Los atragantamientos de los bebés con la leche o el agua son bastantes frecuentes. Recién nacidos suelen hacerlo no solo cuando toman el biberón, sino también al ser amamantados. Pero la cosa no mejora cuando comienzan…
Con la llegada del verano, el agua se convierte en la compañera de juegos ideal para que los pequeños se lo pasen bomba en piscinas y playas. Sin embargo, hay que extremar la precaución porque un mínimo descuido se puede convertir en una pesadilla.
Un bebé puede ahogarse en segundos y un niño pequeño en menos de dos minutos. Y lo hacen de forma silenciosa porque primero intentará respirar y mantenerse a flote, pero la falta de coordinación y su impericia lo llevará hasta el fondo rápidamente.
El objetivo de este texto no es aterrorizar a madres y padres (a mí me da miedo, también) pero sí poner el acento en la importancia de estar atentos y acompañar a nuestros hijos en sus juegos acuáticos en piscinas y playas. Nunca hay que dejarlos solos o sin vigilancia.
La matronatación: un buen comienzo
Meterse en el agua con un bebé es una experiencia maravillosa. Además, para ellos tiene muchos beneficios. Es posible que en un primero momento puedan sentir temor, sobre todo si se ven ante una inmensa piscina o un mar con olas gigantes desde su punto de vista.
Sin embargo, si estamos con ellos, le daremos confianza y seguridad. Y, además, pasaremos un rato muy divertido con ese contacto cercano y cariñoso. En la playa, por ejemplo, podemos sentarnos con ellos en la orilla para que comprueben qué divertido es sentir las olas en los pies.
La matronatación puede ser una buena fórmula para conseguir que los más pequeños se relacionen con el agua de forma positiva. Esta actividad no enseña a nadar, porque los niños no están preparados para aprender a hacerlo hasta los cuatro años aproximadamente.
Pero sí permite que los bebés de 0 a 3 años jueguen e interaccionen en el agua en compañía de sus padres. Un monitor orienta a los progenitores en esta actividad que refuerza los lazos entre el bebé y ellos. Es una experiencia única de cercanía, contacto total y diversión que además los lleva a algo básico: familiarizarse con el medio acuático y aprender a flotar.
Antes de nadar hay que saber flotar
Este es un error común. Nos empeñamos en que los niños muevan brazos y piernas para nadar cuando lo primero que han de saber es cómo flotar. Porque si en algún momento caen al agua en piscinas o playas, podrán mantenerse en la superficie si saben cómo hacerlo. Antes del año lo ideal es que las primeras experiencias sean en piscinas específicas para bebés y siempre contigo.
Al principio debes tenerlo pegado a ti y en tus brazos para que no pierda la confianza y se sienta seguro. Una vez veas que disfruta y tiene más confianza, puedes ir alejándolo de ti pero sin separarte de él. Puedes sujetarlo por la tripa para que vaya estirando y encogiendo las piernas.
Irá aprendiendo a flotar sin darse cuenta. Acompáñalo siempre en su aprendizaje sin forzarlo y haciendo que se divierta. Si no lo pasa bien, no querrá repetir. Y es mejor que aprendan a flotar de forma natural, sin flotadores ni manguitos. Si alguna vez caen por accidente al agua, lo más probable es que no los lleven puestos.
Flotadores y manguitos: falsa seguridad y exceso de confianza
Recuerdo que cuando era pequeña existían unos flotadores muy llamativos que consistían en un simple círculo inflado. No sé muy bien cómo me sentía en él, pero ahora me da horror pensar en ese tipo de artilugios. Afortunadamente hemos evolucionado y a nadie se le ocurre usarlo con sus hijos. Sin embargo, es muy habitual ver a los niños con los manguitos y otro tipo de flotadores más avanzados pero igualmente inseguros.
Por un lado, pueden pincharse y, además, en el mar es posible que una ola con más fuerza de la normal pueda llevarse el manguito del brazo del pequeño. Por otro lado, generan cierta sensación de seguridad a los padres, que puede llevarnos a despistarnos. Actualmente hay otros elementos para flotar más seguros, como los chalecos de natación. Pero lo más fiable, sin lugar a dudas, es que no apartes los ojos de tu hijo y estés siempre cerca.
En piscinas y playas, supervisión en todo momento: deja las pantallas en la bolsa y silencia el móvil para que nada te distraiga
Recuerdo un día en el que estaba en la piscina con mis hijas. La mediana tenía dos años y estaba de pie en la piscina infantil. Yo estaba apoyada en el borde. Perdió el equilibrio y se quedó de rodillas en el agua que le cubría la boca. No podía levantarse. No recuerdo cuántos segundos pasaron. No creo que fueran más de diez. Me inundó el terror y la cogí de inmediato.
Estaba cerca de ella, mirándola, y aún así tragó agua. Afortunadamente no pasó del susto. Pero fueron los diez segundos más largos de mi vida. Por eso es tan importante estar pendiente de ellos en todo momento. Yo, insisto, estaba mirando. ¿Qué hubiera pasado si me hubiese despistado mirando un whatsapp?
El 112 tiene una norma que se conoce como 10/20 segundos: mirar la piscina o la zona donde se esté bañando el niño (cuando es más mayor) cada 10 segundos y estar a 20 de él para ayudarle en caso de cualquier emergencia. Para mí la mejor opción es bañarte con él: así estás cerca y te lo pasas en grande.
Piscinas y playas seguras
Es importante también acudir a piscinas y playas en las que se cumplan las medidas de seguridad. Hay piscinas que están valladas, de modo que las posibilidades de que los más pequeños se aproximen al agua son menores. Además, es mejor que cuenten con socorrista, para tener a un profesional al que acudir en caso de necesitarlo. Si la piscina carece de socorrista, hay que redoblar la vigilancia y no cometer errores como dejar juguetes y otros objetos «atractivos» cerca del borde.
En la playa es preferible acudir a las que cuenten con vigilancia y donde no esté prohibido el baño (sí, hay personas que corren un riesgo innecesario yendo a zonas donde no se recomienda entrar en el agua). Y atender siempre a las banderas.
Verde significa que está permitido el baño y el agua está en condiciones óptimas; amarilla que lo está pero hay que extremar la precaución; y roja totalmente prohibido. Los pequeños deben estar familiarizados con ellas. ¿Qué tal un juego con el que aprender los colores y significados de esas banderas?
Y ante una emergencia, llama siempre al 112. Esto es básico. Siempre que te encuentres ante una emergencia marca el teléfono 112. Sus profesionales te guiarán y ayudarán en todo momento.
Si tienes cualquier duda sobre la salud, el cuidado o la crianza de tu bebé, el equipo de profesionales de Criar con Sentido Común te esperamos en la Tribu CSC para ayudarte a resolverla. ¡Feliz verano familias!
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