¿Por qué la infancia es la mejor etapa de la vida?

Según un estudio, la infancia es la mejor etapa de la vida. Y lo cierto es que, probablemente, el principal deseo de los padres y/o madres es que sus hijos sean felices. ¿Podemos ayudarlos a conseguirlo?

¿Por qué la infancia es la mejor etapa de la vida?

La felicidad es un estado subjetivo que varia en función de cada persona. Y a pesar de esa definición tan amplia, es probable que el principal deseo de cualquier padre o madre es que sus hijos e hijas sean felices. Y lo cierto es que no están muy desencaminados ya que la propia ciencia asegura que la infancia es la mejor etapa y la más feliz de la vida.

Es lo que ha puesto de manifiesto un estudio de la Universidad de Bochum, que además ha revelado en qué momento dejamos de ser felices (o al menos tan felices). Basado en un metaanálisis de 443 muestras con 460.902 participantes, la investigación pretendía ofrecer datos para desarrollar programas de intervención específicos con los que poder fomentar el bienestar emocional en las distintas etapas de la vida.

Así, los investigadores analizaron 3 factores que influyen en el bienestar de una persona: su nivel de satisfacción con la vida, el afecto positivo y el afecto negativo. ¿Y qué encontraron? Sobre los 9 años se producen cambios importantes en los 3 indicadores lo que indica que a partir de ese momento ya no volveremos a ser nunca igual de felices.

Nivel de satisfacción con la vida

En la primera infancia el grado de satisfacción con la vida es total. Sin embargo, entre los 9 y los 16 años empieza a disminuir, algo que los investigadores atribuyen a la llegada de la pubertad y los consiguientes cambios físicos, hormonales y sociales.

Eso sí, a partir de los 16 años vuelve a recuperarse y a aumentar el nivel de satisfacción con la vida hasta los 70 años, momento en el que vuelve a decaer hasta los 96.

Afecto positivo

El afecto positivo se manifiesta con la motivación, la energía, el éxito o el sentido de pertenencia. Hasta los 9 grados, los niños y niñas sienten un afecto positivo máximo, pero, a partir de esa edad comienza a disminuir. Algo que no dejará de hacerlo ya en ningún momento, extendiéndose hasta los 94 años.

¿Los motivos? La investigación de la Universidad de Bochum no ha analizado los motivos, aunque podría pensarse que se debe a la pérdida de la inocencia, del pensamiento mágico o de la ilusión propia de la primera infancia.

Afecto negativo

El afecto negativo se manifiesta con desinterés, aburrimiento, culpa, angustia, vergüenza, miedo, envidia… A partir de los 9 años y hasta los 22, el afecto negativo sufre altibajos, aunque comienza a descender a partir de esa edad y hasta los 60 años. Comienza a aumentar en ese momento hasta los 87.

¿Qué es una infancia feliz?

Dinamarca es declarado todos los años desde 1973 el país más feliz del mundo. Y su secreto no es otro que su estilo de crianza. Los niños y niñas daneses son felices porque desde pequeños se les enseña a estar en contacto con sus sentimientos. Es decir, la clave es la inteligencia emocional y la gestión de las emociones que hace que tengan seguridad en sí mismos. Así, basan su crianza en los siguientes puntos:

• El juego libre. Dejarles tiempo y espacio para jugar a sus anchas, a solas y/o con otros niños, sin intervenir es vital para los peques. Además, jugando aprenden a que no todo sale como uno quiere o espera.
• La autenticidad. Educar con autenticidad es el primer paso para inculcar valentía y honestidad. Esto incluye enseñarles a validar todas las emociones y apoyarles para desarrollar su propia personalidad. Para ello, debemos enseñar a nuestros hijos e hijas a no compararse ni competir, sino a enfocarse en el esfuerzo en lugar de en los resultados.
• Redefinición. Practicar la redefinición es alejar de nosotros la negatividad para ver la misma situación desde un prisma más positivo, evitando los pensamientos catastróficos y optando, en cambio, por el enfoque constructivo y el diálogo.
• La empatía. Podemos cultivarla esforzándonos por entender a los demás y ponernos en su piel, estableciendo relaciones interpersonales sólidas, aprendiendo a escuchar e intentando comprender a nuestros interlocutores.
• Sin ultimátums, con un estilo de crianza democrático en el que se fomenta la responsabilidad más que la obediencia; buscando soluciones en lugar de culpables; sin hacerles sentir criticados; sin perder la paciencia ni los nervios; y fomentando el diálogo y la escucha activa.
• Reforzando la unión familiar y el sentido de la comunidad. Los niños y las niñas necesitan sentir que pertenecen a un grupo, que se les reconoce como miembros de su propia familia. Con ello les aportamos seguridad y confianza.

Aunque como progenitores o adultos responsables de los menores queremos hacer todo lo posible para que nuestros peques sean felices, es cierto que no siempre está en nuestra mano. El motivo es el propio concepto abstracto de «felicidad» que va variando en función de las metas, experiencias o circunstancias de cada persona. Así, lo que a uno le hace inmensamente feliz, a otro puede resultarle indiferente.

¿Podemos ayudar a nuestros hijos a ser felices? Lo cierto es que más allá de pretender que sean felices sin más, podemos darles las herramientas necesarias para la vida, además de enseñarles valores y hábitos imprescindibles para el día a día. Y, por supuesto, trabajar sus emociones y ayudarles a crear y mantener una autoestima fuerte para enfrentarse a todos los desafíos que les depare la vida.

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