Por qué es contraproducente pedirle a un adolescente que nos llame más y qué alternativa emplear

Como progenitores, podríamos plantearnos por qué esas llamadas telefónicas no surgen de forma natural

En ocasiones, la necesidad de hablar a diario con nuestro hijo adolescente, nos lleva a pedirle que nos llame más. Pero, ¿es bueno hacerlo o, por el contrario, es mejor buscar otras alternativas para mantener el contacto?

Mantener el vínculo entre p(m)adres y adolescentes

El vínculo p(m)adre-hijo evoluciona a lo largo de toda la vida pasando por etapas muy diferentes. Del apego total y completo (por lo general) en los recién nacidos y primera infancia, a un distanciamiento durante la adolescencia para volver a estrecharse cuando nos hacemos adultos (especialmente cuando nos convertimos en padres y madres y nos reconocemos en los nuestros).

No es ninguna novedad decir que la adolescencia es una etapa complicada, en la que gran parte de los jóvenes pueden llegar a sentir que sus padres no los comprenden. Es una fase de muchos cambios y, en ocasiones, se junta un nuevo instituto, compañías, hábitos, salidas… E incluso salir a estudiar fuera.

 

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Y en medio de tantas novedades, los padres y madres seguimos reclamando nuestro lugar en la vida de nuestro hijo/a adolescente y le insistimos constantemente para que nos llame más a menudo.

Es cierto que cuesta romper el vínculo tan estrecho y, en ocasiones, la única forma de mantenerlo en la distancia es a través de una llamada de teléfono. Porque al final, cuando alguien nos llama, sentimos que nos echa de menos. No solo eso, las llamadas presuponen mayor cercanía entre p(m)adres e hijos, así que si un adolescente nos llama lo entendemos como que nos está invitando a participar activamente en diferentes áreas de su vida.

Pero hay que tener en cuenta que «con la adolescencia llega la necesidad de ser cada vez más autónomos. Además, el grupo social adquiere especial importancia (en detrimento del familiar). Esto hace que recibir o tener que realizar una llamada de los padres pueda producir incluso rechazo o vergüenza», explica la logopeda, docente y psicóloga infantil de Criar con Sentido Común, Elena Logopeda. Ella, junto al resto de profesionales del equipo, responde todas las consultas de las familias miembro en la Tribu CSC.

 

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Por qué evitar que los adolescentes llamen por obligación

Puede que hayas escuchado a algún progenitor decir eso de «mi hijo me llama constantemente», pero lo cierto es que no siempre ocurre así. Y cuando le pedimos a nuestro hijo adolescente que nos llame más, puede generar discordias y enfrentamientos entre ambos. Y lo que es más importante, la frecuencia de las llamadas no garantiza la calidad ni la cercanía entre p(m)adres e hijos.

¿El motivo? Si nuestra hija llama por mera obligación para contentarnos y no tener que seguir escuchando como le reclamamos que nos llamen, no habrá ningún tipo de cercanía entre ambas partes. Puede que incluso se convierta en un diálogo con apenas monosílabos y la conversación sea realmente breve.

Llamar para evitar una discusión nos lleva, en ocasiones, a no tener nada de lo que hablar. Porque no vamos a engañarnos, aunque todos los días tenemos la oportunidad de vivir cosas apasionantes, no siempre ocurre así. Así que, aunque un día sí tengamos esa conversación única, la mayoría pueden ser llamadas sin nada nuevo que decir. Y en ocasiones, son estas las que más abundan y también las que más desazón pueden dejar, por la sensación de no tener nada nuevo que contar. ¿Qué ocurre entonces? Que los adolescentes pueden sentirse abatidos al no poder ofrecer nunca lo suficiente a sus padres.

 

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Estas llamadas «por obligación» llevan también a que los progenitores hagan todo tipo de preguntas intrusivas que, en lugar de acercarnos al adolescente, nos aleja más de él o de ella, al sentir que invadimos su intimidad. «¿A qué hora te has acostado hoy? ¿Saliste anoche? ¿Bebiste alcohol? ¿Has podido estudiar algo o te has levantado tarde?». Preguntas que, en muchas ocasiones, nos pueden alejar de nuestro hijo o hija y que, además, no tienen por qué responder con la verdad al estar fuera -y en ocasiones, lejos- de casa.

Así, a pesar de recibir las llamadas obligadas de los hijos e hijas, muchos padres y madres pueden seguir sintiéndose completamente desconectados de ellos. Y es que hay algo en la base de esas llamadas que falla: la obligatoriedad de hacerlas.

Pero, además, la vida y la tecnología evolucionan y nos ofrecen nuevas formas de comunicación. ¿Por qué los jóvenes no llaman por teléfono? Redes sociales como WhatsApp o Telegram ha llevado a que muchos jóvenes y adultos dejen de lado las llamadas y prefieran comunicarse a través de mensajes de texto o audios. Con ellos, mandan y contestan los mensajes cuando quieren y tienen disponibilidad, sin la obligación de estar al otro lado del teléfono justo cuando tenían algo más importante que hacer.  

¿Qué hacer en lugar de pedir a nuestros hijos adolescentes que llamen más?

¿Qué hacer con un adolescente que no quiere hablar? ¿Cuándo tu hijo no te llama? Quitar el móvil a un adolescente como castigo no parece una opción ya que, probablemente, consigamos el efecto contrario. Y es que cuando nuestros hijos o hijas viven lejos o salen con los amigos, una llamada, videollamada o un simple mensaje de WhatsApp es lo único que nos mantiene en contacto.

 

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No hay gran variedad de opciones, pero si un día en lugar de llamar, nos mandan una foto por algo que le recuerda a nosotros, deberíamos sentirnos satisfechos. Se ha acordado de nosotros y deberíamos quedarnos con eso, en lugar de reprocharles que después de la foto no nos llamaron.

Por ello, Elena Mesonero recuerda que es importante que, antes de que salgan de fiesta o de viaje, se hable con ellos para establecer unas normas respecto a las llamadas:

«Deben saber que nuestra intención no es tanto controlar como saber que se encuentran bien y preguntar si necesitan algo. Para que ellos no se sientan invadidos pero nosotros podamos saber cómo están, podemos pactar si prefieren comunicarse por WhatsApp o por llamada, si les viene mejor a una hora concreta en la que no estén con los amigos, etc».

Pero además, como progenitores, podríamos plantearnos por qué esas llamadas telefónicas no surgen de forma natural y nos vemos obligados a pedirlas. Una vez más, la comunicación es clave entre p(m)adres e hijos para saber qué ocurre y cómo podemos solucionarlo.

 

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Preguntas sencillas como ¿Cómo te sientes con las llamadas de teléfono? ¿Qué te hace sentir cerca de mí? ¿Qué tipo de comunicación crees que funciona mejor entre nosotros? ¿Con qué frecuencia necesitas saber de mí? nos pueden ayudar a saber por qué nuestro hijo o hija adolescente no nos llama a diario ni siente la misma necesidad que nosotros de hablar.

Así, podemos convertir lo que en un principio es una obligación en una oportunidad de mejorar la relación entre ambos. Porque, al fin y al cabo, no es tanto la cantidad de llamadas, como la calidad de las mismas.

 

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