La muerte es un tema delicado en el que no solemos pensar mucho, porque lo tenemos casi como un tabú. Pero como padres debemos estar preparados, para cuando tengamos que despedir a un ser querido.…
La muerte es un acontecimiento inevitable, antes o después se acercará y nos tocará, indirecta o directamente. De una forma u otra, estará presente a lo largo de nuestra vida. Cómo manejamos la muerte en la vida adulta, depende, en parte, de cómo la trataron cuando éramos menores. Por eso, saber cómo hablar de la muerte a los hijos, es importante.
¿Cómo explicar a los hijos la muerte de un ser querido?
La idea de muerte y la relación con ella ha ido cambiando hasta nuestros días. Ya no se fallece, ni se vela en casa. Se hace en hospitales y los niños no tienen acceso a ese trance como antes, en que se moría y se hacía el duelo con todos los seres queridos, en familia.
Hasta el lenguaje ha cambiado, y palabras como muerte se sustituyen por eufemismos como “se ha ido”, “nos ha dejado”. Por todo ello, resulta difícil tratar con naturalidad y espontaneidad esta cuestión. A esto hay que añadir nuestra angustia y dolor como adultos, pues también nos afecta el dolor y el shock por la pérdida. Esto nos lleva a querer protegerles, no querer que ellos sufran como nosotros la muerte de un ser querido.
En los pequeños, los recursos personales para afrontar y enfrentar situaciones dolorosas están aún en desarrollo. De este modo, dependen de los adultos para resolver las situaciones problemáticas y dolorosas.
Cuando no entienden algo, los menores lo rellenan de fantasía e imaginación, y su imaginación es enorme, sobre todo si reconstruyen historias a partir de trozos sueltos de conversaciones. Y van a notar la tristeza y el dolor en el ambiente, que algo ha ocurrido.
Incluso pueden llegar a pensar que alguna muerte es por su culpa si tuvo una discusión con la persona fallecida, o si recuerda que en algún momento de enfado deseó que desapareciera o muriera. Si los niños notan reticencia a hablar de lo que está pasando, de las dudas que les surgen o de lo que están sintiendo, no preguntarán, se quedarán con las dudas.
Por todo ello, es importante al hablar de la muerte a los niños no apartarles de la realidad que se está viviendo. Los menores tienen derecho a que les informemos con sencillez y veracidad. El que entiendan o no el concepto de muerte dependerá de su edad cronológica y si ha tenido más experiencias con ella con anterioridad, ya que la muerte es extremadamente difícil de comprender para los niños.
Pautas generales al hablar de la muerte a los niños
Pasados los primeros instantes de mayor estremecimiento, buscaremos un momento y lugar adecuados y le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras: “Estaba muy muy enfermo” o “quedó muy muy malherido y las medicinas no le pudieron curar” o “era una enfermedad que pocas personas padecen”. Aclarándole que la mayoría de las veces se superan, para evitar el miedo a morir por un simple resfriado él u otro familiar.
La información deben darla los adultos disponibles que tengan la relación más íntima con el menor, preferiblemente los padres.
Al hablar de la muerte a los niños es mejor decir “ha muerto” y evitar expresiones como “se ha ido” o “se ha dormido para siempre”, ya que pueden crear más confusión e inseguridad. Para que entienda lo que es la muerte, es útil hacer referencia a los momentos y actividades propias de la edad del niño (no podrá jugar, reír, comer…).
Propiciar y facilitar que el niño pueda preguntar y pueda expresar lo que siente, siempre respetando su ritmo y sin forzar.
Debemos dar por buena cualquier reacción por parte del pequeño. A veces los niños expresan el sufrimiento por la pérdida de forma diferente a como lo expresan los adultos. Puede haber cambios bruscos de humor, alteraciones del sueño, de la alimentación, regresiones…
Intentar que esté acompañado por un adulto disponible para reconfortarlo si lo necesitara. Siempre dejarle claro que no ha sido por su culpa, que nada de lo que haya dicho, pensado o hecho tiene que ver que con la muerte.
Cómo hablar de la muerte a los hijos según su edad
Niños en edad preescolar
Todavía confunde realidad y fantasía, necesitan explicaciones breves, concisas y sencillas. Con ejemplos concretos y alusiones de la vida cotidiana como que ya no puede acompañarle más al parque, ya no puede comer, ya no puede hablar…
Todo lo entienden de manera literal, no comprenden la ironía ni el doble sentido. Si se les dice u oyen que alguien ya descansa en paz, pueden empezar a tener miedo a dormir. O si se les dice que se marchó, esperarán su regreso.
A estas edades puede que sea necesario repetir la misma información varias veces, aprenden y asimilan por repetición.
Puede haber, sobre todo al principio, conductas de búsqueda de la persona fallecida. Hay que reiterar la idea de final sin vuelta atrás. La persona muerta no va a volver.
Les preocupará lo más inmediato, si se van a morir sus padres y quién les va a cuidar si eso ocurre. Se les puede decir que todo el mundo se va a morir, y lo habitual es que fallezcan las personas ya de muy mayores, pero si ocurriera antes, siempre habría un familiar que les cuidaría. Si se les señala alguien en concreto, mucho mejor.
