En los últimos meses de gestación cuesta más dormir (sobre todo en la recta final del embarazo, por cuestiones obvias, ya que el volumen de la barriguita impide a veces encontrar una postura cómoda), pero…
El binomio formado por embarazo y trastornos de conducta alimentario es más frecuente de lo que imaginamos, a menudo se vive en silencio, sin estar diagnosticado, y puede conllevar riesgos importantes para la salud física y mental de mujer embarazada y su bebé.
¿Qué son los TCA?
Los TCA son trastornos multicausales que se pueden prolongar en el tiempo. Según la psicóloga perinatal Mamen Bueno, a la que podéis consultar online en la Tribu CSC: «Los TCA se asocian con la adolescencia, pero la verdad es que pueden aparecer a cualquier edad«.
Los trastornos de conducta alimentaria (TCA) afectan principalmente a mujeres adolescentes y adultas de entre 16 y 25 años. Esto no significa que no afecte a mujeres de más de 15 años y a niñas, e incluso a hombres. De hecho, se detectan casos de menores cada vez más temprano. En este post, nos centramos en las mujeres en edad fértil y cómo estos trastornos pueden afectar al embarazo.
Algunos datos sobre mujeres con TCA y embarazo
Según la psiquiatra Bianca Granados, se calcula que un 6% de la mujeres en edad fértil presentan algún tipo de trastorno de conducta alimentario. Estos pueden ser de distinto tipo. La bulimia y la anorexia son los más conocidos, pero hay otros. El TCA no especificado, el trastorno por atracón, o el por rumiación; y evitación o restricción de alimentos. A ellos se suman la vigorexia (obsesión por un cuerpo musculoso) o la ortorexia (obsesión por la comida saludable).
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Aunque la relación entre las mujeres con TCA y el embarazo no está «muy estudiada», Bianca Granados calcula que puede complicar aproximadamente el 1% de los embarazos. Se trata de un periodo vital muy cambiante para la mujer que puede desembocar en problemas con su alimentación y su identidad corporal, tal y como resalta Mamen Bueno.
«La maternidad es una situación estresante de por sí, y focalizarse en exceso en la ganancia ponderal, el tipo de alimentación, los pesajes en cada revisión… puede hacer de detonante en algunas mujeres con alguna vulnerabilidad o con conductas alimentarias de riesgo previas.»
Otro dato: Entre un 3 y un 15% de las mujeres embarazadas podría tener un TCA o un cuadro alimentario subclínico.
¿Cuáles son los trastornos alimenticios en el embarazo?
¿Cuáles son los riesgos de las mujeres con TCA embarazadas?
Los TCA de por sí ya conllevan muchos riesgos para la salud física y mental de una persona. Si a ellos se les une un embarazo, estos aumentan tanto para la madre como para el propio bebé. Por un lado, las trastornos alimentarios influyen en los ciclos menstruales por lo que una mujer con TCA puede quedarse embarazada sin haberlo planificado.
Lo cierto es que existen muchos riesgos asociados a los TCA durante el embarazo. Entre ellos, hay probabilidad de pérdida perinatal, parto prematuro o bebé con bajo peso para la edad gestacional. Además, puede producirse una disminución del flujo sanguíneo entre el útero y la placenta, lo que provocará una llegada deficiente de nutrientes al bebé.
La mujer, por su parte, puede sufrir ansiedad o incluso depresión posparto. Según Mamen Bueno, como no existen pautas clínicas establecidas para estos casos, «algunos profesionales se pueden dejar llevar por estereotipos o prejuicios sobre el peso», sin comprender que los TCA se deben abordar de manera «multidisciplinar».
Según un estudio publicado en El Sevier, «los TCA pueden tener un impacto tremendo y devastador en la salud de quienes los padecen, pudiendo ser incluso amenazantes para la vida», causando complicaciones como:
- Osteoporosis.
- Erosiones dentales.
- Problemas gastrointestinales.
- Fallo renal.
- Fallo cardíaco.
- Mayor riesgo suicida.
Asimismo, «la comorbilidad con trastornos del ánimo como depresión y ansiedad e impedimentos sociales y laborales también son comunes».
Los TCA, un padecimiento silencioso
Sin embargo, a pesar del impacto físico, psicológico y social de estos trastornos, «la intersección entre los TCA y el embarazo aún es pobremente comprendida». Y es que, a pesar de que los TCA durante el embarazo son frecuentes y están asociados a riesgos en la salud de la madre y su descendencia, están infradiagnosticados debido a la poca formación para detectarlos, así como al estigma social que hace que quienes los padecen los sufran en silencio:
«Hasta antes del año 2000, existían escasos datos en la literatura con respecto a este tema, con estudios en muestras pequeñas. En los últimos años, se han publicado más estudios, que han abordado la prevalencia, el curso y los riesgos en relación con los TCA en el embarazo y postparto.
