Desde que sabes que estás embarazada, casi sin darte cuenta, tu círculo social cambia. Y no estoy hablando de personas con las que salir a tomar una copa o ir al cine. Se crea un grupo, una Tribu, en la que encuentras apoyo, consuelo y respuestas a las dudas de la maternidad.
En mi caso, ha habido momentos en los que he pensado que no podía más y que iba a tirar la toalla, y gracias al papel de la Tribu en mi vida y en la de mi hija, hemos conseguido salvar el bache y llegar a buen puerto.
¿Quién es la Tribu y por qué es tan importante?
Toda la vida, cuando he tenido un problema, he acudido a mis padres, a mis hermanas y a mis amigos. Sin embargo, en uno de los momentos más importantes de mi vida, como es la maternidad, he acudido a personas que prácticamente no conocía.
Las primeras personas que formaron parte de mi Tribu fueron las compañeras de pilates para embarazadas. Eran mujeres que estaban viviendo la misma situación que yo. Pero en el grupo, afortunadamente, también había asesoras en lactancia, enfermeras, pediatras y madres que ya habían pasado por muchos de los momentos que yo estaba experimentando.
También formaron parte de mi Tribu las compañeras de los grupos de preparto, con otras que coincidí tras dar a luz en el grupo de apoyo a la lactancia… Pero, sobre todo, mi mayor consuelo han sido amigas y compañeras a las que conocía muy poco, pero que estaban al otro lado del teléfono a cualquier hora para darme una palabra de aliento, para decirme que era capaz (cuando yo pensaba que no lo era) o incluso para echarme una regañina si lo vieron oportuno.
Vi que era tan necesario este grupo, que busqué más. Antes de ser parte de la Tribu CSC encontré muchas respuestas en sus publicaciones. Cada vez que me surgía una duda, buscaba en la lupita, y ahí estaba la contestación. Respuestas dadas por personas que habían experimentado lo mismo que yo, pero también por especialistas en los distintos campos. Encontraba información, formación y apoyo real, todo aquello que me ha ayudado a no darme por vencida en momento cruciales de mi maternidad.
El apoyo en el inicio de la lactancia es fundamental
Acabas de dar a luz, tienes a ese ser que tanto has esperado en tus brazos y quieres que la lactancia materna sea un éxito. Pero llega una enfermera por la puerta que te trae un biberón, “una ayudita”. Si lo ves desde fuera piensas “le digo que no y listo”. Pero todo es nuevo, eres inexperta y las hormonas te juegan malas pasadas. “Es que parece que tiene los labios un poco secos, se puede deshidratar”.
En ese momento crees que no tienes fuerzas para decirle a una persona con bata blanca todos esos argumentos para esperar y no dar ese biberón. Y aparece la Tribu para rescatarte. Con datos, con cifras… “Los niños están preparados para no tener que recibir leche en las primeras horas”, “Con el calostro están alimentados”, “Pueden esperar a que te suba la leche”…
Evidentemente, que se tome ese biberón no tiene por qué ser el fin de la lactancia. Es más, no lo es. Pero mi hija no lo necesitaba y yo no quería dárselo. Creía que así sería más fácil nuestra lactancia, y encima no traían un vasito o una cucharita, sino una tetina.
Me empoderé gracias a la Tribu. Dije que no, que no le daría el biberón si no había un motivo médico que me convenciera de lo contrario. Y ante la atónita mirada de mis padres y mis suegros, rechacé el biberón, cogí a mi niña y me la volví a poner en mi pecho.
El papel de la Tribu en el posparto y la llegada a casa
Por fin estás en casa. Lo has esperado con tantas ganas. Pero abres la puerta y se te cae el mundo encima. Todo son dudas. Quieres ser la mejor madre para ese pequeño ser que tienes entre tus brazos, pero nadie te ha dicho cómo serlo. Más aún, hay tantas informaciones contradictorias entre unos profesionales y otros, entre unas madres y otras… No hay criterios fijos y tú eres un mar de dudas.
En estos momentos de temores e incluso de tendencia a la depresión, la Tribu una vez más estuvo allí. Me daba vergüenza decir que no estaba tan feliz como creía que debía estarlo tras dar a luz. Mi tribu me mostró que era normal sentirse así. No coincidía con los consejos de mi madre o mi suegra, que criaron hace más de 30 años. La Tribu me dio respuestas más cercanas a mi concepto de maternidad.
No sabía si era «normal» que el niño llorase, que quisiera estar todo el tiempo en el pecho o que yo tuviera todo el tiempo ganas de llorar. Fue la Tribu la que me apoyó, la que no me dejó que esas inseguridades fueran a más y se apoderaran de mí, los que me dieron respuestas claras gracias a la formación de los especialistas que formaban parte también de esta red de apoyo…
Fueron los que gracias a sus palabras, su asesoramiento y consejo hicieron que esos primeros meses (que podían haberse convertido en un infierno), fueran una etapa de aprendizaje y de superación que recuerdo con cariño y, sobre todo, con mucho orgullo.
