Sabemos que el desayuno es una comida importante, pero a todas las madres y padres nos pasa algo parecido: queremos que la dieta de nuestro bebé sea sana y variada, pero llega un momento en…
Tras cumplir el primer año de vida, la leche deja de ser la principal protagonista en la alimentación del bebé para dejar paso a otros alimentos. ¿Qué pasa entonces con la lactancia? ¿Seguimos ofreciendo leche materna o de fórmula o le podemos dar leche de vaca? ¿Están permitidos los lácteos?
La leche, el alimento principal hasta los doce meses
Durante el primer año de vida del bebé, la leche es su alimento principal. Los primeros seis meses de forma exclusiva y, a partir de ese momento, la mayoría de los pequeños comienzan la alimentación complementaria en la que introducimos gran parte de los alimentos. Pero durante todo este periodo, la leche se ofrece siempre antes y a demanda.
A partir de los doce meses hay un cambio importante en la alimentación del bebé. Y es que poco a poco, la leche va cediendo protagonismo a otro tipo de alimentos. Esto no significa que desaparezca de la dieta del bebé, ni mucho menos, pero pasa a ocupar otro lugar secundario.
Así, la leche deja de ofrecerse antes de cada comida, lo que no quiere decir que el cambio sea de golpe de un día para otro. De hecho, la lactancia materna sigue siendo a demanda del bebé, por lo que debemos dar el pecho siempre que lo requiera.
Es probable que estos pequeños tomen el pecho antes y después de las comidas y que poco a poco inviertan el proceso ellos mismos y los alimentos tengan cada vez más protagonismo. Solo será necesario observarlos y ver qué necesitan en cada momento.
¿Cuánto calcio necesita un bebé de un año?
Los bebés y niños van modificando progresivamente sus necesidades de calcio diarias a medida que crecen. Así, se podrían resumir de la siguiente forma:
- Recién nacido a seis meses: 200 mg al día.
- De seis a once meses: 260 mg diarios.
- Del primer al tercer año: 700 mg de calcio diarios.
- Entre los cuatro y los ocho años: 1.000 mg de calcio al día.
- Desde los nueve a los 14 años: 1.3o0 mg de calcio al día.
Aunque las cantidades son orientativas y dependen de cada niño, es importante no quedar muy alejados de ellas, pero tampoco rebasarlas. Por ejemplo, a partir del primer año de vida no habría que superar los 7oo mg de calcio diarios ya que este obstaculiza la correcta absorción del hierro. Además, sería perjudicial porque la leche o sus derivados estarían desplazando otros alimentos importantes en la dieta diaria de nuestro hijo.
Por poner un ejemplo, un vaso de leche de 250 ml tiene unos 400 mg de calcio, mientras que 100 gramos de queso curado, tiene entre 800 y 1.000 mg de calcio (cuanto más curado, más calcio, pero también más calórico). Si hablamos de equivalencias, un vaso de leche equivaldría a un yogur y medio natural sin azúcar, a unos 80 gramos de queso fresco o a unos 40 gramos de queso curado. Mientras que con un puñado de frutos secos, les podremos aportar una cantidad de calcio similar.
Dicho esto, el calcio es fundamental en nuestra dieta ya que constituye el principal componente del hueso. Además de intervenir en la mineralización de los huesos y los dientes, juega un papel fundamental para el correcto funcionamiento del cuerpo humano. Así, participa en la coagulación de la sangre, la contracción y relajación de los músculos, la función cardíaca, la secreción de hormonas y el envío y recepción de señales nerviosas.
¿Leche materna o de fórmula o leche de vaca?
Uno de los principales cambios relacionados con la alimentación del bebé es que a partir del año ya podemos ofrecer leche entera de vaca. Si está con lactancia materna no es necesario, pero en caso de estar con leche de fórmula, esta debe ser sustituida por leche entera. El cambio dependerá de cada niño: hay quienes aceptan que sea de un día para otro, mientras que otros niños necesitan que se vaya introduciendo de forma progresiva. Eso sí, es importante no ofrecerla nunca antes de los 12 meses.
El motivo es sencillo: la leche entera de vaca es baja en hierro, además de dificultar su absorción, lo que puede desembocar en una anemia en el pequeño. Además, la leche de vaca es más difícil de digerir. A ello se suma que los riñones de los recién nacidos son muy inmaduros, por lo que no pueden filtrar los nutrientes de la leche de vaca antes del año.
Así que cuando nuestro bebé ha cumplido su primer año, podemos ofrecerle leche entera de vaca, sin necesidad de recurrir a leches especiales para niños o con el sobrenombre de «especiales para el crecimiento». En cuanto a la leche semidesnatada o desnatada, solo debemos darla en caso de obesidad y siempre tras la recomendación del pediatra. Si están con biberón, lo ideal es que pasen a vasito en este momento.
La leche de vaca es un alimento muy completo y contiene unas 60-65 calorías por cada 100 ml. Además, tiene proteínas como la caseína, azúcares como la lactosa y grasas. A eso se suma que es rica en calcio, fósforo, magnesio, zinc y vitaminas A, D y algunas del grupo B, elementos fundamentales en el desarrollo del niño.
