Por qué es importante que solo llames «caca» a la caca delante del peque

Tenemos la costumbre (heredada de nuestra infancia) de decirle a los peques aquello de “eso no se toca, que es caca”, que es la versión larga y explicativa del “no, caca, caca”, con palmada en la mano incluida cuando una niña o un niño pequeño, pletórico de curiosidad, cogía algo del suelo que no queremos que coja.

El caso es que se supone que decimos «caca» para que el peque o la peque lo entienda fácilmente (como cuando llamamos “miau” al gato o “guau” al perro) y lo que estamos haciendo, en realidad, es complicar más las cosas; porque luego crecerán y les confundiremos aún más diciéndoles que, en realidad, no es «guau» sino perro, y no es «miau» sino gato.

Pues con la caca pasa lo mismo. Les enseñamos que la mayor parte del mundo es caca y que es algo negativo y luego, cuando tienen dos años o más, les intentamos explicar que lo que sale del culo es también caca y que está bien tener caca ahí, y que cuando sientan que viene, tienen que decirnos cuándo creen que va a salir.

“Cuando tengas ganas de hacer caca, me lo dices”

Y cuando llegamos a este momento, los niños y niñas pueden llegar a hacerse un lío porque llevan más de un año viendo caca por todas partes y tratando de entender por qué los caramelos con papel son «caramelos», pero los que no llevan papel son «caca», que la arena de la playa es chulísima para tocar y se llama «arena», pero que si te la llevas a la boca se transforma en «caca», que los trozos de pan de casa se llaman «pan» y están ricos, pero los del suelo del parque son «caca».

Entonces llegamos nosotros y les decimos, que “cuando tengas ganas de hacer caca, me lo dices”. Y el peque o la peque piensa algo parecido a “y yo que sé cuándo voy a ver o tener caca, si llevo viendo caca por todas partes más de un año, de todas las formas y colores posibles… ¡Y ahora me entero de que yo también puedo hacer caca!».

Además, resulta que la caca de los «nenes» sale por el culo y ellos nunca la han visto, porque los tumbamos boca arriba, les quitamos el pañal, lo tapamos rápido para que no huela mal y para ellos “caca” es solo una sensación pegajosa en el culo o algo caliente que pesa hasta que te lo quitan.

«¿Qué aspecto tiene la caca de mi culo? ¿Será como las colillas de cigarro de la calle, como los chicles que me encuentro pegados en la acera, o como los bricks de zumos del parque?».

La importancia de llamar a las cosas por su nombre: La caca es caca, y lo del suelo es suciedad

Por eso lo más recomendable, para que entiendan qué es cada cosa y que del culo no van a salir caramelos chupados, es llamar a cada cosa por su nombre.

Lo del suelo se llama suciedad, chupado, sucio o usado, y con estas palabras lo entienden igual: “No, mi vida, eso está sucio”, “no cielo, que ya está usado», «no, cariño, que ya lo ha chupado otra persona» o “no, que está en el suelo y está sucio”. Todas ellas son frases con el mismo significado que “no, que es caca” y que sirven para reservar el término “caca” para la caca del bebé, algo necesario para cuando queramos que sepa qué es la caca, de dónde sale y qué hacer con ella. Así, esa sensación que conoce desde que nació recibe desde el principio una denominación única e inconfundible: “hacer caca”.

De esta forma, cuando nuestro hijo o hija diga “caca” (una palabra facilísima de aprender), sabremos a qué se refiere y, lo que es más importante, él sabrá a qué se refiere.

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