas e infravaloradas históricamente, es decir, ha permitido reconocer que ambos sexos (y no solo el masculino) han aportado a la cultura y a la humanidad experiencias y saberes de gran trascendencia e importancia.
La educación sexual incluye temas tan diversos como las diferencias anatómicas, el aparato sexual y reproductor, la exploración temprana, la curiosidad natural, las relaciones sexuales, la práctica de sexo seguro e incluso la orientación sexual. Evidentemente, cada cosa a su debido tiempo (el que marquen ellos, los niños y niñas). Y, por supuesto, cada explicación requiere una adaptación de lenguaje y contenido del mensaje a la capacidad comprensiva de nuestras hijas e hijos, según la etapa y la edad en la que se encuentren.
Me sucedió algo muy similar con mí hija a los 4 años. Creo haber actuado con naturalidad, explicando los procesos naturales de una forma simple que pudiera entender. Desde ese entonces, mí hija manifiesta su deseo de no ser nunca madre biológica, e inclusive el deseo de ser niño específicamente relacionado a evitar el sangrado. Lo pienso, y aunque como madre entiendo y acepto las diversidades en cuanto a géneros, no dejo de sentir cierto «remordimiento» (no sabría expresarlo de otra forma). Desde ya mí hija podrá vivir su género/sexualidad como lo desee si de mí depende, simplemente pienso en como pide haber influido en sus deseos o pensamientos.