Además, tanto la lactosa como la vitamina D presentes en la leche favorecen la absorción de calcio y de magnesio. Por ello, la leche no solo es una buena fuente de calcio, sino que además, sus nutrientes favorecen su absorción.
Eso sí, hay que tener en cuenta los niños que no toleran la leche o que tienen alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV). Lo habitual es que el pediatra recomiende fórmulas especiales en las que las proteínas de la leche de vaca han sido fragmentadas para que no sean reconocidas por el sistema inmune de estos niños. Los niños más mayores sí pueden tomar preparados vegetales, normalmente a base de soja.
Y además de leche, ¿qué lácteos ofrecemos?
El consumo de lácteos siempre ha generado controversia. Si durante años escuchamos hablar de sus múltiples beneficios, también son frecuentes sus detractores. La realidad es que los lácteos no son imprescindibles en la alimentación infantil (hay niños a los que no les gusta la leche y tienen otras opciones), pero tampoco son malos.
Algunos pediatras pueden sugerir que los bebés pueden comenzar a tomar yogures a partir de los nueve meses, lo que no significa que sea necesario ni recomendable. De hecho, la dietista-nutricionista del equipo de Criar con Sentido Común, Rebeca Pastor, es partidaria de retrasarlo al menos hasta el año, momento en el que se convierte en un alimento más, que nunca debemos ofrecer como postre:
«De postre ofrecemos siempre fruta, ya que el calcio del yogur obstaculiza la absorción del hierro. Sin embargo, con la fruta aportamos vitamina C y fructosa que son potenciadores para mejorar la absorción del hierro. Los lácteos los pueden tomar a lo largo del día en cualquier otro momento», explica.
Al ser alimentos potencialmente alérgenos, Pastor recomienda empezar con el yogur y el queso, al ser además más digestivos, para pasar después a la leche entera de vaca, respetando la norma de ofrecer cada nuevo alimento durante tres-cuatro días y hacerlo antes de la hora de la comida para estar al tanto de posibles reacciones alérgicas.
Pero como decíamos, los lácteos no son malos. Si queremos ofrecerlos, la dietista-nutricionista de CSC apuesta por el yogur ya que es leche fermentada y mejora toda la microbiota intestinal. Así, si optamos por ofrecer lácteos a nuestro hijo, debemos elegir el más natural.
¿Qué significa esto? Pues que en lugar de postres lácteos como natillas o petit suisse, helados o batidos, debemos elegir yogures naturales sin azúcar añadido al que se pueden añadir frutos secos triturados, fruta de temporada o un poco de canela. Al igual que ocurre con la leche, no es necesario elegir yogures específicos para bebés ya que suelen ser productos muy procesados, en las que las grasas de la leche se han sustituido por grasas vegetales, por ejemplo.
Hay que tener en cuenta que siempre vinculamos el yogur al dulce, pero también se puede presentar en recetas saladas. Así, mezclando el yogur con pepino, orégano y aceite de oliva virgen extra se puede hacer una salsa para una verdura asada o para aliñar una ensalada.
En cuanto al queso, ocurre exactamente igual. Debemos elegir el queso más natural y con menos cantidad de sal posible. Una buena opción sería comenzar por el queso fresco sin sal, para ir incorporando poco a poco el resto de variedades en la alimentación del bebé. La clave es que los quesos sean siempre a base de leche, cuajo y sal sin ningún ingrediente añadido.
De esta forma, podríamos limitar la leche y los lácteos a una o dos raciones al día, dando paso a otros alimentos ricos en calcio para completar las necesidades diarias del pequeño. En caso de lactancia materna, no es necesario ofrecer ningún lácteo ya que la leche materna contiene todos los nutrientes que el pequeño necesita.
El calcio, presente en otros alimentos
Es importante tener en cuenta que el calcio no solo está presente en la leche y los derivados lácteos. De hecho, no solo hay que tener en cuenta la cantidad de calcio que tiene un alimento, sino cuánto absorbemos de cada uno de ellos, lo que se conoce con el nombre de biodisponibilidad.
Entre los alimentos ricos en calcio destacan las sardinas, las almendras (siempre molidas para menores de cinco años), el brócoli, la coliflor, la col, los garbanzos, el sésamo o el caldo de huesos. Pero como decimos, es importante que la absorción sea fácil. Por ejemplo, sería necesario consumir grandes cantidades de brócoli o espinacas para poder equipararse al aporte de calcio de la leche ya que los oxalatos y fitatos de las verduras interfieren en la absorción del calcio.
Por tanto, con una alimentación equilibrada, en la que se incluya la ingesta de alimentos ricos en calcio con una buena biodisponibilidad, los lácteos no son imprescindibles. Aunque esto no significa que los tengamos que eliminar por completo de la dieta de nuestros pequeños.
Si necesitas ayuda con la alimentación o los menús diarios de tus hijos, nuestra dietista-nutricionista Rebeca Pastor puede resolver todas tus dudas en la Tribu CSC, donde también podrás consultar a nuestro equipo de profesionales expertos en salud materno infantil y crianza respetuosa.
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