¡Ay, maternidad! ¡Con sus luces y sus sombras! Ese momento de tu vida en el que se desencadena una cantidad ingente de emociones. Algunas puede que te suenen, otras son nuevas, ¡nuevísimas! Y todas juntas forman una montaña rusa que a veces te agota y otras te hace sentir el ser más pleno del planeta Tierra… Pero si nos paramos a observar, o a preguntar a las madres, cuál es la emoción que más veces asalta; la reina, la estrella es: LA CULPA.
¿Por qué la culpa nos persigue?
La maternidad y esta revolución emocional hacen que nuestro mundo más privado explote, nos muestre cosas que llevaban mucho tiempo debajo de la alfombra y nos obligue a limpiar todos esos rincones solas.
Piensa en tu día a día desde que nació el bebé. ¿Alguna vez te has sentido mal por:
- No llegar a todo? Seguro que una de las preguntas estrella después de dar a luz ha sido: «¿Y cuándo vas a empezar a trabajar?»
- No estar estupendísima nada más parir, como las madres de las fotos?
- Por no seguir rigurosamente todos los consejos? Tal y como te los han contado tus amigos, familiares, vecinos, cuñados, etc.
- Estar cansada y no poder con tu alma?
- No sentir las mariposas en el estómago las 24 horas del día? ¡Te han dicho que tienes que ser la mujer más feliz del mundo ahora que tienes a tu bebé en brazos!
- Porque no te apetece que nadie venga a verte a casa mientras estás con tu bebé?
Y un largo etcétera… que seguramente variará en cada madre.
La soledad de las madres
La crianza es una de las tareas más complejas a las que nos enfrentamos en nuestra vida ¡y lo hacemos solas y solos! Y a esto añádele que todos venimos con una mochila llena de cosas que nos inculcaron, otras que aprendimos y las que no, con los cariños que nos dieron y con los que no.
Aparecen las dudas, los miedos, las inseguridades… Y entonces te das cuenta de que con todo eso tienes que criar a un ser que quieres que sea «PERFECTO», que no tenga ninguna de tus carencias, que aprenda todo eso que tú no aprendiste, que no sufra porque por él darías la vida… y todo se complica.
La culpa se alimenta de la soledad de las madres, de dar a luz y que te digan todo lo que tienes que hacer pero que nadie te acompañe. Porque no contamos con una red de apoyo que nos permita poder reposar psicológica y físicamente.
No contamos con una contención emocional, nadie que nos acoja a nosotras, que nos acune, que nos «exculpe» de nuestros errores, que nos dé confianza cuando sentimos en el estómago el vértigo de las dudas, que nos diga que somos imperfectas, que tenemos un límite porque somos humanas.
¿Qué puedo hacer para no sentirme culpable en cada paso que doy?
Por suerte, cada vez hay más profesionales que están observando los problemas que esto causa en las familias y están creando redes firmes que aportan conocimiento y todo lo que os comentaba antes. Una Tribu que te acompaña, sin juzgar, aportándote el conocimiento de profesionales, experiencias comunes, alegrías… ¡Como por ejemplo, la tribu de Criar con Sentido Común!
Desde que fui madre por primera vez, tuve clarísimo que la experiencia de gestar, parir y criar nos hace entregarnos a una catarsis vital que te hace crecer sí o sí. Aumenta tus niveles de conciencia y te abre al mundo desde un lugar que no conocías. Es imposible pasar por la maternidad sin romperte y reconstruirte por dentro. Así que también podemos transformar la culpa.
El primer paso es detectarla y llamarla por su nombre. Después, sustituirla por otra palabra que nos ayude en la acción. Por ejemplo: responsabilidad (no soy culpable: soy responsable, porque todo lo que hago lo hago desde el mayor cariño posible).
También debemos aceptar que podemos cometer errores y no proyectar las acciones en un «resultado futuro» (no pienses que cada movimiento que vas a hacer va a tener una repercusión negativa en el futuro de tu hijo). Por último, guíate por tu instinto. Y, si necesitas ayuda, búscala sin prejuicios.
Si quieres más información o necesitas asesoramiento profesional, en la Tribu CSC puedes consultar online a nuestro equipo de expertos/as en salud materno-infantil y crianza respetuosa.
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