Nunca seré una doctorada experta en materias específicas, ni probablemente tampoco gane el premio Nobel de literatura o semejantes disciplinas, no recibiré reconocimiento por descubrimientos innovadores y trascendentales que cambien el curso de la sociedad o el universo, sinceramente, no tengo tiempo para ello.
Mi existencia puede considerarse insignificante y corriente, sin nada extraordinario ni especial. Lo más probable es que para ti sea una persona normal, con una vida normal y problemas e inquietudes normales. Pero soy madre, y créeme, eso es de todo, excepto normal.
Tal vez creas que lo es, porque somos muchas, iguales y diferentes, pero que sea común no significa que sea menos mágico, menos excepcional, menos trascendental.
Hemos aprendido a marchas forzadas a ser pacientes, a esperar, a perseverar y no desesperar; algunas sabemos soportar dolores que van mucho más allá de lo tolerable, hemos vivido y cuidado a otros con la piel cosida, literalmente, soportando madrugadas, mañanas y tardes de dolor sin siquiera darle importancia y aguantando como buenamente podíamos. Otras valientes se rasgaron el corazón esperando años y meses a que la vida les entregase por otras vías lo negado por las habituales, esperamos y esperamos, y cuando esas manitas llegan sientes una explosión inexplicable que cambia el centro de tu gravedad y todas tus prioridades, algo que no sabes qué es se te clava muy dentro y se queda ahí, como mínimo para siempre, hasta que te das cuenta de que es la vida atravesando cada poro de tu cuerpo.
Y de repente todas las piezas encajan y se desintegra el puzzle a la vez.
Podría decirte que somos expertas en lactancias, biberones, ropa infantil, chupetes, en cuál es el mejor carrito, el mejor portabebés o el mejor SRI. Pero si crees que la maternidad se trata de eso es que no has entendido nada ni captado la esencia de lo que está delante de tu nariz.
En lo que somos expertas es en abrazos reparadores, en silencios que gritan todo lo necesario, en cariño, en amor incondicional, emocional e irracional, del que te hace sentirte invencible porque no hay nada en este mundo que no harías por ese ser que aún no habla y no para de moquear, en cobijar, en construir refugios y espacios seguros incluso en medio de la mismísima guerra.
Sabemos de coser almas con besos, de caricias que hablan solas, de construir autoestimas fuertes, de aguantar en nuestros hombros el peso del futuro, y del mundo.
Sabemos demasiado de culpabilidad, de renunciar, del dolor insoportable que es tener que dejar a tu bebé de meses en unos brazos que no son los tuyos, de cuestionarnos constantemente, de volver a atrás y desaprender, de volver a empezar, dos veces, tres veces y veinte veces, si hace falta, de la confusión y desconcierto que es no perderte a ti misma en medio de toda esta vorágine.
Soportamos el constante e implacable cuestionamiento a todo lo que hacemos y a toda decisión que tomamos, sabemos de estar en el punto de mira, de estornudar en silencio y toser sin sonido, de salir de la cama a rastras con movimientos mínimos, de llorar de cansancio, de felicidad y de soledad, por separado y por todo la vez.
Y mira, aún así, lo estamos consiguiendo.
Y lo hacemos sabiendo que un día la puerta se abrirá y la libertad vendrá a buscar a tu persona favorita en el universo.
Y entonces sabrás que lo has hecho jodidamente bien.
Tenemos en nuestras manos las llaves del futuro; mientras nos subestiman nosotras seguimos amando a corazón abierto y sin condiciones, con la esperanza de construir personas extraordinarias que mejoren, aunque sea un poco, el caos en el que vivimos.
Así que hoy brinda por nosotras; por tu madre, por tu abuela, por la madre que eres y la que serás. Porque solo nosotras sabemos lo excepcional que es vivir algo absolutamente imposible de explicar.
Es un texto bello, que muestra la trascendencia de la maternidad, me encantó y me identifico.
Gracias por estas palabras tan hermosas. Te felicito porque es un texto que llega al alma. Bravo