Hasta los 5 años
Siguen sin tener claro la parte de irreversibilidad de la muerte, ni saben ni sospechan el impacto que la pérdida tiene en sus vidas, cómo les puede afectar. Imitarán las conductas de duelo que muestren sus padres o sus cuidadores principales.
Surgirán muchas preguntas, le generará mucha curiosidad. Si “tendrá frío donde está”, si “lo irá a buscar al colegio”, si “puede comer”, “qué temperatura hace en la tumba”… Hay que responder de forma honesta y sin metáforas que les confundan. Mostrando nuestras emociones y sentimientos.
Hablar del tema les enseña y les da permiso para hacerlo ellos. Se les puede poner ejemplos de la naturaleza: hojas que se marchitan en otoño, mascotas que se han muerto…
Hasta los 9 años
Ya alcanzan a comprender lo permanente de la muerte y que es universal. Eso les generará angustia y muchas dudas que hay que resolver de forma clara. También pedirán estar en los ritos funerarios.
Puede ocurrir que, tras darles la noticia, se pongan a jugar. No hay que tomarlo como que no les importa, lo hacen porque necesitan relajar el incremento emocional que están sintiendo. También usan el juego como forma de elaborar lo ocurrido.
Le darán mucha importancia a querer recordar a la persona fallecida. Este proceso se les facilitará con actividades conmemorativas y objetos que les asocien con ella.
A partir de los 10 años
Entienden ya todas las dimensiones de la muerte y el impacto que tendrá en su vida. Tendrán reticencias a mostrar lo que sienten, por miedo a la burla, es frecuente que intenten esconder sus sentimientos. Hay que hacerles saber que les respetamos y acogemos si deciden manifestarlos.
Cuanto más cerca de la adolescencia nos encontremos, el grupo de amigos pasa a un primer plano, necesitan compartir la noticia con ellos, estar más con sus iguales. Buscarán estrategias para mitigar el dolor, algunas pueden ser poco saludables o incluso peligrosas, alcohol, drogas…
Solo se les tendrá en cuenta en los ritos funerarios si así lo desean, incluso pueden querer participar en la organización. Cuanto más mayores, aparece interés y curiosidad por temas espirituales y transpersonales, según las ideas y religión de la familia. Si hay reencarnación, hay cielo…
¿Deben participar los niños en los ritos funerarios?
No se debe obligar a un niño que está asustado a ir al velatorio o al entierro. Sin embargo, sí es recomendable que aunque no acuda al funeral, participe en algún ritual o ceremonia de despedida, acorde con las ideas familiares. Hacer un dibujo y depositarlo en algún lugar especial para la familia, encender una vela…
Antes de los seis o siete años, debido a que, como hemos visto, su comprensión de la muerte es imperfecta, el que vaya a un velatorio o entierro puede cansarle o incluso asustarle. A partir de esa edad, puede plantearse que acuda si muestra interés o deseo.
Si decide asistir, debemos explicarle con antelación qué verá, qué escuchará… personas muy tristes, flores, velas, una caja de madera… Ayuda mucho que sepa qué le aguardará. Que le acompañe alguien cercano que se pueda hacer cargo de sus preguntas y la expresión de sus emociones. Hacerle saber que puede decidir irse en cualquier momento.
No ha de sorprendernos si, queriendo imitar, pide tocar o besar al fallecido. Podemos dejar que lo haga, advirtiéndole antes de que el cuerpo estará frío. En los casos de incineración, debemos evitar usar la palabra quemar, es mejor usar cremar o incinerar, y si preguntan qué es eso, les podemos explicar que el cuerpo va a ser convertido en ceniza tras someterlo a alta temperatura.
El proceso de duelo en niños y la relación con la familia
Hay que dejar que el niño exprese sus emociones y sentimientos, sean del tipo que sean, aceptarlos y apoyarle. Tampoco hay que tener miedo a mostrar sentimientos de pena o llanto delante del niño. Los niños imitan a los que tienen a su alrededor, por lo tanto, si los adultos se comportan ante la muerte de forma impasible y sin expresar tristeza, aprenderán que no está permitido mostrar sentimientos ni hacer preguntas y se lamentarán a solas, o buscarán maneras poco saludables de mitigar el dolor.
Si ante sus dudas y preguntas sobre la muerte, en algún momento no sabemos qué responder, es mejor ser honestos y sinceros reconociéndolo, que decir algo para salir del paso. Nadie dispone de todas las respuestas sobre lo que rodea a la muerte. Es mejor aceptar esa ignorancia que mentir. Es un aprendizaje de la incertidumbre de la vida.
Aunque despedir a un ser querido nunca es fácil, la participación en los ritos es un modo de rendir homenaje a la persona fallecida, es saludable y abre un proceso de duelo que es importante que se permita a los niños. Ténganles en cuenta.
Si, finalmente, precisáis más ayuda o información sobre cómo hablar de la muerte a los hijos, puedes consultar a nuestro equipo de profesionales en la Tribu CSC.
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