Aunque lo habitual es que las mujeres nos preocupemos por la cantidad de leche que producimos, pensando que nunca es suficiente, hay momentos durante la lactancia en que podríamos estar produciendo de más, hasta el…

Se conoce como “subida» de la leche, aunque también hay personas que dicen “bajada de la leche», al aumento considerable en la producción de la leche materna tras el parto.
También implica un cambio en la composición de la la leche: el calostro pasa a ser leche de transición, hasta que llega la leche madura, unos 10 días después de la subida de la leche. Todos estos «tipos» de leche son válidos y perfectos para el bebé. No hay leche aguada, ni leche más mala o menos buena. Simplemente el pecho produce el tipo de leche materna que el bebé necesita en cada momento.
Cuándo y por qué se desencadena la subida de la leche
Generalmente la subida de la leche sucede entre 48 y 72 horas tras el parto. Hasta entonces el bebé ha estado tomando calostro: un fluido denso y amarillento, con un alto contenido en proteínas, minerales e inmunoglobulinas. Sale en poca cantidad porque el estómago del bebé es muy pequeño todavía, y no necesita más. ¡Es, en definitiva, perfecto!
La subida de la leche depende de dos factores: hormonal, y la correcta y frecuente estimulación del pecho. Durante el embarazo aumentan los niveles de prolactina, que es la hormona encargada de la producción de la leche. ¿Por qué no sale leche entonces? Pues porque hay otras hormonas propias del embarazo que impiden la producción (aunque al final del tercer trimestre de gestación ya sería posible extraer calostro). Estas hormonas son: estrógenos, progesterona y lactógeno placentario, y son producidas por la placenta.
Al nacer el bebé y, por lo tanto, salir la placenta, los niveles de estas hormonas van descendiendo. Es independiente al tipo de parto, por eso es un mito aquello que se dice de que la cesárea retrasa la subida de la leche, pues en todos los partos tras el bebé, va la placenta fuera.
Hacia el segundo o tercer día de vida del bebé, los estrógenos, la progesterona y el lactógeno placentario se encuentran ya en niveles tan bajos que puede actuar la prolactina, provocando un aumento en la producción de leche. Junto a este hecho, también tenemos a un bebé succionando del pecho de su madre con frecuencia. Y esta succión también activa la prolactina. A mayor succión, más niveles de prolactina y más producción de leche.
Incluso varios estudios han comprobado que este estímulo, si se realiza en la primera hora tras el parto, incentiva a los receptores de la prolactina en las glándulas mamarias. Por eso el bebé nace especialmente predispuesto a mamar, en un estado de alerta activa; y si le dejamos hacerlo solo, el agarre al pecho será mucho mejor. Esto favorecerá la salida de la leche y evita el dolor en la madre.
¿Qué puede hacer que se retrase?
Como ya hemos comentado antes, nada tiene que ver el tipo de parto. Pero la separación entre la mamá y el bebé sí puede influir. Igual que si estamos con el bebé, pero limitamos las tomas: dejándole dormir demasiado (los primeros días la lactancia debe ser a oferta, no se puede dejar pasar mucho tiempo incluso si el bebé no lo demanda), calmándole con chupete, si la succión no es correcta (por la postura, por un mal agarre, por un frenillo corto…) y, por supuesto, quitándole tomas en favor de un biberón.
Hay otras circunstancias que pueden retrasar la subida de la leche. Si la placenta no ha salido del todo (esto deben revisarlo siempre con detalle tras el alumbramiento) o si la madre tuvo una hemorragia importante durante el parto. También la diabetes materna, el síndrome de ovarios poliquísticos o la obesidad mórbida pueden influir . Aunque no necesariamente tiene que ser así, es una posibilidad.
¿Qué nos indica que ha subido la leche?
Pues lo ideal sería que no notemos nada, o al menos nada de forma brusca. Esto significa que el vaciado del pecho es correcto y frecuente. Se continúa la lactancia sin molestias, con una mayor producción de manera progresiva, y ya con leche de transición, hasta llegar a la leche madura.
Aunque lo habitual es que se sienta cierta ingurgitación mamaria. Los pechos están más grandes, tersos y levemente calientes. Esto se debe a que también hay un aumento en la vascularización. Los vasos sanguíneos que llegan a las mamas se dilatan, haciendo que la sangre fluya más para que las células mamarias tengan la suficiente para “trabajar” y producir leche.

Además, si intentas sacarte leche manualmente o con sacaleches, comprobarás que las gotas que salen son más líquidas y blancas que antes. También podrás observarlo en algún momento en la comisura de la boquita de tu bebé.
Tener los pechos «como piedras» no es normal
Por desgracia, muchas veces se achaca a la subida de leche que los pechos duelan e incluso que la madre tenga mucha fiebre. Y esto, aunque frecuente, no debe ser así. Significa que algo no va bien. Estaríamos hablando de una ingurgitación patológica o plétora mamaria.
Los pechos se llenan tanto que se endurecen, duelen simplemente con el roce, el pezón se aplana, la leche sale con dificultad y el bebé es incapaz de acoplarse bien al pecho. Provocando un mal agarre y probablemente grietas en el pezón.
Aunque sí que puede dar febrícula, no será por encima de 38º. Con fiebre superior, hay que investigar qué está pasando, además de la ingurgitación patológica. Si todo esto llega a ocurrir se recomienda poner frío local, evitar el calor, tomar antiinflamatorios, masajear la zona dorsal de la espalda para ayudar a la salida de la leche… En esta entrada del blog te lo explicamos mejor.
La crisis de la segunda noche
Tras las primeras 24-48 horas de vida, en las que aparentemente el bebé se ha estado alimentando bien y solamente duerme y come; empieza a «pelearse» con el pecho. Llora, no se calma y parece que no se sacia nunca. Puede ser desesperante, y lo más común es pensar “claro, eso es que todavía no le ha subido la leche y por eso se está quedando con hambre”.
En realidad, lo que el bebé pretende es “ayudar” a esa subida de la leche. Va necesitando que la producción aumente y sabe que demandando más y con mayor frecuencia lo logrará. Aunque puede resultar muy agotador verle así, hay que mantener la calma y ser pacientes. No está pasando hambre, es una crisis de lactancia. Y la solución no es darle un biberón, ¡al contrario! Con eso se entorpece y se retrasa la subida de la leche.
Todas estas dudas son muy habituales en las madres primerizas. ¡En realidad en las familias! Y es que estos primeros días se viven muchas veces acompañados. Por eso es importante tener la información, mejor si es antes del parto. Para estar tranquilas, para saber que todo va marchando bien y para prevenir las complicaciones que se pudieran dar.
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