La asociación entre los TCA en el embarazo, parto y resultados obstétricos, maternos y en la descendencia de estas mujeres han sido también foco de investigación. Estos hallazgos indican que los TCA durante el embarazo son relativamente frecuentes y confieren riesgos en la salud tanto para la madre como para sus hijos, en relación al sueño, resultados perinatales, nutrición materna y alimentación infantil.
Por otra parte, muchas veces los TCA pasan desapercibidos, debido a que las pacientes lo viven en silencio, con altos niveles de sufrimiento personal y estigmatización. Tampoco informan a su tratante acerca de esto lo que puede deberse tanto al temor al estigma como al temor a que el revelar su problema pueda ser percibido por los profesionales de una manera negativa. Existe a la vez entre los profesionales de la salud un desconocimiento generalizado acerca de estas patologías, por lo que muchas mujeres con TCA no son diagnosticadas ni tratadas durante el embarazo, todo lo cual puede agravar esta situación«, manifiestan los autores del trabajo publicado en El Sevier.
Consecuencias a largo plazo para los bebés de mujeres con TCA en el embarazo
La Sociedad Marcé Española para la Salud Mental Perinatal (MARES) publicó en su web en marzo un estudio sueco sobre la relación del mujeres con TCA y embarazo y los trastornos del neurodesarrollo.
Los investigadores analizaron datos de entre 1990 y 2012. Participaron un total de 8.813 madres con TCA. El estudio concluyó que existía un riesgo alto de padecer hiperactividad (TDAH) o trastorno del espectro autista (TEA) en los niños y niñas nacidos de madres con TCA, independientemente del subtipo de trastorno alimentario que sufrieran. Era un poco más alto en los casos de mujeres con anorexia nerviosa, bulimia o trastorno no especificado.
Aunque, según el texto de MARES, no ofrecen una explicación sobre por qué ocurre esto, sí induce a pensar que los trastornos alimenticios en el embarazo tienen un impacto muy importante en los bebés a largo plazo. Y es necesario seguir investigando sobre esta relación, porque otros estudios «confirman que la descendencia de madres con TCA presentan mayores dificultades en las conductas alimentarias y socioemocionales«.
Mujeres con TCA y embarazo: El factor protector
Pero el embarazo también puede ser un motor de cambio en una mujer con TCA. Es lo que Mamen Bueno llama el «factor protector» en este artículo de Cómete el mundo. Según nuestra experta, el embarazo puede suponer «una reconciliación con la parte corporal» de una mujer, que se sentirá «agradecida y orgullosa» de ser capaz de gestar y dar a luz.
Explica Mamen Bueno que, durante el segundo trimestre,
«los cambios corporales son más fácilmente atribuibles tanto por la mujer como por las personas con las que se relaciona, al embarazo. La mujer puede sentir al bebé, y eso puede suponer una motivación para el cambio y el cuidado. Todo esto, sumado al cambio hormonal, puede contribuir a un posible efecto antiimpulsivo y calmante de las conductas alimentarias de riesgo.»
Esto, lamentablemente, no ocurre en todos los casos de mujeres con TCA y embarazadas. De hecho, existe cierto riesgo de que en el posparto se pueda producir una recaída.
¿Cómo abordar estos casos?
Lo cierto es que, precisamente por ese factor protector, el embarazo «puede ser una oportunidad para intervenir en un TCA», según la psiquiatra Bianca Granados: «Este momento posibilita la reparación de experiencias tempranas relacionadas con la alimentación y puede reconciliar con todo lo corporal».
En cualquier caso, el abordaje de estos casos ha de ser multidisciplinar, es decir, que requiere la intervención de profesionales de psiquiatría y psicología, ginecología, endocrinología y nutrición. Por otro lado, los profesionales sanitarios de atención primaria han de mostrar empatía. Como indica Mamen Bueno,
«(Deben) Acompañar las recomendaciones alimentarias que se dan con empatía, teniendo en cuenta hacerlo siempre con flexibilidad y sin enjuiciar«.
En cuanto al entorno, ha de estar atento a las señales porque los síntomas de TCA pueden ocultarse o minimizarse. Deben evitar «mensajes críticos y enjuiciadores» ni «dogmatizar» sobre la alimentación. Por el contrario, «preguntar cómo se siente y en qué podemos ayudarla puede ser más útil para que se cuide que hacer un listado sobre qué puede o no comer», concluye nuestra psicóloga.
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