No, si duermes con el bebé no lo aplastarás
“Si duermes con el bebé lo aplastarás”. Esas fueron las palabras que me dijo una persona muy querida cuando le comenté mi intención de hacer colecho con mi bebé. Seguro que no lo hizo con mala intención, pero se me quedaron grabadas, y las primeras noches lo pasé realmente mal, tanto que estuve a punto de desistir.
Había leído muchos textos que explicaban los beneficios al desarrollo físico y emocional que aporta el colecho a los bebés, cómo esta práctica favorece la lactancia materna, que muchas instituciones sanitarias recomiendan que hasta al menos los seis meses los bebés duerman acompañados…
Pero la desinformación y los falsos mitos de que es peligroso, por poco echan al traste mi intención. Afortunadamente la Tribu de nuevo estaba ahí, para entender la situación que estaba viviendo, para exponer argumentos sin imponer, para aportar datos de las múltiples ventajas que el colecho conlleva para el bebé y para la madre. Una vez más, logré salir. El colecho ha sido todo un éxito, que me ha facilitado además mi lactancia materna, esa que muchas personas denominan ya «lactancia materna prolongada«, y el gran vínculo con mi hija.
A contramarcha
A mi hija no le gustaba la cuna si no era para dormir, ni el parque de juegos, ni la hamaquita, ni tampoco la silla del coche… La diferencia entre todos estos artilugios que descarté y la silla del coche, es que era la única a la que sí o sí se tenía que acostumbrar.
Cuando estaba embarazada leí un libro con un fatal desenlace en el que se habla de la importancia de los elementos de protección en el coche para los bebés, y por eso me obsesioné en escoger la silla más segura y que mi bebé fuera a contramarcha.
Mi hija lloraba y lloraba cuando la metía en la silla de coche. Iba detrás con ella, le cantaba, llevaba juguetes, le leía cuentos… todo lo que se me ocurría. Pero no había forma de que el viaje no se convirtiera en un suplicio. Entonces llegó una madre y me dijo: “A mi hija le pasaba lo mismo, la puse en dirección de la marcha y nunca más lloró”.
Una madre que escucha eso quiere tirar la toalla y volver a poder ir en coche, en lugar de andando, en autobús o en tren, que eran las alternativas al llanto. Pero la Tribu estaba de nuevo ahí, para recordarme que viajar a contramarcha es cinco veces más seguro que ir mirando hacia adelante y que reduce en un 90% el riesgo de sufrir lesiones graves en caso de accidente.
La misma que me recordó que los niños van madurando y que finalmente se van a acostumbrando, y que llegará un momento (aunque ahora te parezca mentira), en el que volverás a ir de copiloto y que casi ni te enterarás de que llevas un niño, e incluso se quedará dormido. Que es cuestión de madurez del pequeño y que cualquier llanto del bebé merecerá la pena si es por garantizar su seguridad.
Adiós a la teti
“Ponte unas tiritas en el pecho y dile que está malito”, “Píntate de verde y así se asustará y no volverá a querer pecho”, “Come muchos espárragos verdes para que te cambie el sabor de la leche y así no pedirá más teti”. Fueron algunos de los consejos que me dieron. Con las ganas que tenía de dar el pecho cuando estaba embarazada, con lo bonita que había sido mi lactancia, me negaba a que el final fuera así.
Pero es cierto que me sentía entre la espada y la pared, porque pensaba que había llegado el momento de terminar la lactancia y no veía fácil ponerle fin. La Tribu me ayudó. Me enseñó cómo prepararme y cómo preparar al niño para dar el paso, me mostró distintas técnicas de destete respetuoso, me advirtió de que me sentiría fatal al llegar la despedida y cómo nuestra relación seguiría siendo igual de especial, aunque ya no nos uniera la teti. Gracias a la Tribu el destete no ha sido un momento traumático, sino una etapa más de nuestra relación de amor.
Ahora soy yo la que forma parte de la Tribu de muchas mamás, de esas que aún están engendrando y me preguntan mil dudas, de las que están con la lactancia materna, de las que van a escoger la silla de coche para su bebé o se preguntan si merece la pena una cuna de colecho. Ahora soy yo la que intento siempre desde la información, formación y el apoyo real devolver todo eso que mi Tribu me proporcionó (y me proporciona) a mí, y que me hizo no tirar la toalla si no es en la playa.
Armando Bastida
Tripadre y enfermero de pediatría. CEO de CSC.
Website : http://www.armandobastida.com
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