Cada vez existen más modelos de familias. El modelo de familia clásico, biparental, formado por padre, madre e hijas/os es, hoy en día, solo un modelo más entre tantos otros. Existen familias monoparentales, homoparentales, familias…
Este post se publicó originalmente el 01/10/2021 y ha sido actualizado en fecha 27/08/2024
Los tiempos en los que las parejas permanecían juntas durante toda la vida aunque no fueran felices ni tuvieran una buena convivencia, ya pasaron a la historia. Por suerte, en la actualidad, si una pareja no consigue superar las dificultades propias de la convivencia, puede divorciarse y cada miembro de la pareja puede seguir con sus vidas. Pero la relación entre hijos no comunes a veces requiere paciencia y empatía.
Padres separados y familias reconstituidas
Cuando la pareja ha tenido descendencia, hay que cuidar especialmente el proceso de separación para evitar que los hijos sufran más de lo que es natural en estos casos. Con el paso del tiempo, normalmente, si la separación es civilizada, las niñas y niños pueden vivir en armonía en ambos hogares y tener un buen vínculo y una relación sana con ambos progenitores.
Como fruto del aumento del número de divorcios y separaciones, hoy en día, cada vez son más frecuentes las familias en las que conviven hijas e hijos de diferentes parejas. Cuando el padre o la madre vuelven a iniciar una relación de pareja con otra persona, a menudo, esa persona también ha tenido hijos/as en relaciones anteriores; por lo que, antes o después, nuestros hijos tendrán que convivir con los suyos. Es lo que conocemos como familia reconstituida.
Es en este momento, cuando la nueva pareja se plantea dar el paso y comenzar a convivir en un mismo hogar, cuando suelen asaltar los miedos por cómo será esa relación entre hijos no comunes.
Relación entre hijos no comunes
Como ya hemos comentado, si la separación ha sido civilizada y se ha acompañado a los niños y niñas adecuadamente, lo habitual, es que entiendan la nueva situación y se adapten a ella. Sin embargo, cada nuevo cambio en su vida puede suponer un reto. Cuando iniciamos una nueva relación de pareja pueden surgir nuevos miedos o incluso celos con respecto a esta nueva figura que, de repente, ocupa un lugar importante en la vida de su padre o de su madre.
Si esa nueva pareja, además, tiene hijos, se suma otro factor más a la ecuación de cambios en sus vidas, por lo que es lógico que nos preocupemos por cómo será la relación entre nuestros hijos y los de nuestra nueva pareja. La convivencia entre iguales puede ser fruto de numerosos conflictos.
Durante la infancia, las habilidades sociales y las relaciones personales están sesgadas por las características propias de cada etapa. Si las relaciones entre hermanos ya pueden llegar a ser complejas, en este caso, a las dificultades propias de la edad, se suma la falta de vínculo entre niños y niñas ya que no son hermanos ni han tenido la oportunidad de convivir y forjar vínculos durante sus primeros años.
Es difícil saber cómo será la relación entre hijos no comunes, pero podemos preparar el terreno y acompañar el proceso de cambio a la nueva forma de convivencia para intentar favorecer que la convivencia entre todos los miembros de esta nueva familia sea armoniosa.
¿Cómo hacer para que nuestros hijos se lleven bien?
Si hemos decidido convivir con nuestra nueva pareja y tenemos ya la certeza de que vamos a dar ese paso, podemos tener en cuenta algunas ideas para intentar favorecer la relación entre hijos no comunes. Algunas ideas que pueden ayudarnos en este sentido son:
Hacer las presentaciones en territorio neutral
Las primeras impresiones siempre son importantes. Si quedamos por primera vez en nuestra casa puede que nuestros hijos sientan a los hijos de nuestra pareja como invasores de su espacio. Del mismo modo, puede ocurrir a la inversa si quedamos en casa de nuestra pareja. Si quedamos en el parque, por ejemplo, les damos la posibilidad de conocerse en un espacio neutro en el que ninguna de las dos partes se sienta invadida.
Darles tiempo para conocerse e ir forjando lazos
La decisión de convivir con nuestra nueva pareja es nuestra. Nuestros hijos van a verse expuestos a un nuevo cambio importante en sus vidas y puede que necesiten tiempo para acostumbrarse a la nueva situación y crear vínculos con las personas que van a formar parte de su familia. Es importante que no forcemos la situación y les permitamos tomarse su tiempo para ir conociéndose y descubriendo qué tienen en común e ir creando una relación de confianza mutua.
Garantizar que tengan su propio espacio
Si es posible, es preferible que cada niño tenga su propia habitación o que, si es necesario que la compartan, lo hagan con sus propios hermanos y no con los hijos de nuestra nueva pareja. De este modo, podrán conservan su “refugio” donde retirarse cuando lo necesiten.
Acordar normas de convivencia comunes
Si ponernos de acuerdo en lo que a la crianza de los hijos se refiere puede ser difícil cuando los hijos son en común, en el caso de las familias reconstituidas pueden llegar a intervenir hasta cuatro estilos educativos diferentes. Si queremos evitar que aparezcan los celos y la competitividad entre los hijos no comunes, es importante que intentemos llegar a acuerdos básicos sobre la convivencia y la educación para evitar hacer diferenciaciones entre unos hijos y otros que supongan una fuente de conflictos.
Planear actividades especiales en familia
No hay mejor camino para la conexión que la risa. Pasarlo bien con otra persona nos acerca y nos ayuda a forjar vínculos bonitos en la relación. Si realizamos con relativa frecuencia actividades divertidas en las que participemos todos los miembros de la nueva familia reconstituida que ahora somos, estaremos brindándoles oportunidades para ir conociéndose y acumulando experiencias positivas que nos acerquen al objetivo que estábamos buscando: que nuestros hijos se lleven bien.
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